Réquiem (Composición musical que se canta con el texto litúrgico de la misa de difuntos, o parte de él) por el APRA
(1) Es fundamental el estudio del partido más importante de la historia del Perú. (2) Haya de la Torre jugó un papel fundamental, de líder mesiánico e indiscutible.
Manrique dedica el libro a su padre, un viejo aprista, y cuyas ilusiones, se nos informa, “fueron rotas por el gobierno de Alan García”, desencanto que el autor comparte…
En la segunda administración del presidente Alan García Pérez que está por concluir, se aplicaron políticas económicas acordes con el clima neoliberal que caracteriza, salvo excepciones, al conjunto de la región.
En ese sentido, fueron diametralmente opuestas a las implementadas en su primer gobierno, -1985 y 1990- como resultado de su convicción que bastaría un giro de 180 grados para evitar el desastre que preparó el camino a la dictadura de Fujimori.
Desde su primer gobierno, el entonces joven y enérgico presidente, y el ahora no tan joven y robusto mandatario, despertaron la curiosidad académica de nacionales y extranjeros.
A mediados de los ochenta, un extraordinario orador cuya retórica contribuyó a que su partido llegara, luego de décadas de intentos frustrados, por vez primera al poder, planteando que se limitara el pago de la deuda externa a una fracción del valor del comercio internacional.
Incluso en su desesperación final argumento en favor de la estatificación de la banca.
A inicios del nuevo siglo, una resurrección y un retorno político, luego de una larga travesía del desierto, a imagen de su mentor y guía Víctor Raúl Haya de la Torre, para alcanzar de nuevo el poder al derrotar en la segunda vuelta electoral a su contendor Ollanta Humala.
Fue ayudado por el temor que los votantes tenían del retorno de los fantasmas del pasado. El mal menor y con los dedos en la nariz, en suma.
Luego de imputar sus errores a su juventud, no encontró mejor alternativa que afirmar que el APRA no era responsable de ese desenlace, porque las políticas de su primer gobierno tenían la impronta del general Velasco Alvarado, y que por lo tanto eran la fuente de los errores.
¿Qué es entonces el APRA? ¿Quién fue Haya de la Torre? ¿Qué relación se dio entre el “Maestro y Guía” y su Partido?, y la pregunta más incómoda para los tiempos que corren ¿Alanismo o Aprismo?
Pueden estas preguntas ser insólitas cuando se formulan a propósito de uno de los partidos políticos más longevos de la América Latina, próximo a cumplir 86 años desde su fundación en 1924, pero se explican porque se trata de una formación política todavía envuelta en un halo de misterio y de franca ignorancia, y en ese sentido en las antípodas de lo que ocurre con la vida y el pensamiento de José Carlos Mariátegui, el otro gran pensador de su tiempo cuya vida y obra es escrutada en sus más mínimos detalles, y que incluso cuenta con un espacio para esas reflexiones y para la promoción de su pensamiento.
Y no es que no existan libros, y son numerosos, a la vez sobre Haya y sobre el APRA, pero ellos son apologías de sus seguidores o de sus “compañeros de ruta”, o simplemente diatribas de los renegados.
Haber abierto una ruta distinta, anclada en el análisis y en la comprensión, es sin duda el enorme mérito del libro de Nelson Manrique ¡Usted fue Aprista! Bases para una historia crítica del APRA (Lima: CLACSO/ Pontificia Universidad Católica del Perú, 2009), profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la Católica de Lima, y cuyos trabajos anteriores han contribuido de manera decisiva al conocimiento de la historia rural de la sierra central del Perú en los siglos XIX y XX.
Primera aproximaciónTomado en su sentido estricto, el subtítulo del libro, Bases, indica que se trata de una primera aproximación, y por lo mismo los comentarios que suscite deben estar claramente acotados.
Manrique dedica el libro a su padre, un viejo aprista, y cuyas ilusiones, se nos informa, “fueron rotas por el gobierno de Alan García”, desencanto que el autor comparte y que se evidencian en los juicios que de manera reiterada formula en múltiples pasajes del libro.
Con seguridad, esa frustración la compartieron numerosos “compañeros”, aquellos que protagonizaron las grandes rupturas, desde su derecha o desde su izquierda, como las del APRA Rebelde con Luis De la Puente, o el de la fracción liderada por Andrés Townsend Ezcurra, o las sordas tensiones como las que se dieron entre Haya y Manuel Seoane.
