domingo, 9 de mayo de 2010

El teorema de Thomas..........................................................Por Jorge Bruce..


Dom, 09/05/2010

En 1928, William Thomas estableció un principio fundamental en ciencias sociales, conocido como el teorema de Thomas: “Si las personas definen las situaciones como reales, estas son reales en sus consecuencias”. Como es evidente, este principio tiene múltiples aplicaciones: desde el marketing hasta los estereotipos racistas, desde la autoestima hasta las especulaciones bursátiles, desde la elección de pareja hasta el voto popular.

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Si estoy persuadido de que soy limitado, intelectual o emocionalmente, o por el contrario me creo superdotado, esto determinará mis aspiraciones en la vida. Si asumo que los serranos son ociosos, los negros brutos y los blancos arrogantes, haré todo lo que esté en mis manos para que estas convicciones se verifiquen en la realidad (o en la televisión, que hoy es casi lo mismo). Si pienso que mi país tiene un futuro promisorio, mi comportamiento va a diferir del que tendré si lo veo sombrío. Como bien comprendió Thomas, esto trasciende el imperio de la objetividad, si tal cosa existe en el reino de este mundo. Por lo menos en el reino del imprevisible mundo peruano.

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Así, hubo una época en que se pensaba que Jorge del Castillo era tonto. Hasta se publicó un librito con chistes basados en sus imaginarias limitaciones. El desempeño público del susodicho se encargó de aniquilar esos prejuicios y quedó en claro, más bien, lo contrario. Al punto que hubo un tiempo en que la derecha peruana estaba convencida de que el citado dirigente aprista era su hombre: liberal y dialogante. Ahora todo eso está en entredicho, y su jefe lo ha remercié, un eufemismo francés para decir agradecido en vez de expelido como secretario general. Los mismos creyeron –quisieron creer– que Alan García había madurado.
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Los años habían, en efecto, transcurrido. Su estrategia había virado radicalmente, es cierto. Ahora se guiaba por el llamado “efecto Mateo”, así llamado por una cita del evangelista en la Parábola de los Talentos: “al que más tiene más se le dará, y al que menos tiene, se le quitará para dárselo al que más tiene”. Para ciertos sectores este era el mejor signo de su transformación: lástima que la corrupción concomitante de esa ideología pro inequidad rebalsara y estropeara tan bello idilio.
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Más allá de que las habilidades políticas de nuestro Presidente le permitan quemar a unos y negociar con otros, en un ajedrez de tramposos que los peruanos observamos con fascinación perversa, el teorema de Thomas está funcionando a todo vapor. Las evidencias de que buena parte del Estado se encuentra bajo el dominio de la corrupción, permiten pronosticar un masivo desaliento así como actitudes antisociales y violentas.
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Para contener este brote depresivo el Presidente tendría que cortar por lo sano. El asunto es que eso supondría hacerse hara-kiri, cosa a la que casi ningún político está dispuesto. Porque lo sano debe existir en algún rincón de su partido, pero eso no parece incluirlo a él. Una lectura constructiva del teorema de marras sería esta: si los peruanos definimos que podemos elegir a líderes honestos y demócratas, y cambiar nuestros patrones de comportamiento cotidiano, esa sería una potente profecía autocumplida.