martes, 22 de diciembre de 2009

BRITISH MEDICAL JOURNAL: Papá Noel no es un buen ejemplo para los chicos

Dic. 2009

Porque es obeso y sedentario (British Medical Journal)Papá Noel no es un buen ejemplo para los chicos

Así lo afirma un estudio del British Medical Journal. También dice que las empresas usan su figura para vender comida chatarra y hasta cigarrillos y alcohol. Del mito al consumismo.

Personaje polemico
Silvina HerreraNoche de paz.
A pesar de los cuestinoamientos, la Navidad sigue siendo una celebración familiar.
La mesa servida con aromas exquisitos y sabores estridentes, el mismo arbolito gastado, el brindis de media noche, los regalos, la sidra y el pan dulce, son parte de una tradición que se repite año tras año cada 24 de diciembre.
Una fecha que llena de ilusiones a la mayoría, y que también trae algo de nostalgia.
Pero desde hace años es el personaje de Papá Noel el que despierta la mayor atracción y el que hizo crecer a niveles inimaginables el impulso comercial de la Navidad.
La figura de un señor barbudo, gordo, sedentario, abrigado, vestido de rojo, con trineos y al grito de “jo, jo, jo” fue la que desencadenó la fascinación por la Nochebuena.
Pero al parecer, según un informe del British Medical Journal, Papá Noel resulta en realidad un mal ejemplo para los chicos por ser obeso, adicto al alcohol, fumador e irrespetuoso de las normas de tránsito.
Los investigadores científicos comparan a Papá Noel con Ronald McDonald porque ambos tienen un nivel de popularidad similar y son iconos negativos para la salud de los niños, según afirman. “Las compañías lo obligaron a vender cigarrillos y alcohol, y ahora en algunas partes del mundo lo tenemos también en publicidades de comida chatarra.
¿Debemos dejar que Papá Noel venda fast food?
Son preguntas de salud pública que deberíamos hacernos”, escribe el profesor Nathan Grills, uno de los autores del informe.
Además, considera que es preocupante que “Papá Noel consuma tantas cantidades de alcohol y encima conduzca su trineo cuando no está en condiciones de hacerlo” y agrega: “Al menos, podría repartir los regalos trotando”.
El árticulo británico cuestiona que Papá Noel se haya convertido en un personaje mediático utilizado por las compañías para lograr vender y vender, sin tener en cuenta que su figura no constituye un ejemplo para los chicos. “Es importante que los modelos de nuestros hijos den una imagen de personas que llevan una buena alimentación y realizan ejercicios diarios en una sociedad en la que la mayoría de los niños sufren de obesidad”, indica el estudio.
Los científicos además critican que esta figura comercial de un Papá Noel que fuma y bebe sin control pueda llevar a los chicos a preguntarse si eso es algo correcto.
“Los chicos aprenden por imitación; si ven a Santa Claus fumando, dudarán de la enseñanza que dice que el tabaco es perjudicial para la salud”, indica Grills.Marketing navideño.
El mito actual de Papá Noel cuenta que vive en el Polo Norte, rodeado de duendes, y que se prepara todo el año para repartir los regalos a los niños en todo el mundo occidental.
Fue la empresa Coca Cola que lo recreó en los años 30 y popularizó aún más al personaje, hasta convertilo en un símbolo de consumo.
Su figura se hizo famosa en todo el universo cristiano y en Argentina fue incorporado casi con naturalidad, a pesar de lucir un traje ultra abrigado para los 30 grados del verano sudamericano.
A pesar de que el festejo ya trasciende el hecho religioso y se convirtió en una tradición familiar, desde la creencia cristiana, “Santa Claus” todavía despierta resistencia.
El filósofo Raúl Petrinelli, profesor de Teología de la Universidad del Salvador, asegura: “El mito de Papá Noel como hoy se lo conoce es algo extra cultural, importado de Estados Unidos, hay que volver a las fuentes. Nunca fue propio de nuestra idiosincracia, hubo un buen marketing detrás para imponerlo. La concepción de los regalos viene de la antigüedad, no era necesario importar algo porque ya exsitía”. Sobre la consideración de que se trata de un mal ejemplo, indicó: “No sé si tanto, pero representa una visión distorisionada de la realidad, ¿por qué tiene que ser una persona obesa la que hace los regalos?
La ilusión en los chicos se puede generar de otras formas más sanas”. Petrinelli asegura que él le dice a sus hijos que el que reparte regalos no es Papá Noel, sino el niño Jesús.
Los ateos y quienes responden a otras religiones también festejan la Nochebuena, y algunos hasta arman el árbolito y compran regalos.
“Mis padres se enojan, pero lo hago para no ver a mis chicos tristes mientras sus amiguitos festejan”, dice Mariana D, perteneciente a la comunidad judía.
Muchos pensadores contemporáneos reflexionan con una mirada crítica sobre los cambios que la figura de Papá Noel trajeron al tradicional festejo y la llamada mercantilización del mito navideño.
La historiadora María Sáenz Quesada, consultada por PERFIL, afirmó: “El personaje de Papá Noel está traído de afuera. La esencia de la Navidad es la paz y la reunión con la familia.
La preparación espiritual de esta fecha fue modificada y ahora se trata más de una fiesta de consumo”.
Cuando el cine se ríe de la Nochebuena
La industria del cine es uno de los productos culturales que más retrató el mito navideño y que repitió una y otra vez los tópicos conocidos sobre Papá Noel y la Nochebuena.
Sin embargo, algunas pocas películas dejan de lado los lugares comúnes y se ríen de la Navidad. Uno de los films pioneros fue la francesa Papá Noel es una basura de Jean Marie Poiré, del año 1982, sobre un grupo de personas comunes que coinciden una tarde de Nochebuena en una oficina de servicios sociales.
Pero fue Tim Burton con la animada The Nightmare before Christmas, traducida como El extraño mundo de Jack, el que marcó un antes y un después a través de su característica oscuridad.
El personaje de Jack lidera la fiesta de Halloween, pero un día se aburre y decide que quiere hacer el trabajo de Papá Noel, claro que en vez de repartir regalos alegres lleva en los paquetes serpientes y arañas.
Puro humor melancólico en un mundo repleto de encanto.Con producción de los célebres hermanos Coen, en 2003 llegó Un santo no tan santo, un retrato de la decadencia en el que Billy Bob Thornton interpreta a un Papá Noel drogadicto que odia a los chicos y se burla de todas las creencias conocidas sobre la Navidad.

