En la actual campaña mediática por banalizar la competencia electoral con el lanzamiento de Jaime Bayly y quizás de Carlos Álvarez, destaca la necesidad de borrar la diferencia entre la dictadura de Fujimori y la democracia actual.
Es cierto que la derecha se ha preocupado por que persista continuidad, sobre todo económica, entre ambas, pero ahora hay un operativo en marcha para borrar toda diferencia.
El indulto de Alberto Fujimori como bandera electoral, y ya no solo de su hija Keiko, es un síntoma de este intento.
En este proceso es fundamental que nos olvidemos de que hubo transición democrática, es decir, vladivideos, huida de Fujimori, gobierno de transición y, sobre todo, promesas de cambio en los dos candidatos elegidos: Alejandro Toledo y Alan García.
Si tocamos el tema de la transición es inevitable que vayamos a su agenda central que planteaba, como lo admitían en diferente grado todos los actores en la época, cambios tanto económicos como políticos.
¿Se acuerdan de Toledo candidato? Aunque ahora sus corifeos lo quieran negar, prometió cambio como bandera central, firmó compromisos de no continuar con las privatizaciones e incluso su bancada en el Congreso se embarcó en una reforma constitucional.
Por eso lo acompañamos en un primer momento diversos compañeros con militancia de izquierda. Sin embargo, echó por la borda todas estas cuestiones burlándose de los que lo habían elegido.
¿Y García? Como político más avezado que es, desarrolló una retórica inflamada contra, por ejemplo, los TLC, para, luego de la primera vuelta, moderarse con la consigna del “cambio responsable” y olvidarse luego de todo cambio semanas antes incluso de tomar posesión del cargo.
Por ello hemos insistido, junto con Alberto Adrianzén, en que Toledo frustra la transición y García la abandona, por lo que este indispensable pasaje para nuestra democracia ha quedado inconcluso. Necesitamos entonces retomarlo y establecer las rupturas entre dictadura y democracia para que el Perú sea viable. En estas condiciones, para cualquier candidato del sistema volver a prometer cambio y traicionar por tercera vez al electorado sería demasiado. Tienen que borrar entonces de la memoria política el suceso que reclama, en nuestro pasado reciente, esos cambios. De esta manera los que los que hemos planteado, y peor todavía transformaciones, seremos unos aguafiestas que no sabemos gozar de la vida.
En resumen, AQUI NO PASA NADA.