25 de Enero 2010
Más de la mitad de las personas que realizan alguna actividad económica en áreas urbanas en el Perú lo hacen en forma invisible.
Este hallazgo se desprende del censo económico realizado en el 2008 en todas las áreas urbanas del país.
A pesar de tratarse de una investigación exhaustiva, solo logró ubicar a 2,8 millones de trabajadores.
El radar del censo no captó una fuerza de trabajo, “invisible”, aun más grande, de aproximadamente 3,4 millones de trabajadores, o sea el 55% del total de los ocupados urbanos del sector privado.
Como todo inventario, parte del descubrimiento del censo es lo que falta.
Algunos pensarán que el censo se limitó a la gran empresa. Al contrario, la actividad económica identificada por este incluye un alto porcentaje de la economía de pequeña escala. El censo consistió en un barrido de las ciudades y pueblos, y llegó a registrar un alto porcentaje de pequeños establecimientos.
Nada menos que 91% de los establecimientos censados corresponden a personas naturales y 97% de ellos fueron microempresas. Incluso en Lima, el 86% de los establecimientos censados consisten en negocios de personas naturales, que incluyen cerca de un millón de pequeños comerciantes, talleres y otros negocios con un alto grado de informalidad.
Pero el mundo no habido para el censo es el de las personas que trabajan dentro de los hogares, o que no tienen un lugar de trabajo fijo, un mundo aun menos visible que el de las microempresas.
Entre otros, incluye a los empleados domésticos, ambulantes, mototaxistas, albañiles, electricistas, repartidores, guachimanes, masajistas, técnicos de computadoras, músicos, sastres, señoras que hacen tortas, corredores de inmuebles, entrevistadores, camioneros, peritos legales, contadores, cobradores y hasta abogados.
No es que sean realmente invisibles, sino que el ojo del investigador está programado para ver la actividad económica en el marco de un establecimiento o en el de las categorías formal e informal.
Si bien estamos familiarizados con los oficios invisibles, colectivamente siguen siendo un mundo no habido. Ha llegado la hora de cambiar de paradigma laboral.
Es hora de reconocer un nuevo mundo del trabajo que se caracteriza por su individualismo extremo, por la importancia de la pericia y capacitación y por el negocio propio, y que en vez de girar en torno a una ubicación física, opera a través de redes de clientes y de proveedores, y del teléfono y de la Internet.