La introducción de la ilustración en nuestro país se efectúa a lo largo del siglo XVIII y principios del XIX. Mientras en España las luchas entre el poder político y religioso se hacen más drásticas, en el virreinato la situación aparenta desenvolverse dentro de sus causas tradicionales. La expulsión de los jesuitas como corolario de las luchas antes mencionadas, es el primer acontecimiento que conmueve la opinión general. Los jesuitas a través de sus centros de enseñanza estaban ligados a todas las esferas y a los altos círculos sociales. Significó esta expulsión un sacudimiento brusco de rechazo a instituciones que siempre habían contado con el acuerdo de las autoridades y una preparación para los cambios que se producirían.
El orden social se vería alterado por la sublevación de Túpac Amaru que se inicia en 1780. Algunos jesuitas expulsados propician la causa de la revolución peruana como Juan Pablo Vizcardo y Guzmán que escribió a Livorno al cónsul inglés solicitando ayuda para dicha rebelión. Se adquiere desde este momento la clara idea de que todo movimiento libertario debe culminarse en el Perú y que no es posible hablar de revolución americana sin contar con el movimiento peruano.
Hacia 1788 se presenta una nueva orientación en los planes de estudio del Convictorio Carolino, reforma hecha por Toribio Rodríguez de Mendoza. Este hecho unido a la labor que realiza “El Mercurio Peruano”, respectivamente, un avance de las ideas ilustradas en uno de nuestros centros superiores de estudio y una penetración de los nuevos intereses del siglo en la multitud.
Se podría hablar de una etapa formativa que se plasma en sugerencias ideológicas del grupo no separatista y que busca crear una conciencia nacional de necesidad de cambio, ilustración de los ciudadanos y reforma por parte de las propias autoridades.
Los acontecimientos históricos que se producen en España con la invasión napoleónica determinarán un giro muy distinto en la actitud de nuestros ideólogos. Prisioneros de los franceses los monarcas españoles se produce una reacción nacionalista. En las colonias se rechaza a los enviados napoleónicos. El ambiente liberal y la doctrina de la autodeterminación de los pueblos significan para los peruanos el mejor medio de entrenamiento en la lucha política.
La Constitución Liberal de 1812 decretada por las Cortes de Cádiz, sería el órgano jurídico que permitiría afianzar la igualdad de los americanos y españoles, y el establecimiento de una monarquía moderada. Bajo el amparo de las Cortes, entre 1810 y 1814, viven los peruanos un ambiente liberal que aviva aun más sus ingenios y les permite expresar libremente sus pensamientos y críticas. Es una etapa de franco optimismo en que los partidarios de la razón y la justicia parecen haber triunfado en su tesis no separatista.
La vuelta de Fernando VII al trono de España echó por tierra este optimismo. La reacción absolutista del monarca y las medidas tomadas contra las colonias habrán de determinar los nuevos acontecimientos. Todavía José Baquíjano y Carrillo, y Manuel Lorenzo de Vidaurre confían en que es posible convencer al monarca por la vía racional y escriben informes justificatorios de la conducta seguida por las colonias sugiriendo los medios de conciliación, lo que testimonia la solidez de sus ideas pacifistas.
La línea política que se ha propuesto el monarca no se modifica y se hace necesario el afianzamiento de la corriente ideológica separatista. Línea separatista que vio claramente la necesidad de la violencia para conseguir la liberación de España.
José de la Riva Agüero aparece entonces como líder de este movimiento, y queda teóricamente establecido a través de su pensamiento, en “Las 28 causas de la revolución de América” que el único modo de lograr la libertad, la justicia, la humanidad, la prosperidad y por ende la felicidad es luchando contra el enemigo hasta vencer o morir.
Porque la libertad ha de lograrse a cualquier precio, ilustrados en sus derechos los peruanos han tomado conciencia, a través de un largo proceso de incorporación de las nuevas ideas, de que ella constituye el fundamental atributo del hombre.
La incorporación de las ideas de la Ilustración constituyó la base ideológica de la emancipación. Al esfuerzo de nuestros ilustrados debemos la formación de una conciencia nacional. A su afán de ilustrar al pueblo sobre su situación y sus derechos debemos su colaboración en la lucha por la independencia. A sus producciones literarias les debemos los postulados de la revolución. Fueron los encargados de despertar y formar una nueva conciencia en el hombre peruano, conciencia que constituye la razón de nuestra existencia actual como nación amante de la democracia, la libertad y la justicia.
(*) Profesora emérita UNMSM