¡Qué lejanos aquellos tiempos en que Luis Bedoya Reyes señalaba que “los técnicos se alquilaban”! Hoy, los técnicos y gerentes ya no se alquilan sino que reemplazan a los políticos, a los partidos y demás colectividades. Si bien detrás de los llamados “alcaldes gerentes de Lima” hay intenso trabajo y mucha obra, no existen comités de bases, corrientes y revistas que se disputen la conducción de un partido o de un frente. La gestión de Luis Castañeda y la emergencia de Álex Kouri como candidato fuerte a la Alcaldía de Lima revelan que, en las elecciones municipales, la política ha muerto, o quizá ya estaba fría desde que Fujimori inauguró una década de autoritarismo en los noventa.La intención de voto de Kouri y la aparición de Jaime Bayly indican que el desplome del sistema de partidos avanza mediante varios tsunamis. El triunfo de Alan García fue un recodo transitorio que solo se explica por los errores del humalismo, pero la caída libre de los políticos es dramática, real. Sin embargo, lo que estremece, lo que aterra, es la calma de la élite peruana ante esta “democracia de outsider endémico” que empieza a construirse. Se cree que la economía de mercado y la libertad se pueden desenvolver al margen de partidos y colectividades. En todo caso, allí va la pregunta: ¿Dónde ha pasado eso? En China y Vietnam, el mercado crea prosperidad sin democracia, pero con la dictadura del partido comunista. En el Perú, las reformas liberalizantes de los noventa ordenaron el país, aunque con el autoritarismo del fujimorato. ¿Cómo, entonces, se explica la indolencia de la élite nacional? El partido político es una viga fundamental de cualquier sistema libertario, porque es el intermediario entre millones de electores y el Estado. Sin esa intermediación no hay democracia. Por eso no hay democracia en Venezuela ni en los gobiernos teocráticos del Medio Oriente. Los verdaderos liberales, como los padres fundadores de Estados Unidos, se jalaban los cabellos buscando mecanismos de contrapesos de poder y de elección para construir y fortalecer un sistema de partidos.Cuando estaban Víctor Raúl Haya de la Torre, Ramiro Prialé , Luis Alberto Sánchez, Roberto Ramírez del Villar y Ernesto Alayza Grundy existían partidos políticos, pero no había mercado y libertad económica. El sistema democrático tenía un defecto congénito que le impedía prosperar. Hoy tenemos mercado, pero no tenemos partidos y, tarde o temprano, la libertad sufrirá. La enfermedad se puede volver terminal y los outsiders germinarán como hongos luego de la lluvia y, entonces, aparecerán otros humalas que se tragarán la libertad. A lo mejor ni Alan regresa el 2016. En todo caso, la visión apocalíptica sirve para reflexionar.
jueves, 25 de febrero de 2010
El outsider endémico
Autor: Víctor Andrés Ponce
¡Qué lejanos aquellos tiempos en que Luis Bedoya Reyes señalaba que “los técnicos se alquilaban”! Hoy, los técnicos y gerentes ya no se alquilan sino que reemplazan a los políticos, a los partidos y demás colectividades. Si bien detrás de los llamados “alcaldes gerentes de Lima” hay intenso trabajo y mucha obra, no existen comités de bases, corrientes y revistas que se disputen la conducción de un partido o de un frente. La gestión de Luis Castañeda y la emergencia de Álex Kouri como candidato fuerte a la Alcaldía de Lima revelan que, en las elecciones municipales, la política ha muerto, o quizá ya estaba fría desde que Fujimori inauguró una década de autoritarismo en los noventa.La intención de voto de Kouri y la aparición de Jaime Bayly indican que el desplome del sistema de partidos avanza mediante varios tsunamis. El triunfo de Alan García fue un recodo transitorio que solo se explica por los errores del humalismo, pero la caída libre de los políticos es dramática, real. Sin embargo, lo que estremece, lo que aterra, es la calma de la élite peruana ante esta “democracia de outsider endémico” que empieza a construirse. Se cree que la economía de mercado y la libertad se pueden desenvolver al margen de partidos y colectividades. En todo caso, allí va la pregunta: ¿Dónde ha pasado eso? En China