Sale Aurelio Pastor al patio de palacio de gobierno y dice, como si hablara desde una alfombra roja, que “el gobierno exigirá” una investigación del Congreso en relación a la transferencia de acciones de América Televisión.
Dice esto al costado del primer ministro, Javier Velásquez Quesquén. Éste no añade nada sino que refrenda implícitamente lo dicho con su silencio consentidor y hasta con ese lenguaje corporal que un arlequín envidiaría.
Por la noche, y dado el tsunami político y social producido por esta declaratoria de guerra a los grupos “El Comercio” y “La República”, hace su aparición el señor Luis Miró Quesada Valega, mandamás de América TV, y dice que “nada hará cambiar” la política informativa de América TV.
Más allá de que la política informativa de América TV consiste en cumplir con la voluntad de “El Comercio”, lo cierto es que Miró Quesada Valega parece haber tomado el toro por las astas y, con la ayuda fraterna de Rosa María Palacios, dice lo suyo.
Lo dice, claro, con esa vocación por el eco y la repetición y con ese airecillo de indignación aristocrática que sólo los Miró Quesada parecen capaces de alcanzar.
Pero en eso sucede lo increíble: llama Velásquez Quesquén al programa de la señora Palacios y se atreve a jurar, con la desfachatez que se aprende junto a García, que “el gobierno no exige ninguna investigación sobre la transferencia de acciones de América Televisión”.
Realmente estupefacta, la señora Palacios le pregunta, más o menos, cómo se explica entonces lo dicho por Aurelio Pastor, ministro de Justicia.Velásquez Quesquén dice que no hay nada que explicar, que lo dicho no se dijo, que él habla como presidente del consejo de ministros y que sanseacabó.
Tras un corte comercial, la señora Palacios vuelve a pasar el video del señor Pastor. Lo pasa dos veces y allí está, irrefutable, la cita: “el gobierno exigirá una investigación...”¿Cosa de locos? No, asunto de mafiosos que empiezan a patinar, a sacar tajadas personales, a no obedecer al capo que se fue de viaje y no dejó directivas claras.
Pastor no le ha cobrado todavía a Crousillat por el fraude del indulto. Pero no hay duda de que, si Crousillat recupera el canal, Pastor cobrará lo suyo: al cash o en especies, en un solo tramo o en espacios, en cherris o con programa propio.
Entonces, por la noche, llega el doctor García de la temblorosa transmisión de mando en Chile y lo primero que dice es que “tiene entendido” que “un ministro habría dicho” que sería una decisión del gobierno ordenar la investigación sobre el cambio de mando en Canal 4.
El presidente niega tres veces- pedrianamente, garcíamente- que sea propósito del gobierno recomendar tal investigación. Nadie le pregunta por qué, entonces, Pastor dijo lo que todos le oímos decir.García añade que está facultado a revocar la gracia del indulto a Crousillat y que lo hará si los nuevos exámenes contradicen aquellos que le sirvieron, supuestamente, para ser generoso con el recomendado de Ricardo Ghibellini y Roxanne Cheesmann.
Pero en seguida dice que, como ciudadano libre, Crousillat podría negarse a someterse a nuevas pericias clínicas. Para de inmediato matizar: “aunque alguien que se niega a ser examinado está demostrando que tiene algo que ocultar”.
O sea que García, a la cabeza de su gobierno, ya no sabe lo que dice ni sabe cómo borrar lo hecho ni de qué modo encubrir sus jugarretas ni a quién sacrificar para salir ileso de tanto derrape. Este es el peor momento de García. Este el peor momento de un gobierno que no lo venía haciendo mal en relación a la gran prensa, esa yegua de cascos ligeros que cambia cada cinco años de montura.
Y lo increíble es lo que García y sus torpes cortesanos han logrado con el llamado “operativo Crousillat”. Porque resulta que, gracias a García y su vocación por lo sórdido (allí están sus cercanías con Kouri y “Chimpún Callao”, sus coqueteos con el Fujimorismo civil y armado, su mano tendida a lo peor de la CTP) y gracias a Pastor y a sus viciosos procederes, ahora tenemos que “América Televisión” aparece como la heroína de la fiesta.
Seamos claros: una cosa es que Crousillat sea un súper ratón del fujimontesinismo y otra cosa es que nos creamos el cuento de Miró Quesada Valega.Ese cuento consiste en tratar de hacernos creer que América Televisión, a raíz de lo sucedido, defenderá la línea impoluta de la que carece, seguirá demostrando el coraje opositor al que renunció hace tiempo y resistirá las presiones políticas que, en los últimos tiempos, siempre sorteó negociando y cediendo.
Si García pensó que su pata Crousillat mantendría en asustado jaque a “El Comercio” y a Canal 4 en plena etapa electoral, se equivocó.
Primero, porque no necesitaba apelar a tan esperpéntico personaje: bastaba con seguir pidiéndole a Pepe Graña que, de vez en cuando, morigerara ciertas cosas.
Y segundo, porque Crousillat es un auténtico decadente, un matón porteño que sólo podía causar líos como el que ha producido. La lección final podría ser esta: Alan García, el otrora hábil constructor de ardides, hoy fabrica bumeranes. Y los hace cada día más bonitos.