miércoles, 23 de diciembre de 2009

Guía para sobrevivir las fiestas navideñas

Guía para sobrevivir las fiestas navideñas

Simone Cavalletti

Llegó la época más esperada por muchos, y de paso las invitaciones a cenar, fiestas y parrandas donde abunda en exceso la comida y la bebida.
La pregunta es:
¿Podemos mantener nuestro peso durante esta época del año?
La respuesta es: Sí; y a continuación le explico cómo.
Lo primero que deben tener en cuenta es que hay que mantenerse activos.

Usualmente durante esta época muchas personas disfrutan de vacaciones, lo que representa un tiempo ideal para realizar la actividad física de su preferencia.

• No deje de entrenar. Si habitualmente visita el gimnasio o realiza algún tipo de deporte, no deje de practicarlo porque es Navidad. Todo lo contrario, debe aprovechar para entrenar ahora que hay poca gente y a las horas que mejor le convengan. Si tiene alguna tarde o día libre, combine las compras con alguna sesión de ejercicio.
• Rutina matutina. Si tiene a toda la familia en casa y le espera una larga jornada de cocina, niños, visitas, compras, etc., sería bueno levantarse temprano y realizar una buena caminata o una carrera antes de desayunar. El aire fresco y el ejercicio lo ayudarán a empezar el día cargado de energía, con buen humor y con el metabolismo quemando calorías desde primera hora. Si tiene una bicicleta fija o una trotadora, levántese 30 minutos más temprano, eso es todo lo que necesita.
• Aproveche el momento de las compras. Nunca se pasan tantas horas de compras como en Navidad. Esta es una buena oportunidad para caminar.

Siempre acompañado de su inseparable botella de agua para ayudar a limpiar el cuerpo de las toxinas de la noche anterior.

• Paseo obligatorio. Después de comer mueva un poco el esqueleto y no se siente en el sofá a ver la televisión. Está claro que casi siempre en Navidad, terminamos comiendo de más y de lo que más engorda. Acompañado o solo, es aconsejable dar un buen paseo después de cada comida.
• Gimnasio en casa. Cuando tenga un rato libre en su hogar, puede hacer algunos abdominales, flexiones de brazos, ejercicios de piernas y estiramiento. Todo disfrutando de su programa o música favorita.
• No deje de comer. No se trata de dejar de disfrutar de las delicias culinarias que caracterizan esta época tan especial. Por ejemplo: Si siente que comió o bebió de más la noche anterior, al día siguiente debe ser fuerte y evitar cualquier tipo de ingesta con muchas calorías. Incluya mucho líquido.
• Recetas saludables. Hay muchas formas de modificar esa receta que tanto le gusta. Utilice productos bajos en azúcar y en grasa.
• Vacaciones activas. Si tiene unos días de vacaciones, es fundamental aprovecharlos para descansar y hacer deporte, sobre todo si normalmente no tiene mucho tiempo.
¿Quién dijo que Navidad es sinónimo de engordar?
Disfrute de esta época tan especial, y recuerde que las palabras clave son moderación y acción.
¡Felicidades!

Salvar el capitalismo o salvar el planeta ????

Salvar el capitalismo o salvar el planeta

Le Monde diplomatique Nº 32, Dic. 2009

Ultimátum a la Tierra Ignacio Ramonet*

No se trata de ser gratuitamente apocalíptico: lo que está en discusión es, sencillamente, la supervivencia de la humanidad.
La fina capa atmosférica que rodea la Tierra, cada vez más contaminada, funciona hoy como el manto de polietileno de un invernadero: si todo sigue igual, la temperatura media del planeta subirá por lo menos cuatro grados centígrados, y las consecuencias serán catastróficas.

Representantes de todos los países del mundo se reúnen en Copenhague (Dinamarca) del 7 al 18 de este mes en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, con el objetivo de evitar que, de aquí a 2050, la temperatura media del planeta aumente en más de dos grados.
Si la Tierra fuese una pelota de fútbol, el espesor de la atmósfera sería de apenas dos milímetros... Nos hemos olvidado de la increíble estrechez de la capa atmosférica y consideramos que ésta puede absorber sin límites cualquier cantidad de gases nocivos.
Resultado: se ha creado, en torno al planeta, un sucio envoltorio gaseoso que captura el calor del sol y funciona como un auténtico invernadero.
El calentamiento del sistema climático es una realidad inequívoca. Unos 2.500 científicos internacionales, miembros del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima (GIEEC) (1), lo han confirmado de modo indiscutible.
Su causa principal es la actividad humana que produce un aumento descontrolado de emisiones de gases, sobre todo dióxido de carbono (CO2), producto del consumo de combustibles fósiles: carbón, petróleo, gas natural. La deforestación acrecienta el problema (2).

