martes, 19 de enero de 2010

Sanitarización: La deuda pendiente

Enero 2010 por Maggie Black*

El 38% de la población mundial está privada de baños

Inexplicablemente, cuando se enumeran las múltiples amenazas que atentan contra la salud del aire, del clima, de la tierra, de los mares y, en fin, de todos los seres vivos de nuestro planeta, raramente se habla de una fundamental: la diseminación de las heces humanas en el medio ambiente sin un tratamiento previo adecuado. Sin embargo, la carencia de sistemas sanitarios eficaces para buena parte de la población mundial es una fuente potencial de devastadoras enfermedades.
En nuestro mundo preocupado por las emisiones de gas carbono y los contaminantes químicos y nucleares, la contaminación que generan los excrementos patógenos no suscita inquietud alguna. Desde la Gran Peste de Londres (recuadro, pág. 35), los países industrializados destinaron importantes recursos a limpiar y sanear el medio ambiente urbano. En los países en vías de desarrollo, una mejor comprensión de las causas de las enfermedades redujo el temor al “mal aire” (mala aria), considerado responsable de diversas contaminaciones durante siglos.
Pero la creciente urbanización genera una nueva preocupación. Gran parte de la población de las ciudades habita en viviendas precarias: chozas, galpones, villas miseria, favelas... Mil millones de ciudadanos sufren la falta de instalaciones sanitarias y sus consecuencias en términos de miseria, dignidad y salud.
Tras haber sufrido más de 7.000 casos de cólera y 172 muertes –de las cuales 30 en Lusaka, la capital–, Zambia acaba de invertir 12.500 millones de kwachas (1,5 millones de euros) en un programa de reducción de riesgos que emplea a presos para limpiar las alcantarillas e informa a la población a través de capítulos especiales de telenovelas y recitales (1).
Sin embargo, las condiciones de vida miserables de la periferia (o a veces del mismo centro) de las ciudades en plena expansión en África, Asia y América Latina son consideradas raras veces como amenazas serias para el tejido social y urbano. La infraestructura médica de cada país suele ser suficiente para impedir la propagación a gran escala de las epidemias por falta de saneamiento, entre las cuales el cólera figura en primer lugar.
Los baños con cisterna y las cloacas lograron imponer la idea de que el suministro de agua corriente resolvía por sí solo el problema de la eliminación de los excrementos.
La relación entre enfermedad y contaminación fecal había sido olvidada, al punto que incluso las políticas de salud colocaban las diarreas y demás infecciones asociadas con las excreciones en la categoría “acceso al agua”.
Actualmente, los propietarios de viviendas abonan un “impuesto al agua” para “conexiones” al líquido vital, como si la canalización de las cloacas no existiera. Mediante esta astucia del lenguaje, el tema desagradable queda al margen, no sólo de las conversaciones de la buena sociedad, sino también de los círculos de decisión. En algunos de los países en desarrollo, los ríos que atraviesan las ciudades están tan estancados y turbios como el Támesis, el Rin y el Sena en el siglo XIX, y son además incapaces de absorber los excrementos humanos no tratados que allí se vierten. Pero estas “pestes” ya no inspiran temor y, mientras se mantengan alejadas de los centros urbanos donde se encuentran los hoteles elegantes y las atracciones turísticas, prevalece el laisser-faire.
En consecuencia, 2.600 millones de personas, es decir ¡el 38% de la población mundial!, aún no tienen resuelto el problema cotidiano de la evacuación de los excrementos. Ellos no disponen ni de baños ni de conexión a cloacas. La utilización de letrinas, cuyo contenido es evacuado en un agujero o fosa séptica, no se completa con un servicio regular de evacuación. Y, cuando las casas tienen conexión a cloacas, sólo el 10% de la materia fecal es reprocesada, mientras el 90% restante desemboca en los ríos, donde las consecuencias sobre el medio ambiente acuático –peces, vida vegetal– y la salud humana pueden ser devastadoras.
Esos mismos ríos se utilizan en muchos casos para bañarse, lavarse, lavar la ropa y a veces incluso se extrae de allí el agua para el consumo humano y del ganado. El agua, eficaz agente de absorción y evacuación de los desechos, transporta sin embargo sustancias patógenas, como los miles de millones de bacterias microscópicas contenidas en una ínfima cantidad de excremento.
Para limpiar el Ganges, contaminado durante años de residuos industriales y aguas no tratadas, India acaba de obtener un préstamo del Banco Mundial por mil millones de dólares a cinco años (2). Pero, aun cuando lograra construir y hacer funcionar suficientes plantas de depuración en las salidas de las cloacas ubicadas a lo largo del río, es iluso esperar la conexión de los hogares más pobres a las cloacas, aún con semejante inversión. La casi totalidad de quienes no tienen acceso a instalaciones sanitarias viven en efecto en viviendas muy rudimentarias en el campo (70%) o en villas miseria urbanas cada vez más grandes (30%).
Hábitos malsanos
En la mayoría de las zonas rurales de los países en vías de desarrollo, los habitantes defecan al aire libre; al caer la noche se dirigen al campo. Los problemas son numerosos, especialmente para las mujeres, quienes deben mostrarse discretas si quieren mantener su reputación, pudor y respetabilidad; las agresiones físicas o sexuales abundan durante estas peregrinaciones nocturnas. Además, la obligación de contenerse durante el día puede causar problemas urinarios o de salud.
Cuando no existe ningún lugar adonde ir, por ejemplo en las zonas urbanas, pero también en el caso de niños muy pequeños, ancianos discapacitados o muy enfermos como para movilizarse, deben recurrir a un balde o hacer sus necesidades en envases de alimentos o bolsas de plástico, que se arrojan luego a un basural vecino; los perros vagabundos o los cerdos harán allí la limpieza a su modo. Estos repugnantes paquetes se conocen con el nombre de “baños portátiles”.
En el campo, algunos de los recursos tradicionales son infinitamente preferidos antes que el uso de baños exiguos y malolientes. La población rural se resiste a menudo a la idea de contar con un baño doméstico: la gente está en cambio más proclive a alejar la materia en cuestión lo más posible de su lugar de vida. En el pasado, las propiedades secantes y desodorizantes del sol y el viento, conjugadas con el lavado realizado por el flujo y reflujo de las aguas les sirvieron perfectamente. Pero en un mundo donde la densidad de población aumentó considerablemente, la defecación al aire libre se tornó malsana.
