El momento constituyente no es otra cosa que la coyuntura política favorable para el debate sobre la necesidad de una reforma constitucional de fondo o de una Nueva Constitución, de cualquier forma que se quiera ver el asunto, y parece, más allá de la opinión de los escépticos, que una coyuntura de este tipo podría estarse acercando.
La semana pasada ha sido prolífica, como no ha sucedido en mucho tiempo, a este respecto. Por una parte AP, a través de su presidente Javier Alva Orlandini, anunció que presentaría un proyecto de ley para convocar a una Asamblea Constituyente; por otra, Alberto Adrianzén presentó su libro “La transición inconclusa”, en el que plantea la necesidad de un momento constitucional que nos lleve a una nueva hegemonía política.
Asimismo, un grupo de intelectuales y dirigentes políticos hemos publicado un manifiesto de apoyo a la candidatura de Ollanta Humala, en el que planteamos la necesidad de una nueva Constitución.
Todo esto sucede en un contexto en el que el gobierno de Alan García insiste en reformas constitucionales a retazos urgidas por sus necesidades electorales de los próximos 15 meses y la perspectiva, aún borrosa, de 2016.
Ha hecho bien AP en responder al Apra con una alternativa de conjunto, lo que no sólo dice de su fidelidad a una estirpe de sano comportamiento republicano, sino también hace que el reclamo constituyente trascienda los predios de la izquierda y el nacionalismo y sea asumido por un partido de centro.
Así, ya no tiene el tinte, nada más, de reclamo social sino de saneamiento democrático de un orden constitucional que está plagado de los brulotes que dejaron Fujimori y Montesinos.
Conociendo la línea de pensamiento de Javier Alva Orlandini y de Valentín Paniagua al respecto, suponemos que el planteamiento implica regresar a la carta de 1979 y proceder a la reforma de la misma, tal como es la línea de pensamiento de la mayor parte de quienes tienen un pensamiento reformista serio sobre el punto.
Llegar a un momento constituyente es, sin embargo, una cuestión difícil y delicada. Ha llegado la hora, entonces, de tender puentes entre los diferentes actores que están en esta perspectiva.
Esto implica propiciar un mayor debate para afinar detalles y extender esta preocupación fundamental de manera que lleguemos a un planteamiento común y establezcamos un camino sin retorno que gane la legitimidad de las urnas en el próximo año electoral.