¿Cuándo se va el ministro de Justicia? ¿Ya escapó Crousillat?
Todos saben que el autor intelectual del indulto ‘bamba’ a José Francisco Crousillat, y de su uso como caballo de Troya para amenazar la libertad de expresión a través de un torpedo judicial contra América TV, es el presidente Alan García, pero como ahora este silba mirando al techo y se declara sorprendido por la ‘milagrosa’ sanación del broadcaster del ‘Doc’, alguien tiene que asumir la responsabilidad política al menos para salvar la apariencia.
Según el artículo 128 de la Constitución, el que debe asumir la responsabilidad de esta movida antidemocrática que fue avalada por el presidente García es el ministro de Justicia Aurelio Pastor: “Los ministros son individualmente responsables por sus propios actos y por los actos presidenciales que refrendan. Todos los ministros son solidariamente responsables por los actos delictivos o violatorios de la Constitución o de las leyes en que incurra el Presidente de la República o que se acuerden en Consejo, aunque salven su voto, a no ser que renuncien inmediatamente”.
Pastor no solo no se fue oportunamente, sino que avaló el indulto que todos reconocían como ‘bamba’, menos la mayoría de apristas que en el último par de meses dio una lección vergonzosa de travestismo, defendiendo primero el beneficio a Crousillat y luego denigrándolo. Todo con similar entusiasmo.
Ante tanta desfachatez, el gobierno debe ofrecer al país, como reconocimiento de su vergüenza, la cabeza política del ministro de Justicia. Si no lo hace, y si al Congreso le queda un poco de dignidad, debiera proceder inmediatamente a su interpelación y censura. ¿Cuándo se va?
Que esto sirva de experiencia para los ministros dispuestos a tragarse cualquier sapo para permanecer en el puesto. Pastor podrá declararse ‘ganador’ dentro del partido pues se habrá inmolado a favor del compañero-presidente, del mismo modo como antes lo hizo Agustín Mantilla cuando se le encontró los millones de dólares en sus cuentas, incluyendo el ‘aporte’ de Montesinos, que –como él mismo dijo– eran del partido.
Pero esa ‘inmolación’ política solo servirá para salvar la apariencia, pues habría que ser muy ingenuo para sostener que García fue sorprendido no solo con el indulto sino con su utilización para amenazar la libertad de expresión a través del amedrentamiento a los responsables de América TV.
El problema de fondo es la nueva constatación de que la democracia es, para Alan García, un biombo detrás del cual se enjuagan movidas reñidas con las libertades esenciales de un sistema democrático como sin duda es la de expresión.
La salida del ministro Pastor debe ser una expresión del reconocimiento de que esos torpedos no pasarán pues la sociedad los considera inaceptables.