sábado, 27 de febrero de 2010

El permiso que nunca llegó

El permiso que nunca llegó

El general siguió la boda de su hija desde la cárcel.

El general estuvo preso por luchar contra la dictadura. Fujimori está preso al haber sido condenado por delitos de lesa humanidad y por robo.
Historia del general preso que no pudo asistir a la boda de su hija. Le negó el permiso
Fujimori, quien sí podrá estar hoy en el matrimonio de su hija Sachi. Este pasaje de la biografía del general Manuel Fernando Obando Salas nos recuerda la forma cómo el gobierno de Alberto Fujimori trató las “razones humanitarias” invocadas para darle un trato cada vez más privilegiado al condenado por crímenes de lesa humanidad y corrupción.¿Quién es Manuel Fernando Obando Salas? Es uno de los generales que insurgieron contra el gobierno de facto de Fujimori y su asesor Montesinos el 13 de noviembre del 1992. Jaime Salinas Sedó fue el general que iba a la cabeza de esta intentona de los oficiales indignados porque intuían o sabían a dónde nos iba a conducir la dictadura. Los experimentados generales sabían que era falso que Fujimori había disuelto el Congreso para instaurar otro nuevo. Lo sabían y por eso decidieron insurgir.¿Qué pasó con el general Obando? Ocurre que los esbirros de Fujimori y Montesinos frustraron el movimiento de insurgencia y apresaron a los rebeldes. El general Obando fue condenado a ocho años largos años de prisión.Hacia 1994, cuando cumplía su condena en el fuerte Real Felipe, Diana, la hija mayor de Obando, le dio una grata noticia al general: “Papá, papito, me caso el 24 de setiembre”.La noticia alegró mucho al general; pero la tristeza lo colmó después, cuando se dio cuenta que estaba tras las rejas, que era difícil poder estar al lado de su hija en aquella ocasión tan especial. Obando nunca se arrepintió de insurgir contra Fujimori, pues éste era ya un autócrata desde que el 5 de abril del 1992 se estableciera la dictadura cívico-militar que iba a robar, corromper, asesinar campesinos, dirigentes sindicales y estudiantes universitarios.Obando dice ahora que jamás se arrepentirá de haber participado en aquel grupo de valientes generales. “Cumplía mi deber como general y quería que mi país se librara de un dictador que había pisoteado las normas. Creo que lo volvería hacer si alguien destruyera las instituciones democráticas e instaurara como Fujimori un gobierno dictatorial”, dice.La boda de la hija es la boda de la hija. Entonces el general apeló a razones humanitarias y pidió permiso para llevar a Diana del brazo al altar. Redactó todas las solicitudes que le pidieron y su ilusión por estar en la boda de ella crecía y crecía.La fecha de la boda se acercaba y el permiso no llegaba. Pero podía llegar. Hubo momentos que en la soledad de la cárcel el general llegó a pensar en “si no hubiese participado…”. Recordaba la sonrisa de su hija. Sus primeros pasos, sus llantos. Sus balbuceos y el calor de sus bracitos cuando ella lo abrazaba. Veía en el cine de su pensamiento cómo fue creciendo su niña hasta convertirse en mujer. “Se casa, se casa”, pensaba. “Se casa y yo debo estar ahí”.Optimista, el general esperó pacientemente la respuesta, mientras su hija preparaba todo para la boda, soñando con caminar hacia el altar del brazo de su padre, de aquel padre erguido que llegaba a casa a veces con el uniforme del Ejército después de servir a la Patria.A unos días del matrimonio, parecía que le iban a dar el permiso. Unas noches antes de la ceremonia soñó que estaba ya en la boda y el volumen alto de la marcha nupcial lo despertó. Era posible que la dictadura supiera de razones humanitarias. El general se emocionó casi hasta las lágrimas, pero la respuesta tan esperada nunca llegó. Nunca llegó.Su hermano menor, en medio del llanto de los familiares y amigos en la iglesia, llevó a Diana al altar aquel 24 de setiembre 1994. El general vio la boda en su pensamiento sentado en el frío piso de su celda.“Ni siquiera se dignaron a responder las solicitudes. Recién a las 11 a.m. (el matrimonio era a las 12) tuve que decirle a mi hijo que alquilara el smoking para él, pues el papá no estaría en la ceremonia y tendría que ser él quien llevara a su hermana al altar”, dice la madre de Diana, Yolanda Medina, con un poco de tristeza.“El permiso que recibió Fujimori para acudir a la boda de su hija es una muestra de la catadura moral de aquellos que casi casi destruyeron al país”, agrega Yolanda.