miércoles, 27 de enero de 2010

La olla podrida

27.01.2010 Por César Hildebrandt


A mí me encanta cuando Mario Vargas Llosa quiere dar lecciones de ética personal y coherencia política.Es en ese momento cuando resulta más divertido que Pantaleón, más trágico que Palomino Molero, más cimbreante que la Chunga y más suicida que aquel candidato de 1990 que hizo todo lo posible por perder en la segunda vuelta después de que “los cholos” lo despreciaran en la primera.Hace un par de noches, en Canal N, habló de que la izquierda peruana no ha entendido hasta ahora que el muro de Berlín cayó en 1989.Es cierto que hay muchos izquierdistas que no quieren entender, desde sus trincheras anacrónicas, que el socialismo realmente existente hasta la implosión soviética era una farsa perversa y un agravio a la idea de una democracia popular.El problema es que para decir eso se necesita de dos cosas: amar el lugar común con gran pasión y tener alguna autoridad moral para el pronunciamiento.Vargas Llosa ama cada día más los lugares comunes, pero carece, ahora, de autoridad moral para hablar de la izquierda, sea esta peruana, europea, asiática o –dados sus nuevos compromisos- chilena.Viviendo una semana en la casita de Sebastián Piñera, haciendo de Anthony Hopkins en “Lo que queda del día” y chillando como fan por el candidato chileno de la derecha, el señor Vargas Llosa renunció a los cuatro vientos a su papel de “intelectual liberal” y se matriculó en el club de ganapanes que preside, entre otros, su hijo Álvaro.Y si es cierto que la izquierda peruana está sola y es impar y no sale de su estado catatónico, también es cierto que esa rigidez cadavérica podría tener la discreta decencia que tienen los mausoleos. De los izquierdistas peruanos podría decirse, entonces, que están por ahora muertos y que el mundo, en efecto, les es hostil.Pero hay vitalidades que no siempre honran y demostraciones de adaptabilidad al ambiente que nos aproximan a las virtudes del camaleón y a las babas del caracol. Para decirlo de una vez por todas: hay mutaciones que no expresan las funciones de la vida sino los designios de Tánatos.Vargas Llosa, por ejemplo, detestaba a Alan García –y así lo escribió y así lo decía en cuanta conversación mencionase su nombre- por lo que García representaba en la política peruana: la avidez por el dinero, la sinvergüencería como hábito, el latrocinio como destino, la mentira como un estilo de vivir.Y tenía razón: García es, de modo abreviado, todo eso. Y la historia lo pondrá en la hornacina inversa donde yacen los Echenique y los Piérola y los Prado.Pero he aquí que Vargas Llosa, un ex casi profesional, se ha vuelto hoy también “ex cuestionador de Alan García”.Y todo porque García está haciendo el gobierno que le place a los patas de la playa donde el buen Vargas Llosa huye, cada temporada, del invierno europeo.De modo que García era un “ladrón impresentable y un bribón sin fisuras” cuando quería estatizar la banca. Y ahora que es la banca misma, la encarnación de la Bolsa, el cocinero del yate de Romero, el capitán Nemo de la ultraderecha peruana, ahora sí, entonces, García es bueno, es uno de los nuestros, una oveja negra blanqueada por los años.Y cuando Chile está tomando decisiones soberanas, decisiones difíciles, va este “ex casi todo”, este Vargas Llosa que tan bien escribe y tan mal actúa, y dice: “¡Viva Piñera!”. Y lo dice en la casa de Piñera, donde “El Mercurio” lo descubre a solas. Y lo pifian por esa intromisión. Y gana Piñera, a pesar de la proximidad salada de Vargas Llosa, y Vargas Llosa se siente con derecho de lanzarnos una nueva retahila de lugares comunes.Las lanza en ese principado del lugar común cavernoso que es el programa de Althaus y las repite con ese tono de dómine arequipeño que ya nadie puede admirar.Dice que la izquierda es cero a la izquierda, que la única izquierda válida es la socialdemócrata, que sólo el resentimiento puede malquerer al capital extranjero y que sólo “la olla podrida” del nacionalismo humalista puede desear que las relaciones con Chile se tensen.Dice eso y a las 24 horas –de puro salado- resulta que el jefe de la Fuerza Aérea de Chile, el general FACH Ricardo Ortega, el heredero de la hiena Gustavo Leigh, anuncia que se ha confirmado la compra de 18 aviones F-16 por 270 millones de dólares y añade: “Chile está preparado para pegar muy fuerte. Mejor que no se metan con Chile”.Y como es un antropoide sincero y llano, en charretera y calzoncillo este Ortega, se permite agregar:“Chile ha crecido. Y nosotros (los militares) tenemos que darle la seguridad para seguir creciendo. Entonces, esto (la flota recién adquirida) es un seguro”.¿No era, don Mario Vargas Llosa, que con Piñera todo mejoraba porque para eso están las derechas, para entenderse y socorrerse y embarraganarse?¿Llamará usted a Piñera para que le llame la atención, como presidente electo, al general Ortega?¿O irá usted a Santiago, a la casa de su recomendado, a hablar del asunto?¿O compartirá usted pesares con su nuevo aliado, Alan García, el presidente de la frase inmortal “¿Y si se molestan los chilenos?”Hay quienes se niegan a aceptar que el muro de Berlín ha caído. Son piezas de museo. Pero hay otros cadáveres exquisitos siempre dispuestos a suponer que la sensatez y la cordura deben ser siempre una variante pútrida de la resignación.

