Hasta hace pocos días era uno de los favoritos de García.
Es que creyó en García.
José Enrique Crousillat ha demostrado, en carne propia, que se puede pasar, en apenas horas, de cortesano a hereje, de mimado a apestado, de montesinista con privilegios alanistas a pobre diablo con orden de captura.
¿Y la revisión que se haría de la calidad de los once diagnósticos supuestamente en juego?
¡Pamplinas!
El indulto, que es una gracia, puede desaparecer de un patadón desgraciado (como el que sufriera, aquella tarde infame, Jesús Lora).
La lección es que, tratándose de García, la única estabilidad jurídica posible es la que disfrutan los mineros y los TLC.
Y ojo que no es que estemos lamentando la situación de Crousillat, veterano rufián de contenidos televisivos.
Lo que lamentamos es la imagen de país que hemos tenido que dar gracias al doctor García.
Sí, gracias a él, que se enfangó otra vez en un charco mafioso otorgando una gracia humanitaria que Crousillat no se merecía.
Lo que el indulto quería era devolver a las calles y a los juzgados al hombre que podía poner nerviosos a “El Comercio” y “La República”.
Y los puso, pero a costa de poner al mismo tiempo al descubierto la grosería de la gracia concedida: la zafiedad alquilada de Pastor, el desacato a los dictámenes médicos y procesales del Inpe, la intervención mafiosa para que el reo no estuviera en San Jorge y pasara su “carcelería” en el spá disimulado de una clínica.
Y encima vino lo del juicio apocalíptico maquinado por Jorge Castro y bendecido por Nicolás Lúcar, el consejero del Padrino.Ya no sólo el indulto: ¡también la recuperación del Canal que se usó de mingitorio!Crousillat olvidó que esperar dos grandes piezas en una sola sesión de pesca es algo que sólo los ingenuos hacen.
¿No le bastó con la libertad tramposa obtenida en alguna covacha de palacio de gobierno?
No. Y no le bastó porque –de eso pueden estar Seguros- escuchó de García (a través de Castro) no sólo frases amables y piadosas sino anuencias prometedoras y aliento de barra brava y compromisos de vegasvegas.
Pero García hace tiempo que no calcula bien.
Hace mucho tiempo que ha perdido el instinto del horizonte y las señales del mediano plazo.
Por eso no pudo prever el terremoto que se le vino (un 7,9 en la escala modificada de Rey).
Y por eso olvidó todo, pateó todo, desconoció todo y, sometido a una presión que incluyó la de su propio partido, mandó a apresar al que nunca debió estar libre y, horas después, “disolvió” el indulto burlándose de toda formalidad (y no se sabe si previniendo antes a Crousillat, su traicionado ex-beneficiario).
La lección de todo esto es que el Perú es una republiqueta esparraguera, una Pampa Bonita donde el presidente hace lo que le da la gana, un reino cafre en el que el poder judicial persigue a pedido del califa y donde la ley se escribe en esos suaves papiros enrrollados que suelen estar junto a los inodoros.