La renovación que Alan García necesita Por Augusto Álvarez R.
La iniciativa presidencial para mejorar el Congreso. El gobierno sostiene que no busca disolver el Congreso sino la reforma constitucional, pero es tan fofa su propuesta para mejorar la calidad del Parlamento, y tan entusiasta el golpeado de pecho tipo King Kong por su posible cierre, que es legítima la sospecha sobre lo que realmente quiere el presidente Alan García con esta movida.
Su iniciativa para la renovación parcial del Congreso a mitad del período, como mecanismo de presión para el buen desempeño parlamentario, es interesante pero no tendría gran efecto si su aplicación está aislada de una reforma más integral de la política, que vaya desde el financiamiento electoral hasta los instrumentos de control ciudadano de las autoridades.
Como García no tiene los votos suficientes en el Congreso, ha amenazado con disolverlo según lo previsto en la Constitución. Más allá del quilombo legal de estos casos, incluyendo la conveniencia de hacer cuestión de confianza sobre una reforma constitucional, es crucial entender qué quiere realmente el presidente, especialmente cuando –como se sabe– se gana popularidad atacando a una entidad desprestigiada –pero sin duda indispensable para la democracia– como el Congreso.
El objetivo de presionar al parlamentario para que trabaje bien y no robe es loable, pero se debiera evaluar el costo –político, económico e institucional– de un enfrentamiento Ejecutivo-Legislativo a un año y medio de terminar el período.
También, si el presidente puede contribuir a lo mismo de otras maneras. Una forma a la que aún no ha recurrido es con el ejemplo para promover la sanción a sus compañeros que delinquen en lugar de, como ha hecho hasta ahora, encubrirlos.
Desde el apoyo a Tula Benites cuando contrató al fantasma, hasta su intento por minimizar y enjuagar el financiamiento indebido de Luis Alva Castro a shows privados, pasando por seguir compartiendo mesa en Palacio –como esta semana para el planeamiento aprista– con los mantenidos por Alas Peruanas o los visitantes asiduos de la suite de Fortunato Cannaán, el presidente García no ha ayudado a cortar corruptelas sino a su proliferación por silbar y mirar al techo cuando estas se ampayan.Antes que renovaciones del Congreso para ganar popularidad, el presidente García debiera renovar su actitud cuando se agarra a un aprista parlamentario con las manos en la masa. ¿Volverán a estar en la lista de candidatos del 2011 los que se mancharon en este lustro?
Esa renovación presidencial legitimizaría su supuesta indignación por un Congreso mamarrachento y tendría, sin duda, un efecto más efectivo en la mejora de su calidad, así como en su propia credibilidad.