Alan García ha decidido que su cara adorne los 16 millones de textos escolares que el Estado ha impreso con el dinero de todos los peruanos –la mayoría de los cuales no lo puede ver ni en pintura–.Analistas y maestros concuerdan en que se trata de una manipulación antipedagógica y sectaria, destinada a promover al Apra y al presidente García para campañas electorales venideras.
Es una maniobra repudiable y abusiva, que emplea fondos públicos y aulas escolares a favor de un partido que está dejando una estela de corrupción, injusticia y abdicación nacional.
La calidad de esos textos ostenta no sólo la cara del primer mandatario, sino también su desdén por la ciencia y la tecnología, y el olvido de asuntos vitales como el diferendo marítimo con Chile.
Este acto de narcisismo recuerda acciones de dictadores sanguinarios como el general Marcos Pérez Jiménez, de Venezuela, quien gobernó entre 1952 y 1958 y se hizo erigir en vida estatuas que lo presentaban como prócer, y apuesto, por añadidura.Rafael Leonidas Trujillo, que malgobernó República Dominicana durante 13 años, se honró a sí mismo al dar su nombre a calles y plazas, plazuelas y plazoletas.
A estos hombres los abrasaba el amor: el amor al poder, el amor al dinero y el amor a sus personas.
Se trata de un mal histórico y continental.
Poseo una colección de folletos y textos laudatorios para Augusto Bernardino Leguía, engalanados con la foto del dictador.Alberto Fujimori repartía almanaques y bolsas de alimentos alhajados con su cara resistible.Gabriel García Márquez evocó en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura 1982 hilarantes casos:“El general Antonio López de Santana, que fue tres veces dictador de México, hizo enterrar con funerales magníficos la pierna derecha que había perdido en la llamada Guerra de los Pasteles.
El general García Moreno gobernó al Ecuador durante 16 años como un monarca absoluto, y su cadáver fue velado con su uniforme de gala y su coraza de condecoraciones sentado en la silla presidencial.
“El general Maximiliano Hernández Martínez, el déspota teósofo de El Salvador que hizo exterminar en una matanza bárbara a 30 mil campesinos, había inventado un péndulo para averiguar si los alimentos estaban envenenados, e hizo cubrir con papel rojo el alumbrado público para combatir una epidemia de escarlatina. El monumento al general Francisco Morazán, erigido en la plaza mayor de Tegucigalpa, es en realidad una estatua del mariscal Ney comprada en París en un depósito de esculturas usadas”.
Acotación: a la presidencia de la República le chorrea el dinero; ayer publicó, a página entera, en varios diarios capitalinos, avisos sobre los textos escolares. Con la foto de García, por cierto.