“El capitalismo sin control ni regulación no es la mejor receta”
Tomás Moulian (1939) es uno de los sociólogos chilenos con mayor reconocimiento dentro y fuera de su país. Militante comunista, profesor en la Universidad de Arcis, publicó en 1996 el ensayo Chile Actual. Anatomía de un mito (1996), un best seller de las ciencias sociales chilenas.
Tomás Moulian (1939) es uno de los sociólogos chilenos con mayor reconocimiento dentro y fuera de su país. Militante comunista, profesor en la Universidad de Arcis, publicó en 1996 el ensayo Chile Actual. Anatomía de un mito (1996), un best seller de las ciencias sociales chilenas.
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En diálogo con La República, actualiza su mirada sobre el Chile actual de Piñera.
Por Enrique Fernández-Maldonado
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¿Qué implicancias conlleva la elección de Piñera —tras veinte años de gobierno de la Concertación— para la sociedad chilena?
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—Hay que partir señalando que los gobiernos de la Concertación representaron la continuidad del tipo de sociedad instalada por la dictadura militar. Este fue un dominio terrorista, pero dotado de un proyecto, en este caso neoliberal. Se empieza a desarrollar de manera acelerada desde 1975, cuando los economistas formados en la U. Católica y luego en Chicago se hacen cargo de los principales ministerios económicos. La aplicación de este programa generó un periodo de crecimiento sostenido entre 1976 y 1981-1982, momento en el que se produce una crisis mundial con repercusiones locales. De esa crisis la dictadura sale hacia delante, aplicando un programa más pragmático que el anterior.
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La Concertación prolonga el modelo neoliberal de Pinochet, intentando combinarlo con políticas de carácter social que se manifiestan en el discurso de “transformación productiva con equidad”. No se trata de un modelo distinto, sino de la prolongación del que había marcado la gestión económica previa al golpe militar.
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De hecho, durante el periodo de la Concertación se producen masivas privatizaciones de empresas públicas.
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El gobierno de Piñera continuará aplicando políticas neoliberales, administradas ahora por una coalición de sello neoliberal.
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Y por ser Piñera el representante de la derecha, aplicará esa política con menos conciencia de culpa que la Concertación.
—Han pasado más de diez años desde que publicó su libro Chile Actual. Anatomía de un mito.
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¿Qué continuidades o rupturas reconoce con el Chile de nuestros días?
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—Publiqué Chile Actual: Anatomía de un mito a mediados de 1997. Ese libro tuvo un éxito de ventas sorprendente por tratarse de un ensayo social. Ello se debió a que fue el primer análisis crítico que engloba el periodo de la dictadura militar y el de la llamada transición, poniendo de relieve, por ejemplo, los efectos del consumismo sobre el comportamiento de los individuos y analizando el sistema político reinstalado en 1987, como una democracia de baja intensidad.
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Los veinte años de la Concertación no cambiaron el tipo de sociedad neoliberal organizada por los militares.
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A la Concertación le cupo negociar reformas que eliminaron algunos aspectos controvertidos de la Constitución, pero sin intentar crear una nueva.
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Todavía hoy sigue vigente el sistema electoral binominal, que dificulta la aparición de nuevas fuerzas políticas al margen de las dos grandes coaliciones. No veo, por tanto, rupturas. Hace unos días, el ex ministro de Interior y Defensa de Bachelet, Francisco Vidal, mostró el papel preponderante jugado por los ministros de Hacienda, de clara orientación neoliberal, en la elaboración de las políticas públicas y en la conducción gubernamental. No he escrito una segunda parte de Chile Actual porque estaría obligado a repetir buena parte de los análisis que ese texto contiene.—Chile es visto en la región como un referente de crecimiento y desarrollo.
