07/2010
Reducir la pobreza al 10% y alcanzar la comprensión lectora en el 70% de los escolares.
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Esas son algunas metas que, según García, el Perú debe alcanzar en el 2021 para celebrar con orgullo y dignidad el segundo centenario de su independencia.
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No termina aún su segundo gobierno, pero ya está soñando con el tercero.
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García está seguro que puede volver el 2016 porque está convencido que esta vez le ha ido bien.
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No deja de tener razón si la compara con su desastroso primer gobierno.
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Eso no obstante, fue reelegido el 2006.
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¿Por qué entonces no puede volver el 2016? ....García está pensando, desde luego, no en su partido, sino en él.
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Para alcanzar sus propios fines no desea que el Apra continúe en el gobierno el 2011, como desearía cualquier militante leal de su partido. Tampoco quiere que triunfen Ollanta Humala y Alejandro Toledo porque éstos están dispuestos a levantar la alfombra una vez que García abandone Palacio.
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Ollanta, además, significa el fin de fiesta del neoliberalismo.
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Le interesan que triunfen los candidatos amigos, complacientes, continuistas y débiles como Castañeda o Keiko Fujimori.
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Por eso es poco creíble la neutralidad de última hora que ofrece en las elecciones del 2011.
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¿Es García un presidente exitoso como él cree?
¿Es García un presidente exitoso como él cree?
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La respuesta depende de los criterios que se utilicen para evaluarlo.
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Si se comparan los resultados obtenidos con el programa de la primera vuelta, su gobierno es un fracaso: ninguna reforma importante y ningún ajuste al modelo neoliberal extremo.
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En realidad, su gobierno es una traición a los que votaron por García en la primera vuelta.
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Si se utiliza el criterio de justicia distributiva, su gobierno es también un fracaso.
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Basta tomar en cuenta dos criterios de distribución del ingreso para demostrarlo: la política tributaria y la distribución funcional del ingreso. Los ricos no pagan los impuestos que debieran pagar y gozan de diversas formas de subsidio.
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El Estado es financiado básicamente, no por los impuestos a la renta empresarial, sino por el IGV que pagamos todos los peruanos. Por eso la presión tributaria está muy por debajo de la media latinoamericana.
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La boca del cocodrilo sigue abierta (Campodónico dixit): los excedentes del capital ha subido del 52.7% en 1991 al 62.8% en el 2009 mientras los ingresos de los trabajadores han descendido del 30.1% al 22.0% en el mismo período.
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Si se comparan los resultados del gobierno de García con los del gobierno de Toledo, la diferencia no es cualitativa sino meramente incremental.
Si se comparan los resultados del gobierno de García con los del gobierno de Toledo, la diferencia no es cualitativa sino meramente incremental.
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Ella no es producto de una política diferente ni de una mejor gestión estatal sino de cambios en los tiempos y en las circunstancias internacionales.
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Un mérito que hay que reconocerle a García es la reacción adecuada, aunque tardía, frente a la crisis internacional de fines del 2008: el establecimiento de una política anticíclica.
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¿Es el gobierno de García un gobierno eficaz y eficiente? Los mejores criterios para evaluarlo en este caso son la eficacia (la cobertura y la calidad) de las políticas públicas y la efectividad del sistema legal.
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Las políticas públicas no llegan a todo el territorio nacional ni a todas las clases sociales.
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Ellas cubren sólo la costa y las grandes ciudades de la sierra y de la selva y alcanzan a las clases altas, medias y un pequeño sector popular.
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Todo el resto del territorio y de las clases populares y pobres queda excluido.
La calidad de la educación, de la salud y de la seguridad públicas es deplorable.
Ellas no son mecanismos de igualación de oportunidades de las clases populares y pobres, sino espacios institucionalizados de discriminación social y étnica.
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La ley y la justicia tampoco llegan a todo el territorio y a todas clases sociales. Para la sierra y la selva rurales y para los pobres de las grandes ciudades no hay dominio de la ley ni justicia.
La mejor evaluación, sin embargo, es la de los ciudadanos: sólo el 26% de los peruanos (de las ciudades) y el 56% de la clase alta aprueba a García.