Reflexión EL ACTO MÉDICO

Reflexión

EL ACTO MÉDICO



Para los que elegimos esta profesión es una tarea apasionante, porque en ella descubrimos las preguntas que se podría hacer el filósofo, la creatividad del artista, el saber del científico y el servicio para la tarea solidaria.
Dr. Juan Carlos Reboiras, Psiquiatra y Profesor de Filosofía
No es intención de este trabajo hacer una sesuda exposición con aspiraciones filosófica. Se trata solamente de reflexiones hechas en voz alta sobre un quehacer ejercido durante más de cuarenta años, con la actitud de un médico que ha tematizado su ejercicio cotidiano, y con el simple objetivo de compartir con colegas estos pensamientos, sabiendo que seguramente ellos han sabido descubrir dimensiones que yo no he podido percibir.

El vínculo médico-paciente tiene una característica peculiar: es una relación entre dos sujetos humanos.
La ya conocida estructura bipolar de todo acto de conocimiento donde en un polo está el sujeto que conoce y en el otro el objeto a conocer, se transforma aquí en una relación sujeto-sujeto.
A esta peculiaridad se agrega otro aspecto, implícito en ocasiones, explícito con frecuencia, y que da un perfil especial y único al acto médico: siempre tiene como fondo el horizonte de la muerte.
La enfermedad (ya establecida o por sobrevenir), por más benigna que sea remite a un menoscabo de lo vital, a la no vida, y por lo tanto a la muerte.
Sin duda es por esta razón que el médico vive la relación como riesgo: porque el enemigo no perdona, el menor descuido, el más pequeño error será capitalizado por la muerte.
Ese riesgo, presente o no en la conciencia del médico, pero siempre existente en el vínculo médico-paciente, determina una actitud vital de alerta: la semiología nos prepara y nos enriquece con herramientas para detectar al enemigo.
Nuestro propio cuerpo se convierte en herramienta: percusión, auscultación, palpación... al servicio del alerta.
Nuestra razón se convierte en una facultad hermenéutica, descifradora de signos y síntomas que hace posible interpretar el material recogido que patentiza la enfermedad, y que aspira a limitarla y anularla, es decir, ponerla en fuga.
Hasta aquí, pues, los términos esenciales del vínculo médico-paciente: relación sujeto-sujeto, posibilidad de muerte como horizonte, riesgo, alerta.

