Gracias a una fina cortesía del gobierno de Alan García.
Augusto Álvarez Rodrich
Como no hay mal que por bien no venga, y como si fuera una fina cortesía del gobierno de Alan García, el agravamiento de la indignación ciudadana por el recrudecimiento de la corrupción y de la impunidad puede generar, dentro de todo, algún beneficio social.
Uno es que la corrupción ha recuperado primacía en la agenda ciudadana como consecuencia de hechos como la lentitud con que (no) avanza el caso ‘petroaudios’ –en el que, dieciocho meses después de destapado, ‘no pasa nada’– o la impunidad para José Enrique Crousillat, quien hoy cumple 43 días prófugo sin que parezca que lo están buscando realmente.
La revalorización ciudadana de la importancia de la corrupción coincide con el gobierno del presidente García. En el año 2006, según Ipsos-Apoyo, el 36% la percibía como el principal problema y el 61% le daba esa posición a la falta de trabajo.
Pero cuatro años después esto se ha invertido: la corrupción está ahora primera con 47% y el desempleo segundo con 40%. Algún oficialista lo interpretará como una mejora de la situación económica de la población, pero la verdad es que, si bien ha existido progreso en este lustro, más ha crecido la indignación por la sensación de profundización de la corrupción y de la impunidad cuando los implicados son amigos del gobierno.
La percepción de que la coima es un criterio crucial en las decisiones del gobierno constituye un fenómeno negativo que siempre tiene consecuencias sociales y políticas importantes. Por ejemplo, en la evaluación del desempeño del presidente García, cuya aprobación actual es de 27% y la desaprobación de 67%. El principal motivo de los que lo desaprueban, con 43%, es ‘porque hay mucha corrupción en su gobierno’. LQQD.
Esto también podría tener consecuencias electorales. Por lo pronto, explica la delantera de Lourdes Flores en la carrera municipal gracias a su ‘lucha decencia versus corrupción’. Y si la sensación de impunidad se agrava, podría reforzar la voluntad ‘antisistema’ que beneficie en la elección presidencial al candidato percibido como más radical, tal como Ollanta Humala.
A quien, en cambio, no va a beneficiar lo ocurrido sería a Jorge del Castillo, a quien después de las denuncias de Panorama de anteanoche y de Prensa Libre de anoche ya no le convendría postular a la Presidencia sino al Congreso para conservar la inmunidad que lo proteja de acabar en su San Tocayo durante el lustro siguiente.
En todo caso, parece que el lema de Proética ‘el Perú necesita gente decente’ se va a poner de moda en las próximas elecciones, y eso sería, en medio de todo, una buena noticia. Que sepamos distinguir quién lo es, ya es otra cosa distinta.
Uno es que la corrupción ha recuperado primacía en la agenda ciudadana como consecuencia de hechos como la lentitud con que (no) avanza el caso ‘petroaudios’ –en el que, dieciocho meses después de destapado, ‘no pasa nada’– o la impunidad para José Enrique Crousillat, quien hoy cumple 43 días prófugo sin que parezca que lo están buscando realmente.
La revalorización ciudadana de la importancia de la corrupción coincide con el gobierno del presidente García. En el año 2006, según Ipsos-Apoyo, el 36% la percibía como el principal problema y el 61% le daba esa posición a la falta de trabajo.
Pero cuatro años después esto se ha invertido: la corrupción está ahora primera con 47% y el desempleo segundo con 40%. Algún oficialista lo interpretará como una mejora de la situación económica de la población, pero la verdad es que, si bien ha existido progreso en este lustro, más ha crecido la indignación por la sensación de profundización de la corrupción y de la impunidad cuando los implicados son amigos del gobierno.
La percepción de que la coima es un criterio crucial en las decisiones del gobierno constituye un fenómeno negativo que siempre tiene consecuencias sociales y políticas importantes. Por ejemplo, en la evaluación del desempeño del presidente García, cuya aprobación actual es de 27% y la desaprobación de 67%. El principal motivo de los que lo desaprueban, con 43%, es ‘porque hay mucha corrupción en su gobierno’. LQQD.
Esto también podría tener consecuencias electorales. Por lo pronto, explica la delantera de Lourdes Flores en la carrera municipal gracias a su ‘lucha decencia versus corrupción’. Y si la sensación de impunidad se agrava, podría reforzar la voluntad ‘antisistema’ que beneficie en la elección presidencial al candidato percibido como más radical, tal como Ollanta Humala.
A quien, en cambio, no va a beneficiar lo ocurrido sería a Jorge del Castillo, a quien después de las denuncias de Panorama de anteanoche y de Prensa Libre de anoche ya no le convendría postular a la Presidencia sino al Congreso para conservar la inmunidad que lo proteja de acabar en su San Tocayo durante el lustro siguiente.
En todo caso, parece que el lema de Proética ‘el Perú necesita gente decente’ se va a poner de moda en las próximas elecciones, y eso sería, en medio de todo, una buena noticia. Que sepamos distinguir quién lo es, ya es otra cosa distinta.