Millones de personas contraen enfermedades a causa de las partículas fecales presentes en los campos, en los caminos y las calles, o en las costas de los mares, ríos o arroyos. Los gérmenes patógenos se depositan en los pies, las manos, los alimentos, los utensilios de cocina, los recipientes y la ropa, y son luego ingeridos tanto por los bañistas que utilizan los lagos y estanques para sus abluciones, como por los niños que juegan allí.
Cada año, más de un millón y medio de niños pequeños pierden la vida a causa de infecciones diarreicas. Otros millones sufren periódicamente accesos de fiebre y dolores de estómago que los hacen faltar a la escuela, afectan su crecimiento y absorben los cuidados maternos y los recursos familiares. Las infecciones parasitarias, debidas al contacto de los pies desnudos con la materia fecal, son aún más frecuentes y suman cada año más de 133 millones de casos. El ascáride, un gusano redondo que se instala en los intestinos, puede absorber un tercio de los alimentos que ingiere un niño, y suele además causar asma. Un niño que vive en un entorno muy degradado puede ser portador de un millar de parásitos al mismo tiempo.
Sin embargo, aun cuando las consecuencias para la salud de un inadecuado sistema de saneamiento susciten la preocupación de los poderes públicos, el baño sigue siendo percibido por la población como una comodidad personal más que como una ayuda sanitaria. A medida que la urbanización avanza, se vuelve mucho más difícil aislarse para hacer discretamente sus necesidades, más aun cuando no existen instalaciones destinadas a este uso. La ausencia de intimidad crea una demanda entre las poblaciones más pobres, particularmente entre aquellas que comienzan a ascender en la escala social. Los baños son una marca de la modernidad buscada, al igual que el televisor; incluso en un hogar modesto.
La necesidad de un baño o una simple ducha y cañerías para evacuar las aguas residuales conduce al mismo tiempo a una demanda de “bienes de equipamiento para el hogar” similar a la que los europeos conocieron hace más de un siglo. No hay compromiso ni recursos por parte de las colectividades locales: no se dio ningún impulso en ese sentido, ni por parte de las personalidades influyentes de las clases dirigentes ni de los consumidores.
Quienes brindan ayuda tienen su parte de responsabilidad en este estado de situación. Si bien se asignan cada año 13.000 millones de dólares a programas para el agua, sólo 1.000 millones se destinan a instalaciones sanitarias (3). En programas denominados “agua y saneamiento”, omiten con frecuencia asignar presupuestos para la educación sanitaria, la promoción del uso de baños o la construcción de sistemas de evacuación de aguas y excrementos, de manera que la palabra “saneamiento” es allí puramente decorativa. Cuando Naciones Unidas definió en el año 2000 los objetivos del milenio para el desarrollo, el saneamiento lisa y llanamente no figuraba. No fue sino después de un intenso lobby durante la Segunda Cumbre de la Tierra –llevada a cabo en 2002 en Johannesburgo– que se decidió agregar el objetivo de reducir a la mitad, de aquí a 2015, el porcentaje de quienes, en 1990, no tenían acceso a la infraestructura sanitaria básica. Ahora bien, según UNICEF, existen pocas esperanzas de que este modesto objetivo se alcance; quedarían aún 1.800 millones de personas del otro lado de la línea divisoria.
Tecnologías alternativas
La lentitud –financiera, política, institucional, promocional– de los progresos en materia sanitaria condujo a Naciones Unidas a designar el 2008 como el “Año Internacional del Saneamiento” (AIS). Se obtuvieron pocos resultados. El suministro de agua y el saneamiento fueron finalmente separados en las políticas de quienes toman las decisiones.
En numerosas regiones del mundo los baños que se prevé instalar en las zonas más pobres no pueden recibir agua ni disponer de caños de evacuación. Ni los habitantes ni las autoridades locales tienen los medios para invertir en cañerías ni en fosas sépticas y menos aún en sistemas de evacuación y tratamiento de las materias evacuadas. Un buen número de países de África y Medio Oriente (al igual que India y China) padecen grandes restricciones de agua. En consecuencia, el saneamiento universal está condenado al fracaso.
Tal como suele suceder cuando se aborda un problema ignorado durante mucho tiempo, el AIS dio a conocer, por un lado, los progresos educativos y tecnológicos que permanecían ocultos y, por el otro, situaciones mucho peores que las imaginadas.
Tomar en cuenta a las poblaciones que habitan en viviendas “ilegales” condujo a que se elevara el número de personas en condiciones de vida extremadamente malas. Por temor a dañar su imagen turística, numerosos países adquirieron además el hábito de subestimar los casos de cólera, lo cual es tanto más fácil cuando, tratándose de una “enfermedad sucia”, la vergüenza incita a muchos enfermos a sufrirla en silencio (4).
Antes de comprobar el menor progreso en el frente sanitario, es necesario promover tecnologías alternativas menos costosas, más fáciles de instalar y mantener que los sistemas convencionales de cloacas domésticas utilizados en el mundo industrializado y los barrios ricos. ♦
La Gran Peste de Londres
En 1858, un caluroso verano reducía el Támesis a una suerte de cloaca repugnante. El entusiasmo general por los baños con cisterna que acababan de inventarse había convertido a Londres en una gran cloaca a cielo abierto. Las emanaciones eran tan insoportables que los tribunales ribereños se veían obligados a acortar sus sesiones. Londres, al igual que otras ciudades europeas de la época, sufría regularmente epidemias de cólera, y todavía se creía que los “miasmas” contenidos en el aire eran los responsables de la propagación de la enfermedad.
La convicción de que la Peste era “infecciosa” tuvo un efecto notable en la eficacia de los miembros del Parlamento: como las ventanas y terrazas del Palacio de Westminster daban a la ribera norte del río, aprobaron rápidamente un presupuesto especial de tres millones de libras –algo nunca visto– para la remodelación de las cloacas.
Se autorizó al Metropolitan Board of Works (1) a intervenir en todos los distritos bajo la dirección del ingeniero Joseph Bazalgette. Esto significó, junto con la legislación en materia de salud pública y la reforma de la administración local, un progreso sanitario y el comienzo de una revolución del sistema de salud pública en todo Reino Unido, que se extendió luego a Europa y América del Norte en plena industrialización. ♦