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¿Qué aspectos del “modelo chileno” podrían retomar otros países de la región? —Chile realizó el ciclo de neoliberalización antes que otros países de América Latina, incluso antes que los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. En la actualidad ese proceso tiene un carácter mundial, pues se ha convertido hoy en la forma del desarrollo capitalista. Por tanto, el caso chileno ha perdido su carácter de referente. Lo que debe subrayarse es que, pese a eso, Chile representó un caso exitoso de combinación entre neoliberalización reforzada de la sociedad y funcionamiento de un sistema de democracia representativa, vigente desde 1987-1988.
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Está por verse si el gobierno de Piñera representa el acomodo de la derecha a la sociedad que durante veinte años administró la Concertación.
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El gobierno actual está negociando un plan de reconstrucción que perfectamente pudo ser presentado por los anteriores gobiernos.
—¿Dónde ubica la política exterior chilena: más cerca del bloque liderado por Brasil, Venezuela y Argentina en la región, o a los países ideológicamente afines a EEUU (como Perú y Colombia)?
—Piñera ha realizado sus primeras actividades de política exterior acomodándose a algunas decisiones que lo acercan a Brasil y Argentina. Por ejemplo, aceptó (con muchas menos vacilaciones que las que hubiera tenido la Concertación) el nombramiento de Néstor Kirchner en la Secretaría General de Unasur. Sin embargo, a la larga el gobierno de Piñera se alineará con los países más cercanos a las posiciones de EEUU.—Los presidentes Piñera y García coincidieron en la Cumbre Unión Europea–ALC, en Madrid, e intercambiaron opiniones en torno a una supuesta carrera armamentista en la región.
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¿Cómo leer estas declaraciones a la luz de la demanda interpuesta por el Perú ante la Corte de La Haya?
—El gobierno de Bachelet prácticamente congeló las relaciones con Perú, en respuesta a la presentación realizada ante la Corte de La Haya. La administración de Piñera ha reactivado las conversaciones e incluso ha aceptado debatir el tema de la carrera armamentista en la cual Chile ha sido implicado. Creo que la administración Piñera mantendrá una política de conversaciones con Perú, pues para los sectores empresariales chilenos se trata de un país muy importante, especialmente en materia de intercambios económicos.
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—La crisis global actualizó el debate sobre el fin del neoliberalismo.
¿Qué tipo de modelos “alternativos” se estarían construyendo desde los gobiernos “progresistas”?
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—Se ha dicho que la crisis en desarrollo ha sido la más importante que afectó al capitalismo desde 1929, la cual suscitó la llamada respuesta “keynesiana”. La importancia de esta crisis es que pone en jaque el optimismo respecto al modelo, mostrando que las economías demasiado desreguladas están más próximas a las crisis que las otras. Esta crisis es una demostración que el mercado solo no arregla ni ajusta todo; que las autoridades deben realizar políticas públicas reguladoras, sin las cuales las economías pueden irse a pique. La situación actual muestra que el capitalismo neoliberal, sin controles y regulaciones, no es tampoco una buena receta.
—¿Cómo ve a la izquierda en su país? ¿Puede Ominami ocupar el espacio electoral que perdiera recientemente la Concertación?—
Una izquierda futura debe reconstruir alianzas de centro izquierda de nuevo tipo. En primer lugar, más inclusivas que las existentes, pues ellas dejaban fuera a las fuerzas más a la izquierda que la Concertación. Ese tipo de bloque debe ser por los cambios, debe postular una plataforma de profundización de la democracia.
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Ahora tenemos una democracia representativa con casi nula participación, más allá de las elecciones. Esa situación debe ser modificada. La izquierda debe estar a la cabeza de las demandas para que todo el pueblo participe. Solo así la soberanía popular tiene sentido. Lo fundamental es que los ciudadanos puedan discutir, plantear sus puntos de vista, incidir en la elaboración de los presupuestos a todos los niveles, del país como un todo, de las regiones, de los municipios. Opinar sobre todas las políticas públicas, incluidas las relacionadas con la defensa nacional. El problema no son los nombres. Lo central es la plataforma: la izquierda a la cabeza de las demandas participativas.