Leon Trahtemberg
DE SENTIDO COMÚN
A veces me sorprenden las políticas de costos que siguen los directivos de colegios que aspiran a estar en la vanguardia.
En su condición de padres o madres, económicamente solventes, cuando su hijo o su hija tiene una dolencia o enfermedad compleja, lo primero que hacen es preguntar quién es el mejor médico especialista, que asegure el diagnóstico, procedimiento y resultado óptimo.
Rara vez he visto a alguien que empiece preguntando cómo puede ahorrarse la consulta médica o adónde puede conseguir al médico más barato.
Lógicamente, no se trata de derrochar irresponsablemente el dinero, sino de asumir los costos pertinentes para procurar un servicio de vanguardia.
Me llama mucho la atención la creciente ausencia del espíritu de asumir los costos de estar en la vanguardia en las instituciones educativas, tengan o no fines de lucro.
A diferencia de sus fundadores, que tuvieron como meta "hacer el mejor colegio del país, cueste lo que cueste", muchos de los directivos de hoy están obsesionados con el objetivo de "bajar costos", como si no supieran que eso afecta directamente su capacidad de iniciativa, calidad y competitividad.
Ser los primeros tiene un costo, porque hay que invertir en innovar, crear, en equivocarse y volver a intentar, así como conseguir a los mejores profesores del país (o extranjeros si es el caso).
No pueden beneficiarse de los ahorros que produce aprender de otros, porque eso los pondría en segundo plano tras los innovadores.
Aspirar a estar en la primera línea priorizando la meta de reducir los costos es un contrasentido que paradójicamente los condena a rezagarse.
Empiezan con buscar directores y profesores más baratos, adquirir la menor cantidad y calidad de equipos, materiales y mobiliario, pese a las evidencias del costo creciente de vida y de equipamientos tecnológicos de vanguardia, y a que se está produciendo una selectividad ascendente de los profesionales que los encarece.
No sostengo que no se pueda educar bien a diferentes niveles de costos (hasta gratuitamente inclusive).
Sí sostengo que estar en la vanguardia de la innovación en educación tiene un costo creciente, pero también una rentabilidad creciente para la formación de sus alumnos