sábado, 13 de febrero de 2010

Por Uriel García (*) Indio y nuevo indio

febrero de 2010 - 07:29 am

La definición de los indios en el Perú contemporáneo debe ser interpretada de manera realista. Para ello hay que considerar la estructura social y económica de los diferentes estratos de la población peruana. Actualmente, en los países andinos, y especialmente en el nuestro, es indispensable tener una perspectiva que concuerde con la realidad.
En manos de un antropólogo físico, la identificación de los indígenas estará basada en la estructura del ADN para demostrar que los indios actuales son descendientes de los primeros pobladores del continente americano, antes de la llegada de Colón. Pero con la movilidad social tan fácil y veloz que caracteriza a la sociedad peruana después del coloniaje hay muchos peruanos miembros de exclusivos círculos que poseen sus ADN con idéntica estructura a las de los nativos.
Para un sociólogo, los indios son agrupaciones de comunidades sobrevivientes de las exacciones que por siglos han soportado. Refugiados en los ambientes más agrestes e inaccesibles, en punas inhóspitas o en ríos serpenteante por tupidas selvas, conservaron su ancestral modo de vida, valores culturales, idiomas, economía primitiva basada en el trueque e integrados a la naturaleza circundante. Con el devenir del progreso social y económico del resto de la nación esas primitivas asociaciones se convirtieron en el estrato socioeconómico de los más pobres. Estos, los de las punas, fueron estudiados y mostrados al mundo por Luis E. Valcárcel a finales de la década de 1920. Mariátegui se entusiasmó hasta creer que la justicia social debía llegar en este país sobre la base de organización de los ayllus tan lúcidamente descritos por dicho estudioso.Pero por el fenómeno de movilidad social y la propensión atávica del mestizaje, tanto por la línea incaica como por la española, hubo un intercambio biológico (sexual), y sobre todo cultural, sin barreras segregacionistas.
Esta es una realidad que se debe tener presente de manera constante. Cuando el miembro de un ayllu o el de una de las tribus selváticas era (hasta hace un tiempo) reclutado por las Fuerzas Armadas, al concluir su servicio era otra persona porque aprendió un idioma nuevo, algo de la economía de consumo (con la magra propina) y se vistió con ropa occidental. En fin, era un nuevo indio, un cholo, un mestizo, a pesar de su ADN.
El avance de las comunicaciones ha perforado, por lo menos en el Perú, todos los muros del aislamiento ancestral. Ya podemos decir que no existen indios. Hemos visto esos “nuevos indios” que José Uriel García estudió como avizorando lo que ahora ocurre. Los vemos vestidos con jeans, con polos, algunos se disfrazan de indios antiguos.
Argumentan y discuten con el primer ministro y, de manera coherente y articulada, defienden sus ideales de política nacional en el idioma de Cervantes, tanto que postulan un cambio constitucional. Astutamente, aparentan ser verdaderos indios iletrados para pedir, eso sí en castellano, la insurgencia anticonstitucional.
Los indios bajaron de las alturas, sin truenos y relámpagos, a poblar las barriadas. Sin gastar ni un centavo de los gobiernos de turno, esos mismos indígenas levantaron sus viviendas, al principio como chozas miserables para convertirlas en casas dignas. Ya dejaron de ser indios, son nuevos indios como cualquier peruano actual lo debe ser. De allí saldrán los futuros líderes que conducirán los destinos de esta nación.
Nuevo indio fue Julio C. Tello, quien llegó a la casa de Ricardo Palma iletrado y quechuahablante, para convertirse en el arqueólogo conocido mundialmente. Otro fue Pedro Weiss, genéticamente ario, quien nació aquí y fue impactado por el paisaje y naturaleza peruanas, por sus habitantes y sus patologías. Así, Weiss, en el otro extremo de la escala de los genomas del “Homo sapiens”, ha sido también un paradigmático nuevo indio.
Los políticos contemporáneos debieran leer con asiduidad “Tempestad en los Andes” de Valcárcel, “El nuevo indio” de García y “Siete ensayos de la realidad peruana” de Mariátegui. Parece mentira, las ideas contrastantes de esos pensadores no han perdido vigencia.
(*) Ex ministro de Salud