y Vietnam, el mercado crea prosperidad sin democracia, pero con la dictadura del partido comunista. En el Perú, las reformas liberalizantes de los noventa ordenaron el país, aunque con el autoritarismo del fujimorato. ¿Cómo, entonces, se explica la indolencia de la élite nacional? El partido político es una viga fundamental de cualquier sistema libertario, porque es el intermediario entre millones de electores y el Estado. Sin esa intermediación no hay democracia. Por eso no hay democracia en Venezuela ni en los gobiernos teocráticos del Medio Oriente. Los verdaderos liberales, como los padres fundadores de Estados Unidos, se jalaban los cabellos buscando mecanismos de contrapesos de poder y de elección para construir y fortalecer un sistema de partidos.Cuando estaban Víctor Raúl Haya de la Torre, Ramiro Prialé , Luis Alberto Sánchez, Roberto Ramírez del Villar y Ernesto Alayza Grundy existían partidos políticos, pero no había mercado y libertad económica. El sistema democrático tenía un defecto congénito que le impedía prosperar. Hoy tenemos mercado, pero no tenemos partidos y, tarde o temprano, la libertad sufrirá. La enfermedad se puede volver terminal y los outsiders germinarán como hongos luego de la lluvia y, entonces, aparecerán otros humalas que se tragarán la libertad. A lo mejor ni Alan regresa el 2016. En todo caso, la visión apocalíptica sirve para reflexionar.
¡Qué lejanos aquellos tiempos en que Luis Bedoya Reyes señalaba que “los técnicos se alquilaban”! Hoy, los técnicos y gerentes ya no se alquilan sino que reemplazan a los políticos, a los partidos y demás colectividades. Si bien detrás de los llamados “alcaldes gerentes de Lima” hay intenso trabajo y mucha obra, no existen comités de bases, corrientes y revistas que se disputen la conducción de un partido o de un frente. La gestión de Luis Castañeda y la emergencia de Álex Kouri como candidato fuerte a la Alcaldía de Lima revelan que, en las elecciones municipales, la política ha muerto, o quizá ya estaba fría desde que Fujimori inauguró una década de autoritarismo en los noventa.La intención de voto de Kouri y la aparición de Jaime Bayly indican que el desplome del sistema de partidos avanza mediante varios tsunamis. El triunfo de Alan García fue un recodo transitorio que solo se explica por los errores del humalismo, pero la caída libre de los políticos es dramática, real. Sin embargo, lo que estremece, lo que aterra, es la calma de la élite peruana ante esta “democracia de outsider endémico” que empieza a construirse. Se cree que la economía de mercado y la libertad se pueden desenvolver al margen de partidos y colectividades. En todo caso, allí va la pregunta: ¿Dónde ha pasado eso? En China y Vietnam, el mercado crea prosperidad sin democracia, pero con la dictadura del partido comunista. En el Perú, las reformas liberalizantes de los noventa ordenaron el país, aunque con el autoritarismo del fujimorato. ¿Cómo, entonces, se explica la indolencia de la élite nacional? El partido político es una viga fundamental de cualquier sistema libertario, porque es el intermediario entre millones de electores y el Estado. Sin esa intermediación no hay democracia. Por eso no hay democracia en Venezuela ni en los gobiernos teocráticos del Medio Oriente. Los verdaderos liberales, como los padres fundadores de Estados Unidos, se jalaban los cabellos buscando mecanismos de contrapesos de poder y de elección para construir y fortalecer un sistema de partidos.Cuando estaban Víctor Raúl Haya de la Torre, Ramiro Prialé , Luis Alberto Sánchez, Roberto Ramírez del Villar y Ernesto Alayza Grundy existían partidos políticos, pero no había mercado y libertad económica. El sistema democrático tenía un defecto congénito que le impedía prosperar. Hoy tenemos mercado, pero no tenemos partidos y, tarde o temprano, la libertad sufrirá. La enfermedad se puede volver terminal y los outsiders germinarán como hongos luego de la lluvia y, entonces, aparecerán otros humalas que se tragarán la libertad. A lo mejor ni Alan regresa el 2016. En todo caso, la visión apocalíptica sirve para reflexionar.