miércoles, 13 de enero de 2010

Al servicio del mejor (im) postor

13/01/2010 Por Augusto Álvarez Rodrich

El caso de los petroaudios va camino a quedar en nada.
No debiera sorprender a nadie porque es la crónica de una liberación anunciada: a Rómulo León y Alberto Químper, al igual que a la muchachada de Business Track, los van a soltar pronto en el marco del mejor ‘faenón’ del gobierno: la desactivación de toda implicancia política y penal de los ‘petroaudios’.
Como se comentó en este espacio hace más de dos semanas, aprovechando el descuido tradicional por la Navidad, entre regalos, cohetones y pavos, el juez anticorrupción Jorge Barreto decidió, el 22 de diciembre, que los petroaudios no se consideren en la investigación judicial porque su obtención se hizo de manera ilícita, por lo que solo se usarían los testimonios de los 16 implicados que –ironías de la vida– ya han negado haber conocido o cometido cualquier acto ilegal.

También se han agregado nuevos peritajes que mellan los informes de la Contraloría sobre la concesión de lotes a favor de Discover Petroleum que sustentaron la acusación planteada por el fiscal anticorrupción Oscar Zevallos.

Aunque la tercera sala anticorrupción determinó luego que dichos informes sí se deben incorporar en la investigación, habría que ser ingenuo para no darse cuenta de la fuerte presión para crear las condiciones para la desactivación de toda implicancia política y penal por el caso más grave de corrupción en lo que va del segundo gobierno del presidente Alan García.

Seguramente ahora el gobierno soltará a ministros, congresistas y ayayeros a proclamar que es una decisión autónoma de la justicia que se debe respetar, y pobre del que insinúe alguna influencia indebida para concretar este enjuague judicial que es tan grave como la misma red de corrupción que, con la complicidad de tanta gente importante del gobierno, tejió el pirata dominicano en la suite del hotel.

Ahora solo faltaría una ‘encuesta bamba’ de la ‘RIP’ (red de informática del PAP) que concluya que el 75% cree que los petroaudios fueron una invención periodística para perjudicar al presidente García y detener la marcha hacia el primer mundo en la que nos ha colocado.
Y listo el pollo, y a otra cosa mariposa.
¿Le sorprende todo lo que está ocurriendo? Después del milagro realizado por el presidente San Alan García con el indulto a José Enrique Crousillat, el cual no sólo otorgó libertad instantánea sino sanación inmediata, es difícil que algo pueda sorprender pues ahora es claro que todo es posible en la dimensión (des) conocida de un gobierno sin compromisos básicos con la ética en la gestión pública y la lucha anticorrupción. Provecho, señores, y listos para el siguiente faenón.

Sueldos y salarios siguen cayendo

13/01/2010 Por Humberto Campodónico

La carátula de La República de ayer, que planteó el aumento del salario mínimo, tiene plena validez, ya que la pérdida del poder adquisitivo se ha venido acentuando en los últimos meses.
La cuestión atañe no solo a los que ganan el salario mínimo, sino también a los sueldos y salarios del resto de la población.
En efecto, según el Programa de Estudios Económicos y Laborales del Ministerio de Trabajo, poco a poco se está perdiendo la recuperación de poder adquisitivo que obtuvieron los trabajadores bajo este gobierno.
En efecto, en octubre del 2007 el salario mínimo aumentó (después de más de dos años que se mantuvo estancado) de 500 a 530 soles mensuales, aumentando a 550 soles en enero del 2008.
Desde entonces, el salario mínimo no se ha movido.
Si medimos su valor en términos constantes, tomando como punto de partida el año 1994 (ese valor es 100), vemos que el alza del salario mínimo lleva el salario mínimo real hasta 261.3 en enero del 2008.
Pero la inflación del 2008 hace que ese valor descienda a 245.6 en diciembre de ese año. O sea que cae ni más ni menos que 16 puntos, lo que elimina casi todo la ganancia que trajo el alza a 550 soles mensuales.

En el 2009 el salario mínimo se ha mantenido en el mismo nivel, debido a la baja inflación de este año.

Algo parecido, aunque menos estrepitoso, ha sucedido con los sueldos y salarios reales, que son fijados en el mercado.
En efecto, los sueldos reales han caído de 104.8 a 100.1 de diciembre del 2006 a abril del 2009. Esto quiere decir que los empleados ganan exactamente lo mismo que lo que en 1994.
Con los salarios reales la cosa es parecida: si bien aumentan de 86.6 a 89.2 en el mismo periodo (ver cuadro), los obreros están ganando solo el 89% de su sobre de 1994.
Para los asalariados, entonces, a pesar de tantos años de boom económico, el anunciado “chorreo” nunca llegó (1).
Pero donde el aumento sí llegó fue a los Ejecutivos que, a abril del 2009, estaban ganando 51.6% más que en el 2004. Y hubo varios años de boom de las utilidades de las empresas, tema que no tocamos en este artículo.

