Para cerrarle el paso a la corrupción
Rodrigo Montoya Rojas
Si nos servimos en parte de una metáfora médica, la corrupción es en Perú un mal endémico, una peste estructural que hasta hoy no tiene cura porque quienes debieran eliminarla son los primeros en contagiarse y disfrutar del poder y dinero que logran con ese contagio.
Rodrigo Montoya Rojas
Si nos servimos en parte de una metáfora médica, la corrupción es en Perú un mal endémico, una peste estructural que hasta hoy no tiene cura porque quienes debieran eliminarla son los primeros en contagiarse y disfrutar del poder y dinero que logran con ese contagio.
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Desde tiempos inmemoriales las pestes pasan y vuelven.
Alguna como el tifus ya no vuelve. Pero la corrupción sigue creciendo.
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En mi artículo anterior recordé que “comprar influencias para conseguir leyes y decretos que sirvan para ganar mucho dinero es un componente estructural del capitalismo en todas partes y en todos los tiempos”.
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En la semana que termina volvió a aparecer el caso del impresentable Carlos Raffo, congresista y privilegiado hombre de confianza de Alberto Fujimori, ex presidente con muchas condenas por ladrón y asesino.
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Según la justicia Raffo recibió cuatrocientos mil dólares de Vladimiro Montesinos para la última campaña electoral de aquel ciudadano japonés.
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Su nominación como congresista es posterior a la fecha en que cometió ese delito. Con ese simple dato, el Congreso debiera suspenderle la inmunidad para que lo juzguen.
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Pero esa suspensión depende de la cuenta de favores que el APRA y el Fujimorismo ya se dieron y se deben.
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El postre de corrupción en la semana ha sido el acuerdo para que Bayly y Kouri vayan en el mismo vientre de alquiler, de ese otro sujeto innombrable del país, José Barba, dueño del partido “Cambio radical”, a quien García premió como embajador en Panamá. Es pertinente recordar que la corrupción puede ser en Perú también perfectamente legal.
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Para eliminar a la corrupción se requeriría de un conjunto de decisiones simultáneas en diversos paquetes.
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Hoy, sugiero algunas medidas en el rubro Congreso y alianzas políticas.
1. Para curarse en salud, habría que eliminar de cuajo la inmunidad parlamentaria. Que los congresistas sean iguales a cualquier ciudadano de a pie.
2. Para no contar con congresistas tramposos y mañosos, habría que establecer el principio universal de no reelección. De ese modo, desaparecería la carrera de congresista que todos quieren tener con 30 ó 40 años de supuestos servicios a la nación. Para reelegirse en la maravillosa curul, todas las alianzas y trampas son posibles; por eso, el Congreso es también un mercado de tránsfugas que se venden por muy poco y algo más.
3. Para no tener la vergüenza de partidos-vientres de alquiler, debiera establecerse una norma muy simple: Los partidos presentan como candidatos sólo a sus militantes con una trayectoria política debidamente registrada y probaba por un mínimo de cinco años.
Como verán, lectoras y lectores, estos pequeños cambios son imposibles en el régimen político actual del país.
¿Cuántos congresistas aceptarían esta propuesta?
Tal vez dos o tres. Los 118 restantes, bien gracias.
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Como verán, lectoras y lectores, estos pequeños cambios son imposibles en el régimen político actual del país.
¿Cuántos congresistas aceptarían esta propuesta?
Tal vez dos o tres. Los 118 restantes, bien gracias.
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Con su gran inteligencia podrían decir: “el Perú no está preparado para tomar decisiones tan difíciles como esa y habría que evitar causar problemas a la democracia del país”. Entre tanto, la corrupción tiene alas y buen viento.