miércoles, 20 de enero de 2010

Inevitable crítica

Inevitable crítica

2009 Mauricio Mulder

Es antidemocrático manifestar que para ser elegido en el cargo de REPRESENTACIÓN política se establezcan requisitos que van más allá del simple ejercicio de la ciudadanía.
El cargo de congresista no es de gestión, no es de realización de obras, no es de ejecución de presupuestos. Es de REPRESENTACIÓN. Es decir, que quien recibe votos para integrar el agora política lo hace en función del pensamiento que tiene y de la identificación que siente el ciudadano con ese pensamiento y con el partido que lo lleva. Al ciudadano, en un régimen de votación obligatoria, claro está, no se le exige sin embargo que busque las ideas de quien lo va a representar. Muchos se guían por la pinta, la sonrisa, la talla, pero es su derecho.
Un Congreso peruano representa por tanto a la sociedad peruana. ¿Cómo extrañarse que quien lo representa sea distinto del representado? Que haya ignorantes y semianalfabetas en el Congreso es únicamente un correlato de la realidad, ya que en ella ambas condiciones abundan. Y buscar cortapisas de carácter técnico para una entidad que es sustancialmente política es simplemente no comprender el sistema democrático, que supone la existencia sine qua non de un Parlamento.Pero eso significa también que el representante se somete al escrutinio del representado, que no necesariamente tiene que haber votado por él porque la representación no es personal sino colectiva. Ese escrutinio en el Perú se practica sin piedad, pero basado en ese otro elemento esencial de la democracia, que es la libertad de expresión. Político que no acepte crítica es en sí antidemocrático, porque se supone a sí mismo como parte de una élite intocable, y eso es monarquía, no democracia. Claro que el insulto, la difamación, la calumnia y el exceso personal contra uno ofenden y afectan y uno tiene derecho a reclamo, pero la crítica por cómo es uno es parte de la democracia.
Los políticos recibimos agravios casi a diario en la prensa, con apodos infamantes, caricaturas indecorosas, ramplonerías e insultos. No sé por qué, por ejemplo, Perú.21 a mí no para de agredirme, pero tampoco puedo escaldarme demasiado. Así es este oficio. Por eso, escudarse en cuestiones de raza, género, discapacidad física y no en temas de intelecto o trayectoria, desnaturaliza, en esencia, el valor auténtico de la democracia.