Volviendo al salario mínimo, sucede que la Comisión Nacional del Trabajo (CNT) debe elaborar un estimado, que tiene vigencia por 24 meses. Una vez aprobado, por consenso tripartito (el gobierno, los empleadores y los trabajadores), el Ministro de Trabajo lleva la decisión al Consejo de Ministros, que finalmente aprueba el nuevo salario mínimo.
Como ya han pasado más de dos años desde la última alza, debiera estar en marcha la nueva propuesta. Pero nada. Sucede que, si bien que ha aumentado la productividad y se han reducido los Costos Laborales Unitarios (según el Marco Macroeconómico Multianual del MEF), en la CNT no se logra “el consenso”.
Y como no hay “consenso”, no hay nueva propuesta de salario mínimo. ¡Qué fácil resulta bloquear a los trabajadores!
Qué diferencia con la mayoría de países de América Latina (como Bolivia, Brasil, Chile, Colombia y México), donde, como dice el Informe Laboral de la OIT, existe una periodicidad obligatoria para los ajustes del salario mínimo.
Así, tenemos que la CNT no eleva el salario mínimo y tampoco lo hace el gobierno con los empleados públicos. Ya hemos visto que en el sector privado los sueldos y salarios están estancados (menos los sueldos de los Ejecutivos).
Pero el gobierno se niega a cualquier reajuste a pesar de que eso ayudaría a la reactivación económica, como en Brasil y Chile.