(1) El Metropolitan Board of Works (MBW) fue el principal organismo gubernamental de Londres, desde 1855 hasta la fundación del London County Council en 1889. Su principal responsabilidad era ocuparse de la infraestructura necesaria para el rápido crecimiento de la ciudad.
Las cloacas no son la panacea
Desde el lanzamiento en los años 80 de la campaña de Naciones Unidas “Agua y saneamiento para todos”, los pioneros de la higiene encontraron, sin hacer ruido, algunas soluciones sanitarias de bajo costo y poco consumo de agua. Mejoraron la “letrina” común para que fuera más agradable, más limpia y su contenido, compostable o biodegradable.

Los ambientalistas recomiendan el “saneamiento ecológico” para reciclar como fertilizantes los nutrientes presentes en las excreciones, algo que no resulta agradable para todos pero que, sin embargo, es bien recibido en algunas sociedades, especialmente en Escandinavia y el Sudeste Asiático. Los baños sin conexión –menos atractivos que los inodoros de porcelana inmaculada, pero decentes y utilizables– se presentan actualmente en diferentes variantes, según los gustos y el bolsillo de los consumidores, a partir de un precio de aproximadamente quince euros. Algunos modelos incluyen una junta hidráulica y deben limpiarse manualmente echando un balde de agua. Los baños secos pueden, en cambio, funcionar con cenizas vertidas para cubrir las deyecciones y poseen un sistema de ventilación para evitar los olores.
Existen también sistemas de cloacas modificadas, un poco más costosos, con cañerías de diámetro pequeño y una configuración simple, que se construyen en algunas zonas periurbanas.
En consecuencia, la elección de los tipos de baños que puedan ofrecerse allí donde es imposible instalar cloacas –zonas rurales donde viven 2.000 millones de personas “incomunicadas” y un gran número de villas miseria– ya no es un problema insalvable.
Los modelos se mejoran constantemente para convencer y seducir más a los consumidores: los inodoros se fabrican en plástico de color, los caños de ventilación son menos costosos y las tapas y productos de limpieza se venden en el mercado.
Sin embargo, teniendo en cuenta la pobreza de la gran mayoría de la gente que carece de baños, el papel de las autoridades y los usuarios respecto del pago de los equipos y los servicios sanitarios puso en grandes problemas a quienes toman las decisiones.
Con la revolución sanitaria del siglo XIX resultó evidente que si la extensión de la red cloacal quedaba librada enteramente al mercado, quienes vivían en los barrios más pobres de las ciudades no contarían con esos equipos. Las municipalidades y las autoridades sanitarias ayudaron de común acuerdo a financiar, si no los inodoros o las conexiones a los hogares, al menos la construcción de las cloacas y los servicios de evacuación o tratamiento. Actualmente, las comodidades in situ incluyen a la vez un baño y una fosa o un reservorio para la materia fecal.
Aun cuando lograran equiparse de baños con una fosa o un reservorio para sólidos, parecería injusto pedirles a los pobres que asuman la totalidad de los gastos relacionados con el desagüe y la evacuación, más aun cuando esos servicios están subsidiados para quienes viven en lugares equipados con cloacas de alta gama. En muchos programas de saneamiento de los países pobres, los aportantes de fondos han financiado todo, incluso baños costosos que, ubicados en las viviendas como templos, nunca fueron utilizados para el uso previsto. En el extremo opuesto, algunos sostienen que si la gente no paga por su propio equipo sanitario, no tiene la sensación de haberlo elegido realmente y en consecuencia no lo utiliza.
Ahora bien, los baños representan ante todo una mejora en el confort de la vivienda, y es en ese sentido que encontrarán su lugar. El desafío es permitir que artesanos, fabricantes locales e incluso los tradicionales limpiadores de fosas y baldes participen en una nueva economía sanitaria, respetable y rentable. En India, Indonesia y otros lugares del mundo existen ejemplos de centros de producción donde hombres y mujeres jóvenes fabrican sanitarios y viven de su venta, entrega e instalación.
La recolección, el reciclaje y la eliminación de los residuos –incluso la instalación de incineradores locales, plantas de tratamiento, digestores aeróbicos y desagües cloacales de pequeño porte– pueden constituir una actividad económica viable, a condición de obtener un financiamiento inicial, que puede ser provisto por los aportantes de fondos y las autoridades.
La excusa esgrimida a menudo por los responsables políticos y los planificadores para explicar la escasa energía invertida en los sistemas de saneamiento, en comparación con el suministro de agua, es que este último se sostiene a partir de la demanda popular, mientras que nadie reclama que se eliminen los excrementos. Esto se explica sin embargo porque el tema sigue siendo tabú, y no por el hecho de que la gente –en particular las mujeres– no sienta la necesidad de hacerlo.
Está surgiendo, sin embargo, una verdadera demanda de baños decentes motivada no por cuestiones de salud sino por la aspiración a la dignidad, el confort, la intimidad, la seguridad para mujeres y niños y, para los hombres, un mejor estatus social. Esta exigencia encuentra probablemente su expresión con mayor frecuencia en las zonas urbanas superpobladas que en las rurales.
En una ciudad de Tamil Nadu (India), un fondo de 200.000 dólares se puso a disposición de grupos de mujeres para proyectos de modernización de letrinas. Estos grupos tenían ya gran experiencia en materia de microcréditos y sus miembros estaban acostumbrados a ayudarse mutuamente para asegurar el reembolso de sus préstamos. En muy poco tiempo, gracias a los bancos comerciales locales y al ahorro de sus miembros, estas mujeres lograron movilizar 1,1 millones de dólares, aumentando así significativamente el número de sus beneficiarios. ♦
REFERENCIAS
1 Sam Phiri, “Zambia: Lusaka declares war against malaria, cholera”, Times of Zambia, Lusaka, 27-10-09.2 BBC News, “World Bank loans India $1bn for Ganges river clean up”, Londres, 3-12-09.3 Global Water Partnership, “Towards Water Security: A Framework for Action”, Estocolmo, 2000.4 Boletín de la Organización Mundial de la Salud, Vol. 87, Ginebra, diciembre de 2009.
*Autora, junto con Ben Fawcett, de The Last Taboo: Opening the Door on the Global Sanitation Crisis, Earthscan, Londres, 2008.

UNASUR: límites y posibilidades políticas

Enero 2010 por Ignacio Basombrío*

Hacia un espacio integrado
UNASUR: límites y posibilidades políticas

Los esfuerzos destinados a fortalecer la integración latinoamericana en una etapa de crisis global son, más que una opción, una necesidad para garantizar el desarrollo de los países de esta parte del mundo.