Desde la Convención del Clima y la Cumbre de Río de Janeiro en 1992, y la firma del Protocolo de Kyoto en 1997, las emisiones de CO2 han progresado más que durante los decenios precedentes.
Si no se toman medidas urgentes, la temperatura media del planeta aumentará por lo menos en cuatro grados. Lo cual transformará la faz de la Tierra. Los polos y los glaciares se derretirán, el nivel de los océanos se elevará, las aguas inundarán los deltas y las ciudades costeras, archipiélagos enteros serán borrados del mapa, las sequías se intensificarán, la desertificación se extenderá, los huracanes y los tifones se multiplicarán, centenares de especies animales desaparecerán...
Las principales víctimas de esa tragedia climática serán las poblaciones ya vulnerables del África subsahariana, de Asia del Sur y del Sudeste, de América Latina y de los países insulares ecuatoriales.
En algunas regiones, las cosechas podrían reducirse en más de la mitad y el déficit de agua potable agravarse, lo que empujará a cientos de millones de “refugiados climáticos” a buscar a toda costa asilo en las zonas menos afectadas… Las “guerras climáticas” proliferarán (3).
Para evitar esa nefasta cascada de calamidades, la colectividad científica internacional recomienda una reducción urgente del 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Es el único modo de lograr que la situación se vuelva controlable.

En esa perspectiva, tres son los temas centrales que se abordan en Copenhague:
• Determinar la responsabilidad histórica de cada Estado en la actual degradación climática, sabiendo que el 80% de las emisiones de CO2 son producidas por los países más desarrollados (que sólo reúnen el 20% de la población mundial), y que los países pobres, los menos responsables del desastre climático, padecen las consecuencias más graves.
• Fijar, en nombre de la justicia climática, una compensación financiera para que aquellos Estados que más han degradado el clima aporten una ayuda significativa a los países del Sur que les permita luchar contra los efectos de la catástrofe climática. En esto radica uno de los principales desacuerdos: los Estados ricos proponen una suma insuficiente, cuando los países pobres reclaman una justa compensación más elevada.
• Definir con vistas al futuro un calendario vinculante que obligue política y legalmente a los actores planetarios –tanto a los países desarrollados como a las otras potencias (China, Rusia, India, Indonesia, México, Brasil)– a reducir progresivamente sus emisiones de gases de efecto invernadero.
Ni Estados Unidos ni China (los dos principales contaminadores) aceptan esta perspectiva.
Además de esta agenda, un fantasma recorrerá las mesas de discusión de Copenhague: el del necesario cambio de modelo económico. Existe en efecto una grave contradicción entre la lógica del capitalismo (crecimiento ininterrumpido, avidez de ganancias, explotación sin fronteras) y la nueva austeridad indispensable para evitar el cataclismo climático.
Un sistema despilfarrador
Si el sistema soviético implosionó fue, entre otras razones, porque descansaba sobre un método de producción que valoraba principalmente el beneficio político de las empresas (creaban obreros) y no su coste económico.
De igual modo, el sistema capitalista actual únicamente valora el beneficio económico de la producción, y no su coste ecológico. Con tal de obtener un beneficio, no le importa que un producto tenga que recorrer miles de kilómetros, con la emisión de toneladas de CO2 que eso supone, antes de llegar a las manos del consumidor. Aunque ello ponga en peligro, a fin de cuentas, a toda la humanidad.

Por otra parte, es un sistema despilfarrador que agota los recursos del planeta.

Actualmente la Tierra ya es incapaz de regenerar un 30% de lo que cada año consumen sus habitantes.

Y demográficamente éstos no cesan de crecer. Somos ya 6.800 millones, y en 2050 seremos 9.150 millonesLo que complica el problema. Porque no hay recursos para todos.

Si cada habitante consumiese como un estadounidense se necesitarían los recursos de tres planetas.

Si consumiese como un europeo, los de dos planetas…

Cuando no disponemos más que de una Tierra. Una diminuta isla en la immensidad de las galaxias.

De ahí la urgencia en adoptar medidas que detengan la huida hacia el abismo.

De ahí también, ante el cinismo de muchos líderes mundiales, la rabia de los miles de militantes ecologistas que convergen de todo el planeta hacia la capital danesa gritando dos consignas: “¡Cambiad el sistema, no el clima!” y “Si el clima fuese un banco ¡ya lo habrían salvado!”.

Se cumplen diez años de las grandes manifestaciones de la “batalla de Seattle” que vieron nacer el movimiento altermundialista.

En Copenhague, una nueva generación de contestatarios y activistas, en nombre de la justicia climática, se dispone a abrir un nuevo ciclo de luchas sociales. La movilización es enorme. La pelea va a ser grandiosa. Está en juego la supervivencia de la humanidad. ♦

REFERENCIAS
(1) Recompensado colectivamente, en 2007, con el Premio Nobel de la Paz por sus informes sobre los cambios climáticos.
(2) Los árboles, las plantas y las algas de los océanos absorben y neutralizan el CO2, y producen oxígeno; de ese modo ayudan a combatir el efecto invernadero.
(3) Véanse Harald Welzer, Les Guerres du climat. Pourquoi on tue au XXIe siècle, traducido del alemán por Bernard Lortholary, Gallimard, París, 2009, y Gwynne Dyer, Alerte, changement climatique: la menace de guerre, traducido del inglés por Odile Demange, Robert Laffont, París, 2009.
*Director de Le Monde diplomatique, España