Sin embargo, no se agotan aquí las reflexiones. Sobre estas características básicas, se apoyan otras, muy difíciles de percibir desde fuera, sólo descubiertas en el mismo acto médico, no durante el acto, sino en la posterior introspección que reflexiona sobre ese vínculo peculiar.
Me atrevería a decir que es casi una experiencia esotérica, sólo conocida por los iniciados que han transitado por ella.
Haré lo posible por conceptualizarla. Podemos afirmar que el acto médico es un estado de tensión entre términos bipolares, opuestos, cuya síntesis es una profunda tarea de resolución de una aparente aporía, de una estructura de no fácil comprensión.
Veamos porqué y en qué aspectos:
1. El vínculo sujeto-sujeto tiene una dimensión necesariamente objetal, esto es, el cuerpo del paciente debe, sin duda, ser conocido, estudiado como cosa, como objeto en su nivel naturaleza. Sin embargo, este vínculo con lo natural debe incorporar la naturaleza trascendente, o si se quiere espiritual de lo humano. El médico no puede optar definitivamente por uno de los términos, es necesario que resuelva esa tensión: ni centrarse en el cuerpo y abandonar lo espiritual, ni abandonar el cuerpo y centrarse sólo en lo espiritual.
2. Relacionado con lo anterior y como consecuencia de ello aparece la necesidad de plantearse el lugar que debe ocupar el médico frente a su paciente: ¿observador objetivo del padecer, o protagonista que establece una relación empática con su paciente? Nuevamente dos términos polarizados: la opción por el primero ganaría en conocimientos de esa dimensión causal, pero nos alejaría de la acabada comprensión del dolor del semejante.
La empatía podría llegar a obstaculizar el proceso conocimiento de la enfermedad (no por casualidad los médicos nos negamos a atender seres queridos) pero nos acerca afectivamente al paciente. Entonces, ¿frío observador o protagonista empático?
3. La bipolaridad en la cuestión de los límites del saber. La sociedad y el mismo médico exigen un saber de su materia de características casi inacabables. Nuevamente se da una tensión entre términos: saber actual versus saber posible. En el acto médico, frente al paciente, se nos hace patente la realidad limitada de nuestro conocimiento (a la manera socrática, casi ignorancia), frente a las dimensiones del saber posible capaz de desentrañar los misterios de la enfermedad.
El médico está siempre en falta en esa tensión de conocimiento: la conciencia de un no saber y de un poder saber más se desplaza como un horizonte inalcanzable.
4. Los límites de la entrega. He aquí una nueva tensión, porque como el acto médico no termina con el apretón de manos de la despedida, sino que siempre hay una posible llamada, una posibilidad de... constante, una invasión del paciente a nuestro mundo cotidiano: el almuerzo, la cena, nuestro descansar, los festejos familiares, etc. Éstos pueden ser interrumpidos imprevistamente (nuevo estado de alerta); decíamos entonces, que como el acto médico no termina con la despedida, nos planteamos ¿cuál deberá ser la dimensión de la entrega, cuál es su límite? Aparece entonces la tensión entre la entrega real y la entrega posible. ¿Es suficiente la que realizamos? ¿Debemos hacerlo más, aún sacrificando a nuestra familia? ¿Dónde está ese límite imponderable que nos dé la ansiada tranquilidad?5. La tensión del autoengaño.
El paciente con frecuencia, pone en el médico cualidades omnipotentes, lo que podríamos llamar una idealización de su figura. Esto se comprende pues el enfermo necesita asegurarse la creencia en la idoneidad profesional, y para ello lo inviste de poderes y saberes que generalmente están lejos del saber real y objetivo.
Es innegable que este status que da el paciente ejerce una especie de fascinación que nos puede hacer caer en la trampa del autoengaño. Si claudicamos a ella actuaremos como sabiondos, que tienen respuesta para todo. Construiremos pues un pseudosaber bajo la presión del paciente.
Correremos entonces el riesgo de ser poco eficaces, porque ese aparente saber sin fisuras no deja espacio al saber de la propia ignorancia, el cual nos remite a nuestros propios límites y nos alienta para seguir aprendiendo.
6. No cabe duda de que el acto médico implica una actitud de servicio.
Un servicio que como decíamos al principio, supone la lucha contra la enfermedad actual o posible.
Pero este servicio no excluye una dimensión económica. Al profesional, como en cualquier otra actividad, se le paga un honorario por su acto médico.
Lo peculiar de este vínculo servicio-honorario es que cualquier sospecha de que el acto se contaminare con algún interés económico, sería condenable.
El médico transita esa delgada franja en que debe mantener impoluto su servicio: su conciencia y la de los demás se encuentran al acecho para condenar la posible falta.
CONCLUSIONES:
La tensión entre términos descripta en todo lo anterior y que le dimos la característica de bipolaridad, tiene su repercusión, por supuesto en el ámbito psicológico: es un vivir la profesión como una tarea nunca totalmente acabada ya que la relación con el paciente es un acto creador siempre inédito, siempre renovado y original.
En el acto médico se debe hacer un tremendo esfuerzo de síntesis (no siempre conciente) entre lo conceptual y lo singular, entre la enfermedad y el enfermo, sin perder de vista a ninguno de los dos.
Para los que elegimos esta profesión es una tarea apasionante, porque en ella descubrimos las preguntas que se podría hacer el filósofo, la creatividad del artista, el saber del científico y el servicio para la tarea solidaria.
Nos preguntamos entonces :
a) si la universidad nos prepara para llevar a cabo con éxito este esfuerzo;
b) si el perfeccionamiento de postgrado tiene en cuenta estos aspectos;
c) si no se debería poner énfasis en una tarea de revalorización no sólo del conocimiento exclusivamente técnico, indudablemente imprescindible, sino también en la construcción de una sabiduría que abreve en lo humanístico, espacio donde quizás pueda realizarse la deseada síntesis integradora de la bipolaridad.