La conformación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) adquiere una relevancia fundamental en el actual escenario. En efecto, en base a una historia compartida y solidaria, con diversidad étnica, lingüística y cultural, mediante el Tratado suscrito en Brasilia el 23 de mayo del año 2008, los países de la región constituyeron la Unión de Naciones Suramericanas como una organización dotada de personalidad jurídica internacional.
Este organismo, que incorpora la variable política como un elemento sustancial, constituye una respuesta de convergencia luego de etapas de la historia caracterizadas por un relativo aislamiento entre las naciones de la región.
El objetivo de UNASUR es amplio y complejo, dado que pretende la construcción “de manera participativa y consensuada” de un espacio de integración y unión en lo cultural, social, económico y político entre los pueblos. Para tal efecto no sólo se considera la acción de los gobiernos, que tienen la representación y la condición de miembros plenos. Además se incorporan otras instancias de participación ciudadana, en armonía con los nuevos instrumentos destinados a fortalecer al régimen democrático.
UNASUR persigue lograr el cumplimiento de sus objetivos mediante un conjunto de acciones que incluyen el diálogo político, el avance en los aspectos sociales y educativos, la integración energética y la inversión en infraestructura. Por otro lado se propone la acción conjunta en las áreas financieras y de protección ambiental para lograr el desarrollo sustentable.
Es importante subrayar que UNASUR tiene una direccionalidad política en el conjunto de sus actividades en la medida en que se propone lograr “la inclusión social y la participación ciudadana”.
El cumplimiento de tales fines permite fortalecer la democracia y reducir las asimetrías que se registran al interior de cada uno de los países que integran el organismo.
Además, en el Tratado constitutivo se subraya la trascendencia de fortalecer la soberanía y la independencia de los Estados como parte del proceso institucional de UNASUR.
Para una región que en determinados momentos de la historia no ha utilizado el diálogo como instrumento de consulta y coordinación, UNASUR le otorga la mayor prioridad a este mecanismo de naturaleza política.
Se trata de conformar, como consecuencia de un esfuerzo institucional permanente, un espacio maduro de concertación, destinado a impulsar sobre bases firmes la integración en la región y, además, la participación de nuestros países en el escenario internacional.
Este esfuerzo, empero, no se registra aislado de las políticas nacionales, centradas en el logro de objetivos cualitativamente superiores al simple crecimiento económico, tales como el desarrollo social y humano, la equidad, la inclusión, la erradicación del analfabetismo y el acceso universal a la educación de calidad. Todo ello, además, respetando la biodiversidad y los ecosistemas.
Otro elemento que se considera como parte esencial de las tareas y propósitos de UNASUR corresponde a la consolidación de una identidad sudamericana. En esta etapa de la historia caracterizada por el impulso a la globalización económica es significativo señalar como los pueblos procuran fortalecer sus propios valores y elementos culturales.
Puede resultar hasta paradójico comprobar como el esfuerzo de la globalización ha permitido la libre circulación de bienes y de servicios, pero no ha sido capaz de lograr la misma flexibilidad en lo que respecta al tratamiento de las personas. Por tal razón uno de los temas que UNASUR aborda se refiere a la migración “con un enfoque integral bajo el respeto irrestricto de los derechos humanos y laborales para la regularización migratoria y la armonización de políticas”.
Evidentemente los temas de la promoción de la diversidad cultural y de la participación ciudadana incorporan a los diversos actores sociales en la formulación de políticas destinadas a lograr la integración sudamericana. A diferencia de otros procesos integradores centrados fundamentalmente en los aspectos económicos y comerciales, en el caso de UNASUR se procura lograr un adecuado equilibrio entre tales elementos y los aspectos vinculados con el desarrollo social.
De tal manera el objetivo que UNASUR se propone lograr corresponde a un proceso de integración participativa, con la intervención de los pueblos y no únicamente de los organismos del Estado responsables del cumplimiento de los fines y propósitos de la integración.
El sistema institucional del organismo regional incluye la participación de los Jefes de Estado y de Gobierno para efectos de establecer los lineamientos políticos, los planes de acción y las prioridades para instrumentar los programas y proyectos. Además la adopción de los criterios para las relaciones con terceros países, asunto crucial por el proceso de la interdependencia.
Mecanismos jurídicos
Constituyen fuentes jurídicas de UNASUR, el Tratado Constitutivo y los instrumentos adicionales, así como los acuerdos específicos que celebren los Estados Miembros. Todos los dispositivos deben estar en armonía con el Tratado Constitutivo y con las decisiones y resoluciones adoptadas por los diferentes organismos que forman parte de la estructura institucional de UNASUR.
Es importante subrayar, conforme lo establece el artículo 12 del Tratado Constitutivo, que “toda la normativa de UNASUR se adoptará por consenso”. Tal es, de alguna manera, un límite para una más rápida adopción de acuerdos pero, al mismo tiempo, constituye un desafío para conseguir el consenso sobre la base de la búsqueda de un adecuado equilibrio entre las diferentes posiciones de carácter nacional.
En ese orden de ideas el diálogo político, establecido como instrumento esencial en el artículo 14 del Tratado Constitutivo, dispone que “la concertación política entre los Estados Miembros de UNASUR será un factor de armonía y respeto mutuo que afiance la estabilidad regional, que sustente la preservación de los valores democráticos y la promoción de los derechos humanos”.
Conviene efectuar una reflexión respecto de los alcances del citado artículo 14. En efecto, la política real indica que, dentro de América del Sur, son diferentes las opciones políticas. Los gobiernos procuran alcanzar el desarrollo económico y social utilizando diferentes mecanismos. En tal contexto, la tolerancia y el respeto al derecho soberano de cada país de establecer sus propias acciones, constituyen hechos objetivos que el Tratado Constitutivo de UNASUR acepta y reconoce.
Los elementos que unen a los países de la región básicamente son la democracia y los derechos humanos. Ambos son valores tutelados que inspiran la acción nacional y regional. Por ende se mencionan, de manera expresa, en el antes citado artículo 14.
Por otro lado para conseguir el propósito de adoptar las decisiones según el Convenio Constitutivo se subraya que deberá reforzarse la práctica de “construcción de consensos”. Es decir conseguir la unidad para abordar temas esenciales de la agenda internacional y además promover “iniciativas que afirmen la identidad de la región como un factor dinámico en las relaciones internacionales”.
El desafío democrático
La defensa del sistema democrático ha constituído preocupación esencial durante la primera etapa de la existencia institucional de UNASUR.
El año 2008, en el entorno de una circunstancia difícil, se aprobó la declaración de la UNASUR con relación a la situación boliviana que, en ese momento, se encontraba caracterizada por el enfrentamiento de diversos grupos civiles y los desencuentro entre los diferentes actores
El gobierno de Chile, que en esa oportunidad tenía la responsabilidad de ejercer la Presidencia de UNASUR, subrayó en la declaración el propósito y la total disposición del organismo para colaborar con el gobierno boliviano “en el esfuerzo por identificar e implementar vías de diálogo y de entendimiento que, bajo la conducción de las legítimas autoridades de la nación boliviana, permitan a las fuerzas políticas y sociales retomar la senda pacífica, institucional y democrática, de solución de problemas e impulso al desarrollo”.
En la declaración de La Moneda, suscrita el 15 de setiembre de 2008, referida igualmente al caso boliviano, se subrayó, en primer término, que con arreglo al Tratado Constitutivo de UNASUR los principios fundamentales que deben ser respetados por los países miembros incluyen el de la soberanía nacional, la no injerencia en asuntos internos, la integridad e inviolabilidad territorial, la democracia y el respeto a sus instituciones. Además se subrayó la protección de los derechos humanos.
En ese orden de ideas UNASUR en su propósito de contribuir a resolver la entonces crítica situación de Bolivia destacó la importancia del diálogo para superar la situación crítica y buscar una “solución sustentable en el marco del pleno respeto al estado de derecho y al orden legal vigente”.
A pesar de las opiniones pesimistas sobre la viabilidad de un proyecto político como UNASUR, los hechos demuestran que, de manera gradual, se intentan aproximar posiciones en asuntos de interés compartido. La búsqueda del equilibrio, en un entorno de concepciones ideológicas diversas, exige madurez y convicción acerca de la importancia de perseguir la utopía integradora. Lo alcanzado hasta la fecha por UNASUR permite otorgarle nota aprobatoria. ♦
REFERENCIAS
*Director asociado de Le Monde diplomatique, edición peruana.

Hacia una nueva ética global

01/2010 por Oswaldo de Rivero*

Desafíos del nuevo milenio
Hacia una nueva ética global
La historia del hombre es el recuento de su propia crueldad.
Así como deben erradicarse las guerras, hay que sancionar a quienes violen los derechos humanos universalmente aceptados.
Así, también, debe generarse una ética mundial que parta de una ética personal de cada miembro de la especie.
Si examinamos la historia del homo sapiens y lo hacemos sin narcisismo tenemos que concluir que sigue siendo un depredador de su propia especie.
La tendencia de los humanos a la depredación de sus semejantes se ha manifestado sin pausa durante los últimos 10 mil años de civilización en todos los sistemas socio-políticos. Todas las culturas han racionalizado y glorificado el más alto exponente de depredación humana, la guerra.

