12 de Enero del 2010
El parecido que algunos encuentran entre el proceso político de 1990 y éste que se inicia en el 2010 no es mera casualidad.
El parecido que algunos encuentran entre el proceso político de 1990 y éste que se inicia en el 2010 no es mera casualidad.
Me atrevería a decir que frente a la catástrofe económica, política y social que multiplicó el primer gobierno de García, hoy, ese mismo gobernante debería entregar un país en crecimiento y diferente al de fines de los 80.
Pero si cabe identificar un elemento similar al de las crisis de esos años, es la de un Estado que no cambia en su estructura básica de lentitud e ineficiencia.
En efecto, en los últimos 20 años, el rostro del Perú es otro.
Muchas cosas han cambiado: las relaciones económicas, el mapa de la pobreza (o de la riqueza, para ser más exactos), aparecen nuevos elementos "de lo peruano" (o de identidad nacional), la forma de hacer empresa, hay nuevos paradigmas sociales de lo que significa "el éxito", y un sinnúmero de etcéteras.
Pero si hay un emblema de lo que no ha cambiado en el país, eso es (en orden de prioridades) tres entidades básicas de nuestra sociedad: el Estado, la Iglesia católica y el fútbol.
En este último caso, se podría hablar incluso de una degradación.Alberto Vergara, en Ni Amnésicos ni Irracionales (Solar, octubre del 2007), introduce, precisamente en una dimensión histórica y dinámica, cuál es el rol que cumple y ha cumplido el Estado en ayudar a forjar aquello identificado como "la Nación peruana" (entendida en su diversidad de acepciones e interpretaciones), y cómo los resultados electorales de los últimos 30 años tienen en el concepto de "existencia o no de Estado-Nación" para varios millones de peruanos la llave maestra para entender el comportamiento de la mayoría de votantes y el desenlace de cada uno de los procesos eleccionarios.
Siguiendo a Vergara, no me cabe la menor duda de que en el 2011 se volverá a repetir la historia.
Ganará aquel candidato (a) que logre asegurar, entre un sinnúmero de ofertas, un mejor (no necesariamente más) Estado; entendido éste como un mecanismo (acaso el único para muchos peruanos) de inclusión nacional