ESPIONAJE
26 de Noviembre del 2009 RolandoBreña
Alan García, con prisa casi desesperada, afirmó que estaba seguro de que ni la presidenta Bachelet ni sus ministros eran responsables ni sabían del asunto, que serían más bien sectores pinochetistas. Que el espionaje era consecuencia de la envidia por nuestro "despegue económico". Que sólo los débiles y las "republiquetas" apelaban a estas armas.Tamañas barbaridades. Antes de que las investigaciones terminaran, antes de que Chile dijera esta boca es mía, da su veredicto final y exculpa de toda responsabilidad al conjunto del gobierno chileno. Por un lado, concede un amplio campo de acción a la diplomacia chilena para maniobrar a su antojo y encontrar las mejores formas de negar su participación con la complicidad de García y, a su vez, reduce la capacidad del Perú de construir una ofensiva diplomática en defensa de nuestra soberanía y el repudio internacional a esta forma de agresión grosera. Por otro, fortalece las posiciones provocadoras en Chile, a tal punto que son ellos los que se sienten ofendidos, según lo expresa Bachelet, o que Frei diga que el Perú tiene una actitud hostil y que tenemos un nacionalismo exacerbado.Este espionaje no es por "envidia". No es espionaje político, comercial, financiero. Es militar. Y lo militar está relacionado directamente a la Defensa Nacional y los conflictos armados, es decir, a capacidades, tácticas y estrategias militares. Y quien lo hace está pensando necesariamente en la posibilidad o en la necesidad de una guerra y preparándose al respecto, mediante la compra masiva de armas (Chile lo hace), maniobras y simulacros de guerra (Chile lo hace), así como el espionaje para conocer la capacidad de las Fuerzas Armadas de los países a los que presuntamente enfrentaría. Tampoco es verdad que sólo los débiles y "republiquetas" hagan uso del espionaje. Al contrario, la historia demuestra que son los países con ambiciones de hegemonía, expansionistas y agresores, desarrollados o en proceso de serlo, quienes manejan instrumentos técnicos, tecnológicos, humanos y financieros para espiar a quienes quieren subordinar, apoderarse de sus recursos naturales, destruirlos o eliminarlos de competencia. ¿Acaso no son la CIA y la Mossad los ejemplos más elocuentes? Con este cuento lo que busca García es hacernos creer que Chile, país débil y "republiqueta", no tiene intenciones negativas con el Perú, sino que se trata de algo así como un exabrupto de grupos pinochetistas.Y para coronar este asunto, nuestro amigo Rey Rey proclama, en el colmo de la "benevolencia", que las inversiones chilenas en el Perú "están seguras". Como si el Perú fuera el que espía, el que agrede, el que amenaza, el que provoca.
Alan García, con prisa casi desesperada, afirmó que estaba seguro de que ni la presidenta Bachelet ni sus ministros eran responsables ni sabían del asunto, que serían más bien sectores pinochetistas. Que el espionaje era consecuencia de la envidia por nuestro "despegue económico". Que sólo los débiles y las "republiquetas" apelaban a estas armas.Tamañas barbaridades. Antes de que las investigaciones terminaran, antes de que Chile dijera esta boca es mía, da su veredicto final y exculpa de toda responsabilidad al conjunto del gobierno chileno. Por un lado, concede un amplio campo de acción a la diplomacia chilena para maniobrar a su antojo y encontrar las mejores formas de negar su participación con la complicidad de García y, a su vez, reduce la capacidad del Perú de construir una ofensiva diplomática en defensa de nuestra soberanía y el repudio internacional a esta forma de agresión grosera. Por otro, fortalece las posiciones provocadoras en Chile, a tal punto que son ellos los que se sienten ofendidos, según lo expresa Bachelet, o que Frei diga que el Perú tiene una actitud hostil y que tenemos un nacionalismo exacerbado.Este espionaje no es por "envidia". No es espionaje político, comercial, financiero. Es militar. Y lo militar está relacionado directamente a la Defensa Nacional y los conflictos armados, es decir, a capacidades, tácticas y estrategias militares. Y quien lo hace está pensando necesariamente en la posibilidad o en la necesidad de una guerra y preparándose al respecto, mediante la compra masiva de armas (Chile lo hace), maniobras y simulacros de guerra (Chile lo hace), así como el espionaje para conocer la capacidad de las Fuerzas Armadas de los países a los que presuntamente enfrentaría. Tampoco es verdad que sólo los débiles y "republiquetas" hagan uso del espionaje. Al contrario, la historia demuestra que son los países con ambiciones de hegemonía, expansionistas y agresores, desarrollados o en proceso de serlo, quienes manejan instrumentos técnicos, tecnológicos, humanos y financieros para espiar a quienes quieren subordinar, apoderarse de sus recursos naturales, destruirlos o eliminarlos de competencia. ¿Acaso no son la CIA y la Mossad los ejemplos más elocuentes? Con este cuento lo que busca García es hacernos creer que Chile, país débil y "republiqueta", no tiene intenciones negativas con el Perú, sino que se trata de algo así como un exabrupto de grupos pinochetistas.Y para coronar este asunto, nuestro amigo Rey Rey proclama, en el colmo de la "benevolencia", que las inversiones chilenas en el Perú "están seguras". Como si el Perú fuera el que espía, el que agrede, el que amenaza, el que provoca.