Las raíces de esta constante depredadora se encontrarían en una tendencia instintiva del homo sapiens a considerar a su propio grupo (familia, tribu clan, etnia, nación, religión o cultura) diferente y superior a otros grupos humanos y dividir así nuestra propia especie entre nosotros y ellos.
Los humanos tienen una tendencia instintiva, a lo que en biología se llama seudoespeciación, que consiste en tratar a individuos de la misma especia, como si fueran de una especie distinta.
Esta tendencia, cuando no está controlada, permite no compartir nuestra humanidad con otros seres humanos, que son diferentes o rivales, hasta llegar a depredarlos con crímenes de lesa humanidad que van desde la discriminación hasta el genocidio.
A partir de la iluminación, el racionalismo occidental creyó que esta tendencia depredadora del hombre podría ser controlada logrando sociedades justas.
Desde entonces la conquista de la felicidad se va a convertir en occidente en el arte revolucionario de organizar sociedades justas. Las primeras tentativas fueron la revolución americana y francesa, de allí comenzó a emerger el moderno concepto de ingeniería político-social que inspiró más tarde la revolución totalitaria bolchevique, el delirio de la revolución cultural china y otras revoluciones.
Paradójicamente, a partir del nacimiento de la idea de ingeniería político-social para desarrollar sociedades justas la tendencia depredadora humana, que se quería controlar, se descontroló aun más porque los ingenieros político-sociales se volvieron enemigos mortales por tener proyectos de felicidad rivales, como fue el caso entre el capitalismo y el comunismo,

La guerra ideológica entre capitalismo y comunismo no fue en verdad un conflicto entre dos ideologías distintas sino más bien, una suerte de guerra civil entre dos enfoques extremos de la misma ideología occidental de la búsqueda de la sociedad justa, a través del progreso material, diseminado a partir de la revolución industrial.
Tanto el capitalismo como el comunismo son así dos confecciones occidentales salidas de las factorías de la revolución industrial.
El capitalismo representaba el enfoque individualista y democrático basado en el mercado e inspirado sobre todo en la filosofía liberal anglosajona, el comunismo el enfoque colectivista, autoritario y dialéctico de la filosofía alemana.

Sin duda el enfoque totalitario comunista fue más depredador que el enfoque democrático capitalista porque ni siquiera reconoció el derecho de las personas para dudar del proyecto de felicidad colectivista.
Sin embargo, el miedo al comunismo moderó la actitud depredadora del capitalismo obligándolo a instituir la protección social y dar independencia a los pueblos que colonizaba.
Al final, la depredación totalitaria del comunismo fue produciendo su propio atraso tecnológico. No pudo crear el progreso material que prometía y sus propios dirigentes admitieron que el sistema era inviable.
El triunfo de la vertiente capitalista de la ideología del progreso material no ha significado que estemos entrando en un nuevo orden ético global que controle la seudoespeciación entre humanos y la depredación del planeta.
Todo lo contrario, hoy estamos frente a una globalización que no puede controlar la violación de los derechos humanos y que persigue la felicidad material con darwinismo social, corrupción, especulación y patrones de consumo insostenibles para el planeta.

Para progresar hacia una ética de dimensión planetaria que controle la seudoespeciación es indispensable abandonar toda pretensión de ingeniería político-social. La idea de lograr una sociedad justa nacional o internacional es una falacia heredada del siglo de las luces que ha producido millones de sacrificios humanos y ante la cual debemos ser escépticos. La condición humana no es sufrir todo el tiempo, pero tampoco vivir el cielo en la tierra.
Una nueva ética global podrá reducir notablemente nuestra tendencia a depredar otros seres humanos y hacer más decente la vida pero de ningún modo podrá ser el fin de la historia con una sociedad perfecta y feliz.
Un cierto escepticismo sobre la ingeniería sociopolítica y una gran tolerancia frente a las diferentes culturas del mundo es lo primero que debe cultivarse para avanzar hacia una ética planetaria.
Sin embargo, esta tolerancia no debe llegar hasta un relativismo cultural que termine por hacer perder sentido ético al concepto de humanidad. La tolerancia cultural no puede llegar hasta el punto de estar a favor de la libertad política, y al mismo tiempo respetar que otras culturas repriman el derecho de opinión, tengan campos de concentración o torturen. Una tolerancia de esta naturaleza sería un absurdo moral.

Debe haber entonces un conjunto de valores humanos comunes que deben protegerse dentro de cualquier cultura y cuya violación constituya crímenes de lesa inhumanidad.
Un conjunto de valores que nos identifiquen, pesar de la diversidad de cultural, que nos identifiquen como una sola civilización humana planetaria.
Este conjunto de valores existe y han sido aceptados por la comunidad internacional en la Declaración Universal de Derechos Humanos y en otros pactos de la misma naturaleza establecidos en las Naciones Unidas y en el mundo.
La tarea ética global en los próximos años implica hacer que estos derechos tengan respaldo penal, que sus violadores sean sancionados por el Tribunal Penal Internacional.
Así como se globaliza la economía debe globalizarse la justicia defendiendo el conjunto de valores y derechos que hacen que constituyamos la humanidad.
El castigo de los violadores de derechos humanos es indispensable para lograr una conciencia efectiva de pertenecer a una sola humanidad y hacer emanar un nuevo orden ético planetario que castigue la seudoespeciación.
Sin embargo, la sola sanción judicial internacional no es suficiente: se necesita además un mínimo de fuerza pública internacional para disuadir las violaciones masivas de los derechos humanos y los genocidios. La nueva ética global debe apoyarse en una fuerza pública internacional permanente, de despliegue rápido, que dependa del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas o de un nuevo mecanismo creado para estos fines.
Frente al gran desarrollo de la ciencia y la tecnología se necesita también un nuevo orden ético que fiscalice los progresos científicos que no guardan vinculación con las urgentes necesidades de la humanidad.
En los últimos treinta años actividades científicas como la astrofísica, las expediciones al sistema solar, la creación de una costosa estación espacial internacional, los proyectados viajes a la Luna absorben enormes recursos económicos que servirían para aliviar las deplorables condiciones de vida que existen hoy en la Tierra.

Ante tantos recursos gastados en la exploración a Marte deberíamos preguntarnos si acaso existe más hambre en ese planeta que en la Tierra. Ante tanto recurso gastado en la exploración del sistema solar deberíamos preguntarnos por qué no implantar una moratoria de estas expediciones para erradicar la falta de agua en nuestro planeta.

Otra tarea ética global es revertir el darwinismo de la especulativa economía global que pretende hacer del mercado una ley natural, éticamente neutra, como la ley de la selección natural que decide que personas, empresa o naciones son aptos o no para sobrevivir, sin interesar el desempleo, la pobreza o la ecología.

