lunes, 22 de febrero de 2010

Para profundizar el neoliberalismo


Las ilusiones del TLC se han postergado hasta un nuevo aviso. Los costos seran pronto una reaiidad.
El TLC con EEUU se firmó con la promesa de los gobiernos que lo impulsaron, de consolidar el acceso a un mercado principal, fomentar la inversión extranjera. Y, sobre todo, hacer permanentes las políticas de liberalización y apertura de los años noventa. En la campaña mediática se dieron cifras y proyecciones altas, y se sobredimensionó los costos de no firma (“se pierde el Atpdea, se pierde el mercado norteamericano”).En su momento, otros estudios cuestionaron esos datos. Se señaló que las exportaciones no aumentarían significativamente, considerando que los beneficios del acceso a mercado se habían dado básicamente con el ATPA-Atpdea. También se demostró que la inversión extranjera no llega a un país fundamentalmente por acuerdos comerciales regionales. Asimismo, que habían costos significativos potenciales en agricultura, propiedad intelectual (acceso y precio de medicinas, costos de elevación de estándares, pero fundamentalmente la biopiratería), compras del Estado y otras disciplinas. También se advirtió el conflicto que se generaría con la integración regional andina. Las
denuncias de Bolivia al Tribunal Andino de las modificaciones de la normativa de propiedad intelectual inducidas por el TLC (junto con otros temas), constituye el acto más reciente de una serie de desencuentros en los últimos años.Las adendas laborales y medioambientales establecieron estándares sumamente elevados, lo que en principio no es negativo. El problema radica en los compromisos asumidos en normativa, cambios institucionales y mecanismos de fiscalización de los acuerdos, que ningún país ha concedido en el mundo (ver especialmente tema forestal). El gobierno procedió a dictar casi un centenar de decretos leyes, con el pretexto de la implementación del TLC con EEUU. Lamentablemente, no incorporaba elementos fundamentales para el fortalecimiento de la competitividad y la diversificación exportadora. Se concentró más bien, en asegurar la normativa para la ejecución del tratado. Pero el objetivo fundamental fue introducir de contrabando un conjunto de medidas que permitieran impulsar la política presidencial del “perro del hortelano”. Más allá de la constitucionalidad o no de los decretos, esto desencadenó la sangrienta crisis de Bagua. El aumento de los precios de los alimentos, previo a la crisis actual, fue un factor externo que limitó los efectos negativos del TLC sobre la agricultura. Pero, el desencadenamiento de la crisis global que golpeó a las economías centrales, afectó significativamente, no solo nuestra economía, sino la relación comercial bilateral. Los flujos de comercio cayeron fundamentalmente por la caída de precios de minerales, aunque también se afectaron sustancialmente exportaciones no tradicionales. Así, se llegó a la paradoja de que con el TLC la participación de EEUU en el comercio peruano disminuyó. La participación de EEUU como destino de nuestras exportaciones se ha visto reducida en los últimos 4 años, de 24% a 17%. En contraparte, se encuentra el incremento de la participación china de 10% a 15% (Mincetur, 2009). Esta tendencia se consolidó en el último año, de crisis internacional.Adiós inversiones, más bien nuevos brotes proteccionistas para enfrentar la crisis. La excepción era el Perú. No sólo tuvo una política unilateral de reducción arancelaria, sino que además de renunciar al uso de la política comercial como instrumento para enfrentar la crisis, siguió suscribiendo nuevos TLC. El TLC con EEUU también generó complicaciones adicionales. Constituyó, por ejemplo un “piso” para las negociaciones andinas con la Unión Europea. Europa puso condiciones muy duras al comienzo, y las diferencias de estrategias y posiciones de los países andinos llevaron a la ruptura de la negociación en bloque y al cambio a un formato bilateral (“multipartes”) que posiblemente culmine este mes en Bruselas, para Perú y Colombia. La Unión Europea siempre fue un factor de cohesión de la CAN, pero deja de serlo cuanto más se parece el componente comercial del acuerdo de asociación, al TLC con EEUU. En suma, el actual contexto de crisis no ha permitido apreciar los beneficios potenciales que se atribuyeron al TLC. Pero cuando se termine de implementar los temas pendientes, irán apareciendo paulatinamente con mayor claridad los costos. No sólo los directamente asociados al TLC, sino que dadas las características de las Pymes y los sectores productivos nacionales no se podrá cumplir con los estándares pactados, lo que puede llevar inclusive a una suspensión del acceso a mercado pactado.En la reciente reunión oficial de la Comisión del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Perú y Estados Unidos, se realizó un balance de los primeros 12 meses de entrada en vigencia del acuerdo. Durante el encuentro se discutieron los mecanismos para monitorear más efectivamente su implementación, los avances en los aspectos laborales y medioambientales, así como la defensa de la propiedad intelectual y la cooperación agrícola y en materia fitosanitaria.Establecieron formalmente el Comité de Comercio agrícola, el Comité de Asuntos Sanitarios y Fitosanitarios para promover la “cooperación y asesoría en asuntos sanitarios y fitosanitarios” y se formó un grupo de trabajo Pymes para “desarrollar ideas y seguir mejorando su productividad y su capacidad de capitalizar los beneficios del TLC”.Y, lo más grave es que si se persiste en usar de pretexto la implementación de TLC con EEUU para impulsar la política del “perro del hortelano”, es previsible una mayor polarización del país y una agudización de conflictos con nuevos desenlaces dolorosos. Así, las ilusiones al TLC se han postergado hasta nuevo aviso. Los costos serán dura realidad en los próximos meses. Y la profundización del modelo neoliberal es el objetivo en que se pretende insistir. Esto es suicida, en un contexto en el que se debe buscar fortalecer la unidad nacional para enfrentar la controversia marítima con el país vecino, y los temas asociados. Alan Fairlie (Economista – Pontificia Universidad Católica)