Dr. Juan Carlos ReboirasMédico Psiquiatra
CMA MN: 27208
Profesor de Filosofía

El arte de la medicina y el sufrimiento de los médicos

DIC 09

Burnout, relación médico paciente
EL ARTE DE LA MEDICINA Y EL SUFRIMIENTO DE LOS MÉDICOS
Las escuelas de medicina enseñan la ciencia, pero ignoran el arte de la medicina, la tecnología superó a la comprensión moral y los hospitales se transformaron en laberintos fríos e impersonales.

Dres. Cole TR, Carlin N.The Lancet 2009;374:1414-1415.

Durante los últimos 40 años, nos familiarizamos demasiado con la deshumanización de la medicina moderna: nuevas tecnologías alteraron la relación médico-paciente, los especialistas conocen cada vez más de cada vez menos y los médicos tratan enfermedades y no pacientes.
A esto hay que agregar que las escuelas de medicina enseñan la ciencia, pero ignoran el arte de la medicina, la tecnología superó a la comprensión moral y los hospitales se transformaron en laberintos fríos e impersonales.
Como atenuante de esta deshumanización resurgió la bioética y las humanidades en medicina. El propósito es que el paciente sea tratado como una persona respetable, se la escuche, se la comprenda y se la ayude en la toma de decisiones.
Las evidencias también señalan que los médicos también sufren la deshumanización de la medicina moderna.
Existen varios signos que muestran que ser médico hoy no es bueno para la salud por la creciente ansiedad y la depresión.
La tasa de suicidios es mayor entre los médicos que en la población general. En Estados Unidos, alrededor del 15% de los médicos van a estar dañados o perjudicados en algún momento de sus carreras, lo que indica que no podrán cumplir con sus actividades profesionales por enfermedad mental, adicciones o alcoholismo.
El llamado “burnout” o agotamiento psicofísico tiene tasas de alarmante crecimiento entre los estudiantes, residentes y médicos. El burnout es un problema generalizado en la mayoría de los países incluyendo Argentina.
El burnout se identifica mediante 3 síntomas principales:
-agotamiento emocional,
-despersonalización y
-sensación decreciente de auto eficacia.
Una comprensión más profunda del burnout de los médicos es analizando el entorno en que se desempeñan: ambientes tecnocéntricos, deshumanizados con objetivos donde predomina la rentabilidad y con un sistema de salud injusto y burocrático. Estas condiciones se acentúan más en los países subdesarrollados por la falta de recursos materiales y humanos y deficientes sistemas de salud.
Existe una excelente definición dada por Christina Maslach and Michael Leiter: “El burnout es un índice de la disociación entre lo que una persona es y lo que debería ser. Representa una erosión en los valores, la dignidad, el espíritu y los deseos, un deterioro del alma humana”.
Una forma de indagar sobre el burnout de los médicos es la noción de Theodor Adorno de “violencia ética”.
En su tratado Problems of Moral Philosophy, Adorno llamó la atención sobre un aspecto cruel de la moral colectiva forzada.
Cuando una norma ética se torna imposible de aplicar dentro de una condición social existente, el resultado es la violencia ética.
Las instituciones que ignoran las condiciones sociales existentes y presionan rígidamente reglas de mercado, ejercen violencia sobre aquellos de quienes se espera que hagan lo imposible.
La medicina está llena de muchas personas con buenas intenciones, con integridad moral y que pretenden ofrecer atención espiritual y física adecuada.