Para moralizar esta situación se han presentado iniciativas destinadas a controlar el vasto casino especulativo global y también muchas inversiones transnacionales que han transformado el mundo en un vasto taller con salarios muy bajos y condiciones de trabajo inaceptables.
El instrumento moralizador sugerido ha sido una fiscalidad mundial compuesta por dos tributos. El primero a las transacciones financieras y el segundo a las empresas transnacionales que no observen condiciones decentes de trabajo.

Todas estas medidas si se hacen efectivas ayudarán sin duda a corregir la amoralidad de la globalización, pero no resuelven el gran problema ético de nuestra era que es la inviabilidad ecológica de nuestra civilización. En efecto, en el mundo hoy existen muchas culturas pero todas tienen en común una sola civilización urbana global que se expande imparable por todo el planeta con patrones de consumo que destruyen y los recursos no renovables para la vida y recalientan peligrosamente el planeta.
Gran parte de los políticos no comprende que la actual crisis no es solo una grandiosa recesión económica sino la crisis de un estilo de vida urbano global consumista que es económica y ecológicamente insostenible porque crea enormes deudas privadas y públicas, contaminan el aire, crea escasez de agua, de alimentos y recalienta peligrosamente el planeta.

Esta crisis es diferente porque por primera vez la Tierra le ha dicho no a este estilo global de vida urbana advirtiendo, a través de los miles de científicos del Panel sobre Cambio Climático (IPCC) que si recalentamos el clima dos grados centígrados más nuestra especie tendrá muy serios problemas de supervivencia.
Y es por esto que esta crisis planetaria es un desafío totalmente nuevo porque ahora todos estamos en el Titanic y si no cambiamos rumbo antes del año 2015 nuestra especie tendrá graves problemas para adaptarse a un planeta nuevo, mucho más hostil.
Muy poco sirven por eso las negociaciones defendiendo intereses nacionales que el planeta no contempla ni negocia.
Los gobiernos de los países industriales en la a Conferencia de Copenhague ignoraron esto.
Se comportaron como si no son los responsables del cambio climático y como si éste fuera un asunto de negociación entre ellos.
No comprendieron que el planeta no negocia, que según los científicos del IPCC, solo tenemos hasta el 2015 para que los países más ricos fijen metas para reducir radicalmente sus emisiones.
Si no las fija nuestra especie vivirá en un planeta distinto y comenzara a tener muy graves problemas de adaptación y supervivencia.
Los pobres resultados de Copenhague muestran que los líderes del mundo siguen comportándose éticamente bajo el principio de la razón de estado no han comprendido que se necesita un cambio ético global donde los intereses de la humanidad primen sobre la parroquial defensa de “intereses nacionales”, que en verdad no lo son, porque el cambio climático va también a afectar seriamente a sus propios países por más ricos que sean.
De esta manera, al comenzar el tercer milenio el gran progreso material logrado durante el siglo XX no tiene todavía una ética global que lo guíe.
Nuestra civilización sigue seudoespeciando, no ha podido evitar masivas violaciones de los derechos humanos, conflictos armados y genocidios.
También sigue divorciando gran parte de la ciencia de las urgentes necesidades humanas y además hasta ahora no ha logrado hacer compatible la economía de la ecología. Por ello, nada es más pertinente hoy que las palabras de Albert Einstein: “la única cura contra el daño causado por el progreso es el progreso ético de uno mismo”.

Sin dudas, no puede haber progreso ético global sin progreso ético personal. Toda ética comienza con una adaptación personal ante los desafíos que nos plantea nuestra supervivencia. La nueva ética global surgirá del imperativo ético personal de no tratar al otro como si fuera una especie diferente. También de perder la fascinación por todo progreso científico que es indiferente a las miserias de la humanidad. Y sobre todo, del autocontrol de nuestra tendencia constante a la gratificación instantánea de nuevas y continúas necesidades materiales que son ecológicamente insostenibles.
El autocontrol personal de nuestro instinto depredador no es ninguna novedad, ha sido predicado por filosofías y religiones milenarias sin mucho éxito. Sin embargo, ahora es distinto: el planeta ha intervenido. Los indicios de grandes catástrofes ecológicas, como la desaparición de los glaciales, la escasez de agua y el aumento del nivel de los mares ya está haciendo surgir el autocontrol individual de nuestra tendencia a la gratificaron material instantánea. Este comportamiento, si es que no somos una especie autodestructiva, presionará a los gobiernos y se ira convirtiendo en una nueva ética global que irá llenando el vacío espiritual que nos dejó el materialista siglo XX.
REFERENCIAS
* Ex Embajador del Perú ante Naciones Unidas. Miembro del Consejo Editorial de Le Monde diplomatique, edición peruana.