Escribir un relato histórico como una catarsis de una frustración es un ejercicio heurístico como cualquier otro, a condición que las evidencias que se acumulen sean congruentes con la explicación de los problemas que la investigación se formule, y para eso es necesario evitar que los a priori ideológicos terminen construyendo la trama de sus argumentos.
La afirmación del autor que “en períodos históricos de cambios acelerados, como los que se vivieron a partir de la década del cincuenta del siglo pasado, la imagen que los hombres tienen de las cosas suelen retrasarse con relación a la velocidad con que cambia la realidad objetiva.
Las miradas suelen quedarse fijadas en la vieja realidad, impidiendo ver lo nuevo” (p. 21), es una cómoda coartada que debiera tomarse con beneficio de inventario.
Viaje ideológicoLo que busca demostrar el autor es la tesis anunciada en el umbral del libro y que se reitera una y otra vez a lo largo del mismo, es decir, que: “Para mediados del siglo XX las fuerzas sociales y políticas más importantes de la sociedad peruana demandaban cambios radicales que permitieran al país abrirse a la modernidad.
Existía el partido que podía encabezar la revolución antioligárquica, debido a su legitimidad, su envergadura nacional, su arraigo popular y su ideario antioligárquico y antiimperialista: el Apra.
Pero el viraje ideológico del partido político de mayor arraigo popular de la historia peruana cerró el paso a la revolución antioligárquica que demandaban vastos sectores sociales” (p. 22).
El conjunto del libro está destinado a reunir las evidencias de esos virajes, conformados por versiones de entrevistas entre Haya de la Torre y diplomáticos estatadounidenses, escritos de disidentes como los del Mayor Víctor Villanueva, Laureano Carnero Checa, Héctor Cordero, Luis De la Puente, Alberto Hidalgo, Ricardo Luna Vargas, Roger Mercado, y cuyos textos no podían sino decir aquello que el autor deseaba encontrar.
No obstante, ¿es legítimo proclamar que sólo el APRA condenó las chances del Perú, una versión opuesta al conocido y abandonado acrónimo del partido?
Parece poco probable, porque las multitudes invocadas sólo estaban en la imaginación de sus gentes, porque la obsesiva centralización del poder ejercida por su líder impedía una coordinación mínima de sus actividades.
Además, los regímenes oligárquicos que se suceden entre el asesinato de Sánchez Cerro y la lacónica despedida del segundo gobierno de Manuel Prado, cobijaron muchas diferencias entre ellos, lo que implica un análisis más preciso de sus políticas frente al APRA, así como la respuesta de éste frente a ellas.
El epitafio El APRA corrió sola con esa responsabilidad, además, porque el otro agente potencial de cambio, el partido creado por Mariátegui, a la muerte del Amauta y bajo el control de Eudocio Ravines fue una inútil burocracia al servicio del Comintern. La impotencia de los partidos y de los civiles para cambiar la situación de inequidad, hizo que fueran los militares, cansados de ser los “perros guardianes de la oligarquía”, en el tosco lenguaje del general Velasco Alvarado, quienes en adelante llevaran en vilo la promesa de la liberación y de la revolución.
El argumento de Nelson Manrique, expresado en un macizo libro de 439 páginas, constituye de ese modo el epitafio de una pesada lápida que entierra la tragedia de un jefe y de su partido, difícil de ser levantada por sus actuales protagonistas, para quienes el pasado del APRA o no les interesa o les fue sistemáticamente camuflada o tergiversada.
Pero para lectores informados que no se dejaron por lo tanto embaucar con las piruetas oratorias de sus dirigentes, los argumentos desplegados por el autor tienen un aire de “déjà vu”, en el sentido que rememoran el arsenal de municiones utilizados en la crítica del comportamiento errático y oportunista de los dirigentes apristas, sobre todo en aquellas coyunturas en que el Apra se aliaba o era el soporte de quienes masacraron a sus militantes.
¿Aquellos virajes obedecieron a la mutación de la dirigencia, o fueron el resultado de las condiciones cambiantes de la realidad? .
Manrique advierte, con razón y desde el inicio de su libro, que sólo una mirada del conjunto de la realidad permite la comprensión de estas inflexiones, pero el conjunto que resulta está articulado sólo por la secuencia temporal, donde no se vislumbra la coherencia interna de las partes, opacada además por la reiteración frecuente de las afirmaciones del autor por el apresuramiento de su escritura, y donde, además, muchos apartados no tienen relación directa con el propósito del libro que es explicar el porqué de las mutaciones sucesivas del Apra y de su jefe.
