La Navidad de Alan García Raúl Wiener Analista
Para los que empezaban a reducir la política peruana a la aparente disyuntiva entre Castañeda, Keiko, Ollanta, o el outsider misterioso; Alan García acaba de hacerles recordar cuál será el personaje dominante de los próximos meses.
Más aún, ha ratificado que las fiestas de fin de año no son una tregua, sino el mejor momento para tomar decisiones sorpresivas o desatar debates, justamente cuando algunos periodistas cierran sus programas y suspenden o adelantan sus columnas, seguros que aquí no pasará nada. Pero pasa.
El 22 de diciembre García hizo lo que sus aliados de la derecha temían desde que decidieron apoyarlo para la segunda vuelta: tomar en sus manos el Ministerio de Economía, colocando como ministra a una dama que ha dado las más notables muestras de una ambición de poder que sobrepasa largamente sus virtudes intelectuales y que sabe perfectamente a quién debe los puestos que ha venido ocupando. No es que Carranza fuese el freno de los excesos del presidente. Ese Carranza desapareció hace mucho y, si se quiere una prueba, ahí están los asuntos del tren eléctrico y los tanques chinos para confirmar que el doctor no de Toledo se ablandó tremendamente bajo la sombra de García.
Pero en todo caso era un ministro que algún prestigio profesional de banquero tenía que guardar.
Para Mechita su prestigio consiste en ser parte del gabinete y eso es lo que va a tratar de mantener. Lo que es perfectamente sabido por García. Y en esto no hay machismo ni prejuicio alguno, sino mera interpretación de los roles de cada uno. Algo más.
Es evidente que García ha aprovechado el grado de inversión recibido de Moodys que Carranza lustraba como propio. El presidente no sólo se lo ha quitado de las manos sino que ha desafiado a la agencia que se lo otorgó, premiando mucho más que su desempeño (0% de crecimiento en el 2009), su fidelidad al neoliberalismo en plena crisis, y que sabe que no podrá retirárselo a corto plazo. Ahora el de García es un gobierno certificado, con una ministra de papel. Pero ahí no acaban los temas de la semana.
Para que entendamos de qué se trata, García se ha lanzado a una cruzada de cuño fujimorista sobre el Congreso, aprovechando el desgaste de esta institución. Ahora el presidente que cobró más de 2 millones en devengados que no le correspondían va a luchar contra los sinvergüenzas de la Plaza Inquisición que comen demasiado pollo o se hacen lavar los pies.
Todas las encuestas advierten que nadie defenderá al Congreso si lo cierran y García se ofrece, por supuesto. Abajo los políticos corruptos grita el más corrupto de nuestros políticos. De pronto estamos ya embarcados en una discusión sobre si el Congreso puede o no disolverse, como si se tratara de salvar el puesto de los actuales; o si la renovación a mitad de período y el voto voluntario fueran a evitar la corrupción galopante y el descrédito de la política peruana.
Pero usando la maquinaria del poder y la complicidad de los medios se puede decidir agendas que sirvan para que el país se acuerde quién es el director de la orquesta.
Al final, volvemos a tomar nota que el presidente no puede decidir quién será su sucesor, per≠o sí tiene poder como para manipular el proceso y alterar la voluntad del voto.