Por Sinesio López Jiménez
El personaje central de este proceso electoral es, sin duda, Susana Villarán.
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Es el fenómeno Susana.
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Aún no concluye la campaña, pero ya comenzaron los balances.
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Los medios y los analistas se comportan como si todo hubiera sido ya dicho y solo esperan el veredicto de las urnas. No todo ha sido dicho, sin embargo. El azar existe en la historia. Es la clásica historia de la Fortuna que es difícil (si no imposible) domesticar.
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La historia de los hombres y de las mujeres ha entrado ya en la recta final. ¿Y la historia de la Providencia? ¿Por quién se inclinará la Providencia? ¿Será progresista o conservadora?.
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Después de todo, Lourdes y Susana son dos respetables creyentes, cada una a su manera por cierto.
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Como analista, me toca examinar sólo la historia de los hombres y de las mujeres. Con las otras historias no me meto. Las respeto, pero no me meto.
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Este proceso electoral municipal tiene un conjunto de características relevantes: limeñización, personalización, politización, polarización, mediatización y periodización en dos etapas.
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Todos los reflectores de los medios y de los analistas han estado concentrados en Lima. El resto del país ha sido puesto en la penumbra. Es natural que así sea. La capital representa más de un tercio del electorado y los resultados cuentan e importan mucho en la política.
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A eso hay que añadir la presencia en el escenario limeño de tres personajes importantes y lo que ellos y ellas representan: Lourdes Flores, a la derecha; Alex Kouri, al fujimontesinismo, y Susana Villarán, a la izquierda.
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Lourdes, lideresa del PPC, conservadora, pero demócrata a carta cabal, fue desplazada de la cancha grande del 2011 al escenario municipal limeño por García y los poderes fácticos.
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Kouri se desplazó del Callao a Lima con el apoyo de García, la ultraderecha y el fujimorismo. Era su gallo de tapada en estas elecciones.
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Con esos apoyos, Kouri creyó que todo lo podía, incluso violar las leyes electorales. Felizmente el JNE supo cumplir su deber. Ese es su mérito.
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Luego del intento de forjar un frente progresista amplio, Susana Villarán, lideresa de un pequeño partido de izquierda moderada, Fuerza Social, terminó encabezando una alianza con otros partidos de izquierda, incluido el MNI de Patria Roja, al que se ha querido satanizar, pese a que es un partido legalmente reconocido.
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Mérito de Susana es haber actuado con inteligencia y ponderación para crecer, primero lentamente y luego a velocidad de crucero. La politización apasionada del proceso electoral no sólo se debe a su indudable cercanía con las elecciones generales del 2011 sino también al carácter político de sus principales protagonistas.
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Estos juegan ahora, algunos de ellos por interpósita persona, su primer tiempo.
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Este es un proceso electoral muy polarizado. La primera polarización fue definida por Lourdes en su propio beneficio entre la decencia y la corrupción.
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La segunda fue trazada por Susana Villarán, inteligentemente calculada para no asustar a la veleidosa Lima conservadora. Estas polarizaciones definen claramente las etapas del proceso.
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La primera se desarrolló en el campo de la derecha, la ultraderecha, el fujimontesinismo que, con García, querían hacer de la competencia electoral una pichanguita entre amigos.
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La segunda confrontó a la derecha y a la izquierda.
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Es la confrontación temida por todas las fuerzas de la derecha, especialmente por la ultraderecha intolerante, partidaria del pensamiento único.
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Con la caída de Kouri, los perdedores se lanzaron con todo contra Susana Villarán para aniquilarla, pero han fracasado.
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Desde la lona emiten sus últimos gritos desesperados para detener su avance arrollador.
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Los medios han desempeñado, sin duda, un papel fundamental. Después de mucho tiempo la mayoría de ellos han vuelto a jugar un papel pluralista. Como debe ser.
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La prensa de ultraderecha, en cambio, buscó destruir a Susana con una campaña torpe y calumniosa que terminó ayudando a su candidatura.
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Volveré sobre el tema.
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