El análisis que ofrece del entorno es totalmente alusivo, y requiere el establecimiento de nexos más precisos y persuasivos.
A lo mejor es pedir demasiado: la convicción íntima del Jefe, puede sugerirse, fue siempre la misma, independientemente de su retórica, y cuando las circunstancias lo colocaban al borde de forzar la historia hacia otros rumbos, optó por el compromiso, por el repliegue, por el auto exilio o el exilio interior, por servir a sus adversarios bajo la coartada de preservar la democracia y el partido, y que sólo regresó al Perú para reivindicar que las reformas de Velasco Alvarado al final de cuentas no eran sino las suyas…
Con certeza, ni el más obtuso anti-aprista compartiría esta convicción. Omisiones injustificadasEl libro está construido enteramente sobre la literatura édita del aprismo y se apoya en las investigaciones más importantes realizadas sobre el Perú del período oligárquico y del régimen militar de Velasco Alvarado, cuyas conclusiones utiliza Manrique con inteligencia porque conoce él mismo el proceso de ese tiempo.
Con todo, se trata de una producción totalmente secundaria, que no conozcan los especialistas, pero es extraño que un autor de la trayectoria y de la experiencia de Nelson Manrique no haya optado por una estrategia de investigación distinta.
No se entiende muy bien por qué libros importantes no fueron consultados o no se mencionan en la bibliografía, como los de Frederick B. Pike, The Politics of Miraculous in Peru. Haya de la Torre and the Spiritualist Tradition (Lincoln: University of Nebraska Press, 1986), que proyecta indicios sugerentes sobre la personalidad del fundador del Apra; el de Steve Stein, Populism in Peru (Madison: The University of Wisconsin Press, 1980); el de Jesús Chavarría, José Carlos Mariátegui and the Rise of Modern Peru, 1890-1930 (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1979); el de Jorge Nieto Montesinos, Haya de la Torre o la política como obra civilizatoria (México: Fondo de Cultura Económica, 2000). Su omisión no es sólo injustificada, sino que lo privó contar con hallazgos importantes en función de su argumentación.
Lo es aún más que el análisis prescinda de toda entrevista con los actores más significativos del aprismo, y si bien es comprensible que Alan García declinara aceptarla, como consecuencia de las ácidas y pertinentes críticas que Manrique formula a las políticas de su gobierno, García ciertamente no es el único líder prominente del Apra.
Para comprender al viejo partido
Finalmente, dos acotaciones últimas. Manrique sabe muy bien que el análisis de un partido o de una formación política no puede limitarse a la historia de sus dirigentes y de sus programas y manifiestos, por importantes que estos sean, sino que se requiere una investigación cuidadosa y exhaustiva de sus bases, de sus militantes, y en ese sentido, parafraseando a Julio Cotler, lo que aún se requiere más que una historia del Jefe es una auténtica antropología política del aprismo, como la iniciada hace algún tiempo por Imelda Vega-Centeno, porque sólo así se puede llegar a una comprensión más profunda del Apra y sus avatares.
En ese contexto sería deseable igualmente un estudio sobre la construcción de la identidad aprista, proceso en el cual los espíritus y los mártires, pero también las CHAPs y las JAPs jugaron papeles decisivos.
No es menos importante, el análisis del “Alanismo” y su encuadramiento a la vez dentro del Partido como de sus bases de sustentación, como también el estudio profundo de las otras coordenadas que explican el desempeño del Apra: los militares y la iglesia.
No es una simple coincidencia que el nacimiento del Apra tenga como instituciones símbolo: Chan-Chan y el Corazón de Jesús.
La distancia que existe entre esos hechos y el beso de García al anillo del Cardenal Cipriani, y el apoyo aprista a levantamientos que allanaran su camino al gobierno, requiere también de un tratamiento que no se limite a la crónica de las intentonas, o a la mención de la disculpa pública ofrecida por Ramiro Prialé el 23 de mayo de 1958 por la impertinencia juvenil de Haya en agravio de la religiosidad peruana (p. 217).
Heraclio Bonilla
Historiador peruano Heraclio Bonilla es catedrático de la Universidad Nacional de Colombia