LOS PECADOS DE HAITI


por Eduardo Galeano

La democracia haitiana nació hace un ratito. En su breve tiempo de vida, esta criatura hambrienta y enferma no ha recibido más que bofetadas. Estaba recién nacida, en los días de fiesta de 1991, cuando fue asesinada por el cuartelazo del general Raoul Cedras. Tres años más tarde, resucitó. Después de haber puesto y sacado a tantos dictadores militares, Estados Unidos sacó y puso al presidente Jean-Bertrand Aristide, que había sido el primer gobernante electo por voto popular en toda la historia de Haití y que había tenido la loca ocurrencia de querer un país menos injusto. El voto y el veto Para borrar las huellas de la participación estadounidense en la dictadura carnicera del general Cedras, los infantes de marina se llevaron 160 mil páginas de los archivos secretos. Aristide regresó encadenado. Le dieron permiso para recuperar el gobierno, pero le prohibieron el poder. Su sucesor, René Préval, obtuvo casi el 90 por ciento de los votos, pero más poder que Préval tiene cualquier mandón de cuarta categoría del Fondo Monetario o del Banco Mundial, aunque el pueblo haitiano no lo haya elegido ni con un voto siquiera. Más que el voto, puede el veto. Veto a las reformas: cada vez que Préval, o alguno de sus ministros, pide créditos internacionales para dar pan a los hambrientos, letras a los analfabetos o tierra a los campesinos, no recibe respuesta, o le contestan ordenándole: Recite la lección. Y como el gobierno haitiano no termina de aprender que hay que desmantelar los pocos servicios públicos que quedan, últimos pobres amparos para uno de los pueblos más desamparados del mundo, los profesores dan por perdido el examen.. La coartada demográfica A fines del año pasado cuatro diputados alemanes visitaron Haití. No bien llegaron, la miseria del pueblo les golpeó los ojos. Entonces el embajador de Alemania les explicó, en Port-au-Prince, cuál es el problema: Este es un país superpoblado -dijo-. La mujer haitiana siempre quiere, y el hombre haitiano siempre puede. Y se rió. Los diputados callaron. Esa noche, uno de ellos, Wilfried Wolf, consultó las cifras. Y comprobó que Haití es, con El Salvador, el país más superpoblado de las Américas, pero está tan superpoblado como Alemania: tiene casi la misma cantidad de habitantes por quilómetro cuadrado. En sus días en Haití, el diputado Wolf no sólo fue golpeado por la miseria: también fue deslumbrado por la capacidad de belleza de los pintores populares. Y llegó a la conclusión de que Haití está superpoblado…. de artistas. En realidad, la coartada demográfica es más o menos reciente. Hasta hace algunos años, las potencias occidentales hablaban más claro. La tradición racista Estados Unidos invadió Haití en 1915 y gobernó el país hasta 1934.. Se retiró cuando logró sus dos objetivos: cobrar las deudas del City Bank y derogar el artículo constitucional que prohibía vender plantaciones a los extranjeros. Entonces Robert Lansing, secretario de Estado, justificó la larga y feroz ocupación militar explicando que la raza negra es incapaz de gobernarse a sí misma, que tiene “una tendencia inherente a la vida salvaje y una incapacidad física de civilización”. Uno de los responsables de la invasión, William Philips, había incubado tiempo antes la sagaz idea: “Este es un pueblo inferior, incapaz de conservar la civilización que habían dejado los franceses”. Haití había sido la perla de la corona, la colonia más rica de Francia: una gran plantación de azúcar, con mano de obra esclava. En El espíritu de las leyes, Montesquieu lo había explicado sin pelos en la lengua: “El azúcar sería demasiado caro si no trabajaran los esclavos en su producción.. Dichos esclavos son negros desde los pies hasta la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible tenerles lástima. Resulta impensable que Dios, que es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena, en un cuerpo enteramente negro”. En cambio, Dios había puesto un látigo en la mano del mayoral. Los esclavos no se distinguían por su voluntad de trabajo. Los negros eran esclavos por naturaleza y vagos también por naturaleza, y la naturaleza, cómplice del orden social, era obra de Dios: el esclavo debía servir al amo y el amo debía castigar al esclavo, que no mostraba el menor entusiasmo a la hora de cumplir con el designio divino. Karl Von Linneo, contemporáneo de Montesquieu, había retratado al negro con precisión científica: “Vagabundo, perezoso, negligente, indolente y de costumbres disolutas”. Más generosamente, otro contemporáneo, David Hume, había comprobado que el negro “puede desarrollar ciertas habilidades humanas, como el loro que habla algunas palabras”. La humillación imperdonable En 1803 los negros de Haití propinaron tremenda paliza a las tropas de Napoleón Bonaparte, y Europa no perdonó jamás esta humillación infligida a la raza blanca. Haití fue el primer país libre de las Américas. Estados Unidos había conquistado antes su independencia, pero tenía medio millón de esclavos trabajando en las plantaciones de algodón y de tabaco.. Jefferson, que era dueño de esclavos, decía que todos los hombres son iguales, pero también decía que los negros han sido, son y serán inferiores. La bandera de los libres se alzó sobre las ruinas. La tierra haitiana había sido devastada por el monocultivo del azúcar y arrasada por las calamidades de la guerra contra Francia, y una tercera parte de la población había caído en el combate. Entonces empezó el bloqueo. La nación recién nacida fue condenada a la soledad. Nadie le compraba, nadie le vendía, nadie la reconocía. El delito de la dignidad Ni siquiera Simón Bolívar, que tan valiente supo ser, tuvo el coraje de firmar el reconocimiento diplomático del país negro. Bolívar había podido reiniciar su lucha por la independencia americana, cuando ya España lo había derrotado, gracias al apoyo de Haití. El gobierno haitiano le había entregado siete naves y muchas armas y soldados, con la única condición de que Bolívar liberara a los esclavos, una idea que al Libertador no se le había ocurrido. Bolívar cumplió con este compromiso, pero después de su victoria, cuando ya gobernaba la Gran Colombia, dio la espalda al país que lo había salvado. Y cuando convocó a las naciones americanas a la reunión de Panamá, no invitó a Haití pero invitó a Inglaterra. Estados Unidos reconoció a Haití recién sesenta años después del fin de la guerra de independencia, mientras Etienne Serres, un genio francés de la anatomía, descubría en París que los negros son primitivos porque tienen poca distancia entre el ombligo y el pene. Para entonces, Haití ya estaba en manos de carniceras dictaduras militares, que destinaban los famélicos recursos del país al pago de la deuda francesa: Europa había impuesto a Haití la obligación de pagar a Francia una indemnización gigantesca, a modo de perdón por haber cometido el delito de la dignidad. La historia del acoso contra Haití, que en nuestros días tiene dimensiones de tragedia, es también una historia del racismo en la civilización occidental.

El imparable proceso de desproletarización mundial - Oswaldo de Rivero - La Primera el diario que inspira respeto - Seccion:Columnistas - Edicion:1763 - ID:54928

El imparable proceso de desproletarización mundial -

Oswaldo de Rivero

Tabaco y don - César Hildebrandt - La Primera el diario que inspira respeto - Seccion:Columnistas - Edicion:1763 - ID:54922