La abstención del padre Marco Arana

27.01.2010 . . . . . . . . . . . Por: Carlos Tapia


No sean mal pensados, poco nos interesa si un cura católico cumple o no con el celibato asumido como obligación y compromiso con su Iglesia cuando fue ordenado como sacerdote.


Ni tampoco el tiempo que todavía tendrá que transcurrir para que esta estúpida y malsana tradición sea considerada como un valor sublime y muestra de sacrificio de quienes deciden seguir el camino de Pedro.


Nos referimos a la decisión de Arana, ahora ya suspendido sacerdote y candidato presidencial del partido Tierra y Libertad, de no votar en ninguna circunstancia por la candidatura de Ollanta en caso que el nacionalismo pasara a la segunda vuelta electoral en el 2011.


Fue durante el último programa de Bayly.


Escuchar esto fue muy chocante para mí. Porque como algunos recuerdan, fui quien personalmente, sin consultar a nadie y en forma ajena a cualquier acuerdo partidario en una entrevista radial dije que podría ser un buen candidato a la vicepresidencia de Ollanta.


Tengo que reconocer que fue un error, aunque lo que nos animaba y continúa animando es la necesidad de que nos juntemos todas aquellas fuerzas que apuestan por un distinto modelo de crecimiento económico, una democracia de a verdad y un nuevo Estado que verdaderamente esté al servicio de todos los peruanos.


En resumen, de quienes apostamos a luchar por un nuevo contrato social que desechando el acuerdo fujimontesinista de 1993 se exprese en una nueva Constitución.


Recordemos, ante las preguntas “¿Ollanta o Keiko?; Ollanta o Jorge del Castillo?” la respuesta fue la misma: “me abstendría”.


Veamos, como nos importa un pepino si Arana o Rey mantienen o no su virginidad y qué hacen en la soledad de la noche, queremos sí analizar la incoherencia ética y política de esta posición.


Porque lo que está en juego no es simplemente la disputa por afirmar un perfil propio, buscando forzadamente diferenciarse de Ollanta, en momentos que se encuentran recién recogiendo firmas para su inscripción.


En realidad, actitud comprensible, aunque no tenga mucho que ver con la supuesta nueva práctica política pregonada. Pero adelantar que en la segunda vuelta del 2011 le daría lo mismo votar por el APRA, Ollanta o Keiko, no sólo es un grave error político sino que además trasluce la insospechada soberbia que acompaña a Arana. Como se sabe, los errores políticos de los candidatos se pagan en las urnas pero el suspendido padre Arana sabe más que nosotros cuál es la penitencia por el pecado de la soberbia.



¿Qué es la política?

Mar, 26/01/2010 Por Nicolás Lynch

La largada de la campaña electoral fue una buena muestra de lo que serán los próximos 15 meses de política en el Perú. Como es ya costumbre desde que fue establecido por la dictadura fujimorista, los grandes medios, salvo contadísimas excepciones, obviaron los temas de fondo y giraron en torno a lo anecdótico. En lo inmediato, a los personajes.
En este aspecto la estrella fue Jaime Bayly cuyo afán por convertir la campaña en un programa cómico y de esta manera llevar la política al extremo de la banalización podría, de no cambiar el sentido de las cosas, tener un cierto éxito. Esto, aparte de redituarle electoralmente, podría convertirse en una herramienta eficaz para que no se discutan ni ahora ni después los problemas que aquejan a la gran mayoría de los peruanos.
A Bayly le ha seguido Lourdes Flores, cuyo nombre ha sido agitado como posible candidata a la alcaldía de Lima por aquellos que la quieren fuera de la campaña electoral, entre los que destaca Luis Castañeda pero también Keiko Fujimori, para ver si se ganan alguito y limpian el tugurio en el que se ha convertido la derecha peruana, con cinco y hasta seis candidatos. Se trata de meter por los palos, hasta ahora con escasa fortuna, Jorge del Castillo, pero los predios del establishment están llenos de rostros intercambiables, es decir, de los que piensan igual: Bayly, Lourdes, Castañeda, Keiko, que no se sabe qué de nuevo puede aportar Del Castillo que no sea quitarle votos a alguno de los demás.
En cuanto a las novedades que vienen de la izquierda, luego del Manifiesto de apoyo publicado por un grupo de ciudadanos a la candidatura de Ollanta Humala, lo que han proliferado son calumnias a aquellos que se han atrevido a cuestionar el aislamiento mediático al que la mayoría somete a Humala. Ha tenido un papel destacado en esta política de calumnias el diario El Comercio que mezcla tránsfugas y corruptos sentenciados por el PJ con intelectuales y políticos que no están de acuerdo con la línea de ese diario.
Vicioso y antropomórfico el comienzo de la campaña en un nivel tal que podría convertir la competencia electoral en guerra abierta en pocas semanas. En estas condiciones, el que sea capaz de poner por delante la discusión de temas como el saqueo de nuestras riquezas y la falta de Constitución, podrá no solo dar la pauta de la campaña sino hasta salvar lo poco que tenemos de democracia gracias a hienas vestidas de payasos.