viernes, 23 de abril de 2010

Dr. Manuel Burga (Ex-rector UNMSM) : Unanue auténtico

El doctor Uriel García me ha brindado el inusual privilegio de leer su libro inédito, La magia de Unanue, que seguramente muy pronto será publicado por el Fondo Editorial del Congreso.
Por su formación profesional, como médico patólogo y epidemiólogo, nadie mejor que él para entender el significado e importancia de la obra médica de Hipólito Unanue (1755-1833).
Hijo del célebre indigenista cusqueño José Uriel García, de donde proviene seguramente su especial vocación por los temas sociales que tienen que ver con nuestras poblaciones mayoritarias. Por eso no fue nada extraño, como ministro de Salud de Fernando Belaunde, su empeño en combatir la epidemia del cólera en 1981 con su magnífico invento, después muy conocido como “La bolsita salvadora”.

Partamos de la premisa que su libro no tiene una intención mitificadora, ni tampoco iconoclasta, pero si logra –casi sin proponérselo– presentar un Unanue más real, más auténtico, en sus fortalezas conocidas y en sus perfiles poco estudiados. Esta intención es la que me interesa destacar, ya que con el apoyo de documentos y una sólida formación médica, logra humanizar y secularizar la figura de un importante icono nacional.
Analiza discretamente la vida personal de Unanue, nos introduce en los detalles de la carrera profesional y política de un hombre cuya fortuna parece cambiar cuando se encuentra con Mariana Belzunce Vda. de Landaburo, al ser contratado como preceptor de su hijo José Leocadio.
Esto sucedió hacia 1785: él tenía 30 años y ella, Mariana, 45 y ya era viuda. Ingresó a vivir en la mansión limeña de El Lechugal, de donde nunca más salió. Doña Mariana murió, igualmente su hermano, y José Leocadio, conocido en los círculos familiares como el “afrancesado”, partió a España, para luego morir en Francia en 1814, cuando ya había perdido el derecho a los bienes de su madre en Lima por haber expresado su simpatía por José Bonaparte.
Unanue viajó a España, por entonces, y consiguió importantes beneficios del cuestionado rey Fernando VII al año siguiente.
Entre ellos:
a) El reconocimiento del Colegio de Medicina de San Fernando;
b) el Cargo de Protomédico; y
c) todo el patrimonio de doña Mariana, incluida la hacienda de San Juan de Arona, otras también en Cañete y propiedades en Lima.
Pero estos no son los temas centrales del libro de Uriel García. Se interesa más por los beneficios que trajo la fundación del Colegio de Medicina a la salud pública de una ciudad horriblemente sucia.
Ni le llama tampoco la atención que haya sido beneficiado con todo el patrimonio Landaburo Belzunce, explicable por los azares del destino o la magia de Unanue.

Llama la atención su designación como protomédico, su disputa con Joseph Manuel Dávalos por este cargo y su poco documentada formación científica. No duda de sus cualidades académicas, humanas, políticas, pero lo presenta en toda su autenticidad como hombre de su tiempo que refleja su circunstancia histórica, su cambiante época, una manera de vivir y de morir, más que su relación con el avance de la ciencia de entonces. No me sorprende, después de leer biografías similares de médicos europeos, que un hombre como Unanue, aparentemente moderno, ilustrado, primer patriota, fuera un fiel seguidor de las ideas de Hipócrates y Galeno, griegos de la antigüedad, cuando los descubrimientos de Vesalio y Harvey hacía ya tiempo que habían revolucionado la anatomía.
No sorprende entonces que nuestros médicos hayan seguido enseñando a Galeno hasta 1843. Detecta un retraso científico e intelectual de varios siglos en relación a Europa. Un arcaísmo que parece siempre acompañarnos. ¿Este es un nuevo indicio para preguntarnos si alguna vez tuvimos a verdaderos escolásticos, racionalistas, ilustrados, positivistas, marxistas o liberales en nuestro país?