La irrealidad mediática Por: Fernando Málaga M.*
Estamos en el recordatorio del tiempo de la noticia que dividió a la historia: antes y después de la natividad de Cristo.
El mensaje de los angelicales periodistas de entonces a los humildes pastores, fue: “Paz en la tierra”.
Recuerdo los tiempos del buen periodismo en que el noticiero abría su avance con el resumen de reseñas que eran de interés superior. Información positiva y necesaria. Ordenada y ágil. El periodismo respetuoso que, felizmente subsiste, parece perder espacio.
Hoy abren los noticieros, los rostros de delincuentes agachados frente a cámara mientras en off la locución nos describe los crímenes que han cometido. También en la degradación se ha establecido un orden malévolo. Primero van los hechos más escabrosos y sanguinarios, graficados en insultantes acercamientos. La verdad pacífica es lo que menos parece importar.
Se hace preciso distinguir, ahora, entre la VERDAD VERDADERA y LA VERDAD MEDIATICA. No es juego de palabras, sino la comprobación de la gota de agua ácida que está horadando la roca de la dignidad humana, sin el tamiz necesario de la comprobación del rechazo a la afrenta al ser humano.
La insensibilidad aletarga, anestesia moralmente a cuentagotas y ya parece no sonrojar nada. Nos muestran cuerpos asesinados violentamente y nos van asesinando el alma, lentamente. Todo parece que se compra y vende en una irrealidad que son esas medias verdades aparentes, mentiras agresivas al fin, que afectan persona a persona y se extienden a un sector poblacional, infiltrándose como mancha de aceite al conjunto nacional, creando una subcultura suicida.
Cunde el llamado relativismo, donde poco o nada importa la verdad, sino lo creíble, la verosimilitud, más que lo cierto.
Así, hay frases fatales acuñadas y repetidas como cruel catecismo hipócrita: “Cada uno tiene su verdad”, “de algo hay que vivir”, “lo que diga la mayoría”.
Añada el amable lector su propia cosecha. La peor sentencia, la de Goebbels, cínico vocero de prensa y propaganda del exterminador nazismo: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.
Los profesionales de los medios de comunicación masiva y directa, debemos entregar un servicio de calidad para el bien común si se persigue, sinceramente, lo que constituye el positivo fin de la comunicación: que los contenidos de la información sean verdaderos e íntegros, sin ofender a la humanidad y a la justicia, desterrando la difamación.
Que los modos de informar sean honestos, respetuosos de la dignidad de las personas. Que unan a los peruanos para alcanzar los objetivos más altos, con verdad, en la Navidad de paz, de cada día.
Decir la verdad sobre la vida humana, debe ser el centro de la ética de los medios de comunicación.
Sé que solo la verdad nos hará realmente libres. Confío en que terminará imponiéndose, como clima para la necesaria paz interior y social. Tiempo de Navidad, es tiempo de paz, una invitación a repensar en el mensaje primigenio. Que la verdad sea la noticia, siempre.
(*) Catedrático U. Ricardo Palma