Jueves 25 de Marzo del 2010
Cuando la lámpara de luz no enciende, uno chequea si está enchufada o si el foco está malogrado. Nadie pensaría inmediatamente en cambiar la lámpara. Ningún chofer sensato desecharía así nomás su vehículo o buscaría cambiarlo si no arranca. Se busca la causa para arreglarla. Porque sabemos que a veces las cosas no funcionan si no les damos los insumos para operar. Y, sobre todo, porque siendo nuestras, las cuidamos y valoramos.
Parecería que esa sensación de pertenencia y cuidado solo la aplicamos a lo que sentimos nuestro en el sentido más privado del término: mis cosas, mis pertenencias; mas no a aquello que también perteneciéndonos es de todos: la cosa pública. Allí sí no importa cambiar todo de inmediato y comenzar de nuevo. Estamos acostumbrados a que si algo público “no funciona” tenga que ser recreado por decreto o reinventado, sin importar lo ya avanzado. Actuamos como si todo lo nuevo fuera mejor y nada hubiera existido antes, olvidando que la única manera de construir algo sólido es sobre lo que ya existe, reforzando lo bueno, realizando las adecuaciones que permitan mejorar, cuidando el legado presente y valorando la institucionalidad.
Como el Tribunal Constitucional (TC) mete la pata hay que limitarlo. Como las compras del Estado no eran ágiles creamos OSCE, como la anticorrupción no fue exitosa creamos una comisión de alto nivel, para reconstruir Pisco creamos Forsur, y así sucesivamente hacemos gala del eslogan “Si no funciona, cámbialo. Si no te gusta, refúndalo”. Y esto deriva en “Si no está de acuerdo contigo, destrúyelo, y si te critican, persíguelos.”
Más allá de los aranceles, que es —¡qué duda cabe!— una clara atribución del presidente de la República, lo que está en juego son los pesos y contrapesos del poder. El TC por definición “saca roncha” pues vela por lo que establece nuestra Constitución. Que sus miembros se equivoquen es posible, como lo es toda acción humana. Que pueden ser más íntegros, también, como lo podemos ser todos a diario.
El Ejecutivo y, en su caso, el Congreso cuentan con medidas para corregir el tema de los aranceles, pero eso no es lo que está en juego. En un contexto electoral y de amenazas a la libertad de prensa, es sumamente delicado pensar en refundar el TC. Debe preocuparnos a todos si hoy, desde el poder, se intenta modificar sus funciones. ¡No vaya a ser que haya gato encerrado!