Lourdes Flores reapareció con el fin de reforzar la idea de que su candidatura municipal será una cruzada a favor de la decencia (ella) contra la incorrección (Alex Kouri), en lo que sería la primera vez en mucho tiempo que se lanza una campaña con la bandera de la anticorrupción. Eso está muy bien, pero… ¿le interesa realmente al elector?
Su convocatoria ha tenido diferentes reacciones. Entendiblemente, la más hostil, pues contra él va dirigido el misil, fue la de Kouri, quien será su principal rival en la lid municipal y ha dicho que, en todo caso, se suma al propósito. Otros, como Ollanta Humala, no se han quedado atrás y ha dicho que sí le interesa la lucha contra la corrupción pero que no cree que el PPC sea el mejor aliado para eso y que, mejor, busca algún acuerdo con Susana Villarán, a quien sí considera “una opción honesta”.
Pedro Pablo Kuczynski, por su parte, ha declarado su apoyo a Flores en su pretensión de ser alcaldesa de Lima pues “tiene un gran nivel político y ha luchado por la democracia en el pasado”, mientras que el ex presidente del Congreso Henry Pease ha destacado su entusiasmo y ofrecido su respaldo por una candidatura como la lanzada por la presidenta del PPC.
El ex parlamentario Enrique Bernales también expresa su coincidencia con Flores: “La lucha que ha planteado es acertadísima (…) Toda la campaña, no solo la municipal de Lima, sino también la del 2011, debe tener como significado, como lema, la lucha contra la corrupción”.
Ante tanta buena intención, una pregunta que flota en el aire es si realmente esta batalla le interesa al ciudadano y constituye una buena tarjeta de presentación electoral.
Lo más probable es que, en principio, el ciudadano promedio sea una persona bien intencionada que quiere respaldar una causa noble e importante como la anticorrupción. Sin embargo, seguramente existen otros factores que también pesan en la decisión del ciudadano, como la capacidad de representarlo y de identificarse con su visión, así como la eficiencia que proyecte. No es muy claro qué pesa más en la decisión final.
La reiterada elección de Kouri en el Callao; el respaldo popular a la gestión municipal de Luis Castañeda a pesar de las severas denuncias de corrupción; el sólido segundo puesto de Keiko Fujimori en la campaña presidencial; el triunfo electoral de Alan García en el año 2006; o la derrota contundente de Valentín Paniagua en el mismo proceso, aportan evidencia empírica de que la lucha por la decencia y las credenciales de una trayectoria sin sombras no son cartel suficiente para ganar una elección. El roba pero hace obra puede seguir teniendo, lamentablemente, atractivo electoral.