La inexacta cobertura mediática de la reforma sanitaria de EEUU

LA INEXACTA COBERTURA MEDIÁTICA DE LA REFORMA SANITARIA DE EEUU

NAVARRO

El Plural
Creo conocer bien EEUU, por haber vivido en aquel país durante más de cuarenta años. Y me preocupa enormemente la cobertura informativa de aquel país por parte de los medios de mayor difusión en España. En tales medios existen graves problemas de interpretación, basados en un conocimiento limitado de aquel país y en una idealización del sistema democrático estadounidense.
En el reportaje sobre la reforma sanitaria en EEUU, Antonio Caño (corresponsal en Washington del diario de mayor difusión de España, El País) que ha definido el sistema democrático estadounidense como muy dinámico (01.11.09), atribuye la falta de reforma sanitaria durante todos estos años en EEUU a “la animadversión congénita del pueblo estadounidense al Estado”, ignorando que, encuesta tras encuesta (la última, el 15 de noviembre, en CBS. Gallup Poll), muestra que la gran mayoría de la ciudadanía (68%) desea que el gobierno federal establezca un aseguramiento público en el que el estado reciba los fondos y contrate la asistencia sanitaria con los proveedores de los servicios médicos.
Es más, Medicare, el programa de aseguramiento público para los ancianos es, junto con la Seguridad Social, el programa de aseguramiento más popular de EE.UU., mucho más popular que el aseguramiento privado.
Es más, cuando el Presidente Bush ofreció a los ancianos la posibilidad de cambiarse a compañías privadas de aseguramiento, la mayoría escogió permanecer en el sector público. Tales datos niegan la “animadversión congénita” de la que habla Caño.
En cuanto al supuesto “dinamismo” que Caño atribuye al sistema político, se olvida que han tenido que pasar setenta y seis años para que el Congreso de EEUU aprobara el establecimiento de un programa universal de salud, que dista mucho de ser comparable a los programas de cobertura universal existentes en la mayoría de países de la Unión Europea.
Fue en el año 1933 cuando el Congresista Dingell, del Estado de Michigan, introdujo la primera propuesta de ley para la universalización de la sanidad estadounidense. Su hijo, John Dingell junior, también del estado de Michigan, fue el que introdujo la propuesta de Ley el pasado 7 de noviembre que, por fin, fue aprobado por el Congreso. Considerando el tiempo que tardó en establecerse esta ley –repito, setenta y seis años-, hablar de dinamismo, refleja una excesiva hipérbole en el uso de este término.
Igualmente exagerado es el reportaje que se está haciendo en los medios de información de mayor difusión en España sobre la supuesta universalización de la sanidad aprobada en la Cámara Baja del Congreso.
Universalizar en tal reforma quiere decir que todo el mundo tiene que asegurarse y contratar una póliza de seguros sanitarios, de la misma manera que cualquier persona que tenga un coche tiene que tener una póliza de seguro del automóvil.
Esta obligatoriedad de aseguramiento implica la mayor extensión del aseguramiento privado que se conozca en la historia de cualquier país.
Se ha calculado que ello supondrá un aumento de 25 millones de nuevas pólizas a las compañías de seguro, que significarán unos nuevos ingresos a tales compañías de 70.000 millones de dólares.
El estado subvencionará las pólizas para las personas y familias que no alcancen cierto nivel de renta. El precio de tales pólizas, sin embargo, permanecerán sin ser reguladas. Los fondos para pagar tales subsidios procederán primordialmente de un impuesto sobre la renta de las personas que ganen más de medio millón de dólares.
La otra fuente de ingresos procederá del mejoramiento de la eficiencia de los programas públicos Medicare y Medicaid (programa de atención a los pobres), medidas impopulares entre los beneficiarios de tales programas pues temen que estos “incrementos de la eficiencia” supongan una reducción de sus beneficios. Se calcula que tales “eficiencias” producirán 500.000 millones de dólares en diez años.
Según la Ley, el gobierno prohibirá que las compañías de seguros nieguen el aseguramiento (como ocurre ahora) a las personas con enfermedades crónicas, prohibiciones a las cuales las compañías aseguradoras se oponen. Ahora bien, el componente al cual estas compañías aseguradoras (que gestionan la mayoría de fondos sanitarios) se oponen más es a la aprobación por parte del Congreso de la opción pública, es decir, del establecimiento de una aseguradora pública –como Medicare-, pues temen perder grandes cotas de mercado. El aseguramiento público en EEUU ha mostrado poder ofrecer mayor y mejor cobertura sanitaria a menor coste que el aseguramiento privado.
Esta oposición a la opción pública se acentuará en el Senado, donde las compañías de seguro tienen mayor influencia (y muy en particular en el Comité de Finanzas, que es un comité clave en la aprobación de la Ley). Según el centro Public Citizen (que publica los datos más detallados de la financiación del Congreso de EEUU), sólo en los primeros seis meses de este año 2009, las compañías de seguro han pagado más de 13 millones de dólares a los 23 miembros del Comité de Finanzas del Senado. Es más, según Public Citizen, 28 profesionales de los lobbies de tales compañías de aseguramiento sanitario privado habían sido, antes de ser lobistas, empleados del Comité de Finanzas del Senado y de su Presidente.
Este entramado de influencias, con enormes cantidades de dinero transferidas de las compañías a los políticos, hacen dificilísimo que puedan aprobarse leyes que permitan responder a los deseos de la población, viciando enormemente la democracia estadounidense.
Ni que decir tiene que EEUU no es una dictadura. Pero el sistema democrático es tan sesgado en favor de los poderes fácticos empresariales y financieros que los cambios ampliamente deseados por las clases populares (como son la reforma sanitaria) se tergiversan, limitando enormemente su impacto reformador. No es la animadversión congénita del pueblo norteamericano al Estado, sino la excesiva influencia de la clase empresarial y sus componentes, como las compañías de seguro, los que impiden una mayor reforma sanitaria.
El esplendido inicio de la Constitución estadounidense “Nosotros el pueblo decidimos…” debiera tener una nota de pie de página que dijera “y las grandes empresas (que incluyen las compañías de seguros privadas) decidimos…”
La relevancia para España
Una última observación. Es comprensible que las derechas en España (siempre fieles representantes de los intereses del mundo empresarial y financiero) quieran permitir las contribuciones monetarias por parte de individuos y empresas a las campañas electorales de los partidos políticos. Saben que el mundo empresarial y las renta superiores siempre les favorecerán, dándoles ventajas en la competitividad política. Pero es muy preocupante e incoherente que voces de autores que se consideran progresistas estén apoyando la existencia de tales contribuciones que corrompen y limitan la democracia, pues discrimina automáticamente a las clases populares que tienen menos medios para aportar tales contribuciones. Referirse, como varios autores han hecho recientemente, a las aportaciones individuales a la campaña de Obama como ejemplo de que la movilización popular puede neutralizar otras fuentes de ingreso a los políticos, es ignorar hechos tan básicos como: 1) las aportaciones del mundo empresarial a Obama fueron mucho más abundantes que las individuales. Estas últimas representaron (según Public Citizen, el Instituto de análisis de la financiación de las campañas electorales) menos de un 28% de todas las contribuciones recibidas en la campaña Obama; y 2) la gran mayoría de las contribuciones individuales procedieron de individuos del 30% de renta superior del país. El claro sesgo, por clase social, refleja el enorme poder que los grupos empresariales y las rentas altas tienen en el proceso electoral estadounidense financiado predominantemente con fondos públicos, sesgo que discrimina claramente a las izquierdas.
Una de las causas de que las izquierdas sean débiles en EEUU se debe precisamente a esta privatización del proceso electoral ¿Es esto lo que se quiere para España?

El autor es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University

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