Mantienen adecuados niveles de práctica médica, actualizan permanentemente sus conocimientos y hasta realizan investigación.
Sin embargo, las condiciones actuales limitan la capacidad de los médicos de alcanzar y desarrollar estos objetivos. En algunos profesionales esto lleva a un grado de cinismo, decepción, pérdida de la autoestima y seguridad en sí mismos, enfermedades y abandono de los ideales.
Las instituciones en general no toman en cuenta el abismo formado entre los ideales del profesional y las condiciones limitantes de su trabajo.
¿Como en este contexto podemos humanizar la práctica médica? Una respuesta apunta a la necesidad de cambios estructurales y culturales en grandes instituciones donde los médicos trabajan.
La otra respuesta incluye actividades que estimulen el auto cuidado, la reflexión y el desarrollo.
Las instituciones académicas y de prestaciones de servicios deben generar oportunidades que respalden y guíen al médico en la búsqueda bienestar y satisfacción.
Existen áreas de trabajo particularmente insalubres para el médico como las unidades de cuidados intensivos y las instituciones de pacientes terminales.
Nuestro trabajo en estos ambientes mostró que las experiencias y relatos personales de los profesionales de estas áreas revela algunos temas importantes que merecen una seria atención: pérdidas sin duelo, expectativas irreales, incertidumbre a relacionarse con el paciente, preguntas no efectuadas y un sufrimiento y muerte inexplicado.
Las pérdidas sin duelo ocurren al cuidar pacientes muy graves que están muriendo.
No es ningún secreto que los médicos tratan de suprimir sus sentimientos para mantener su compostura y la capacidad de atender al siguiente enfermo.
Pero la acumulación de no hablar con nadie ni permitirse a uno mismo sentir el impacto de estas experiencias, a menudo resulta en una acumulación de emociones no resueltas y de tristeza por duelo no elaborado.
En su libro Just Here Trying to Save a Few Lives la médica de urgencias Pamela Grim destaca que cuando se le informa a una familia de la muerte de su ser amado: “Este es el momento en que la gente odia al médico. Uno ha fracasado, ha dejado caer los brazos, puede ser demandado, da imagen de incapaz, y una parte de uno cree todo esto, porque no importa cuanto haya hecho por salvar al paciente, se espera que pueda realizar milagros”.
No hay soluciones fáciles para el sufrimiento de los médicos ni para el de los pacientes, pero sugerimos que la atención, la compasión y la conversación son importantes en ambos contextos.
Para evitar el burnout en los médicos vulnerables se requiere respeto por los relatos de los médicos lo que a su vez requiere que los propios médicos se puedan expresar y relatar sus angustias y problemas.
¿Pero quienes serán los confidentes de los médicos? Además de recurrir a métodos de terapia, los médicos deben buscar y las instituciones proveer senderos de diálogo que permitan renovación, auto cuidado, apoyo mutuo y reflexión.
Las asociaciones profesionales y las instituciones deben crear mejores condiciones de trabajo y aportar programas que promuevan la reducción del estrés, mejor calidad de vida, reflexión personal y auto protección. Esto último no se debe considerar como una opción sino como una obligación. Estamos empezando a darnos cuenta que la humanización de la medicina depende en parte de la recuperación del humanismo de los médicos.

♦ Comentario y resumen objetivo: Dr. Ricardo Ferreira.