Tabaco y don - César Hildebrandt

- La Primera el diario que inspira respeto

LOS PECADOS DE HAITÍ


por Eduardo Galeano

La democracia haitiana nació hace un ratito. En su breve tiempo de vida, esta criatura hambrienta y enferma no ha recibido más que bofetadas. Estaba recién nacida, en los días de fiesta de 1991, cuando fue asesinada por el cuartelazo del general Raoul Cedras. Tres años más tarde, resucitó. Después de haber puesto y sacado a tantos dictadores militares, Estados Unidos sacó y puso al presidente Jean-Bertrand Aristide, que había sido el primer gobernante electo por voto popular en toda la historia de Haití y que había tenido la loca ocurrencia de querer un país menos injusto. El voto y el veto Para borrar las huellas de la participación estadounidense en la dictadura carnicera del general Cedras, los infantes de marina se llevaron 160 mil páginas de los archivos secretos. Aristide regresó encadenado. Le dieron permiso para recuperar el gobierno, pero le prohibieron el poder. Su sucesor, René Préval, obtuvo casi el 90 por ciento de los votos, pero más poder que Préval tiene cualquier mandón de cuarta categoría del Fondo Monetario o del Banco Mundial, aunque el pueblo haitiano no lo haya elegido ni con un voto siquiera. Más que el voto, puede el veto. Veto a las reformas: cada vez que Préval, o alguno de sus ministros, pide créditos internacionales para dar pan a los hambrientos, letras a los analfabetos o tierra a los campesinos, no recibe respuesta, o le contestan ordenándole: Recite la lección. Y como el gobierno haitiano no termina de aprender que hay que desmantelar los pocos servicios públicos que quedan, últimos pobres amparos para uno de los pueblos más desamparados del mundo, los profesores dan por perdido el examen.. La coartada demográfica A fines del año pasado cuatro diputados alemanes visitaron Haití. No bien llegaron, la miseria del pueblo les golpeó los ojos. Entonces el embajador de Alemania les explicó, en Port-au-Prince, cuál es el problema: Este es un país superpoblado -dijo-. La mujer haitiana siempre quiere, y el hombre haitiano siempre puede. Y se rió. Los diputados callaron. Esa noche, uno de ellos, Wilfried Wolf, consultó las cifras. Y comprobó que Haití es, con El Salvador, el país más superpoblado de las Américas, pero está tan superpoblado como Alemania: tiene casi la misma cantidad de habitantes por quilómetro cuadrado. En sus días en Haití, el diputado Wolf no sólo fue golpeado por la miseria: también fue deslumbrado por la capacidad de belleza de los pintores populares. Y llegó a la conclusión de que Haití está superpoblado…. de artistas. En realidad, la coartada demográfica es más o menos reciente. Hasta hace algunos años, las potencias occidentales hablaban más claro. La tradición racista Estados Unidos invadió Haití en 1915 y gobernó el país hasta 1934.. Se retiró cuando logró sus dos objetivos: cobrar las deudas del City Bank y derogar el artículo constitucional que prohibía vender plantaciones a los extranjeros. Entonces Robert Lansing, secretario de Estado, justificó la larga y feroz ocupación militar explicando que la raza negra es incapaz de gobernarse a sí misma, que tiene “una tendencia inherente a la vida salvaje y una incapacidad física de civilización”. Uno de los responsables de la invasión, William Philips, había incubado tiempo antes la sagaz idea: “Este es un pueblo inferior, incapaz de conservar la civilización que habían dejado los franceses”. Haití había sido la perla de la corona, la colonia más rica de Francia: una gran plantación de azúcar, con mano de obra esclava. En El espíritu de las leyes, Montesquieu lo había explicado sin pelos en la lengua: “El azúcar sería demasiado caro si no trabajaran los esclavos en su producción.. Dichos esclavos son negros desde los pies hasta la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible tenerles lástima. Resulta impensable que Dios, que es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena, en un cuerpo enteramente negro”. En cambio, Dios había puesto un látigo en la mano del mayoral. Los esclavos no se distinguían por su voluntad de trabajo. Los negros eran esclavos por naturaleza y vagos también por naturaleza, y la naturaleza, cómplice del orden social, era obra de Dios: el esclavo debía servir al amo y el amo debía castigar al esclavo, que no mostraba el menor entusiasmo a la hora de cumplir con el designio divino. Karl Von Linneo, contemporáneo de Montesquieu, había retratado al negro con precisión científica: “Vagabundo, perezoso, negligente, indolente y de costumbres disolutas”. Más generosamente, otro contemporáneo, David Hume, había comprobado que el negro “puede desarrollar ciertas habilidades humanas, como el loro que habla algunas palabras”. La humillación imperdonable En 1803 los negros de Haití propinaron tremenda paliza a las tropas de Napoleón Bonaparte, y Europa no perdonó jamás esta humillación infligida a la raza blanca. Haití fue el primer país libre de las Américas. Estados Unidos había conquistado antes su independencia, pero tenía medio millón de esclavos trabajando en las plantaciones de algodón y de tabaco.. Jefferson, que era dueño de esclavos, decía que todos los hombres son iguales, pero también decía que los negros han sido, son y serán inferiores. La bandera de los libres se alzó sobre las ruinas. La tierra haitiana había sido devastada por el monocultivo del azúcar y arrasada por las calamidades de la guerra contra Francia, y una tercera parte de la población había caído en el combate. Entonces empezó el bloqueo. La nación recién nacida fue condenada a la soledad. Nadie le compraba, nadie le vendía, nadie la reconocía. El delito de la dignidad Ni siquiera Simón Bolívar, que tan valiente supo ser, tuvo el coraje de firmar el reconocimiento diplomático del país negro. Bolívar había podido reiniciar su lucha por la independencia americana, cuando ya España lo había derrotado, gracias al apoyo de Haití. El gobierno haitiano le había entregado siete naves y muchas armas y soldados, con la única condición de que Bolívar liberara a los esclavos, una idea que al Libertador no se le había ocurrido. Bolívar cumplió con este compromiso, pero después de su victoria, cuando ya gobernaba la Gran Colombia, dio la espalda al país que lo había salvado. Y cuando convocó a las naciones americanas a la reunión de Panamá, no invitó a Haití pero invitó a Inglaterra. Estados Unidos reconoció a Haití recién sesenta años después del fin de la guerra de independencia, mientras Etienne Serres, un genio francés de la anatomía, descubría en París que los negros son primitivos porque tienen poca distancia entre el ombligo y el pene. Para entonces, Haití ya estaba en manos de carniceras dictaduras militares, que destinaban los famélicos recursos del país al pago de la deuda francesa: Europa había impuesto a Haití la obligación de pagar a Francia una indemnización gigantesca, a modo de perdón por haber cometido el delito de la dignidad. La historia del acoso contra Haití, que en nuestros días tiene dimensiones de tragedia, es también una historia del racismo en la civilización occidental.

Momento constituyente

19/01/2010 Por Nicolás Lynch

El momento constituyente no es otra cosa que la coyuntura política favorable para el debate sobre la necesidad de una reforma constitucional de fondo o de una Nueva Constitución, de cualquier forma que se quiera ver el asunto, y parece, más allá de la opinión de los escépticos, que una coyuntura de este tipo podría estarse acercando.


La semana pasada ha sido prolífica, como no ha sucedido en mucho tiempo, a este respecto. Por una parte AP, a través de su presidente Javier Alva Orlandini, anunció que presentaría un proyecto de ley para convocar a una Asamblea Constituyente; por otra, Alberto Adrianzén presentó su libro “La transición inconclusa”, en el que plantea la necesidad de un momento constitucional que nos lleve a una nueva hegemonía política.

Asimismo, un grupo de intelectuales y dirigentes políticos hemos publicado un manifiesto de apoyo a la candidatura de Ollanta Humala, en el que planteamos la necesidad de una nueva Constitución.

Todo esto sucede en un contexto en el que el gobierno de Alan García insiste en reformas constitucionales a retazos urgidas por sus necesidades electorales de los próximos 15 meses y la perspectiva, aún borrosa, de 2016.

Ha hecho bien AP en responder al Apra con una alternativa de conjunto, lo que no sólo dice de su fidelidad a una estirpe de sano comportamiento republicano, sino también hace que el reclamo constituyente trascienda los predios de la izquierda y el nacionalismo y sea asumido por un partido de centro.

Así, ya no tiene el tinte, nada más, de reclamo social sino de saneamiento democrático de un orden constitucional que está plagado de los brulotes que dejaron Fujimori y Montesinos.

Conociendo la línea de pensamiento de Javier Alva Orlandini y de Valentín Paniagua al respecto, suponemos que el planteamiento implica regresar a la carta de 1979 y proceder a la reforma de la misma, tal como es la línea de pensamiento de la mayor parte de quienes tienen un pensamiento reformista serio sobre el punto.

Llegar a un momento constituyente es, sin embargo, una cuestión difícil y delicada. Ha llegado la hora, entonces, de tender puentes entre los diferentes actores que están en esta perspectiva.

Esto implica propiciar un mayor debate para afinar detalles y extender esta preocupación fundamental de manera que lleguemos a un planteamiento común y establezcamos un camino sin retorno que gane la legitimidad de las urnas en el próximo año electoral.