Ética y política
Dom, 21/02/2010 - 05:00
Las últimas encuestas de opinión sugieren que en el momento actual los candidatos con mayor respaldo electoral son, para la alcaldía de Lima, Lourdes Flores y Alex Kouri, y para la Presidencia de la República, Luis Castañeda y Keiko Fujimori.
Dom, 21/02/2010 - 05:00
Las últimas encuestas de opinión sugieren que en el momento actual los candidatos con mayor respaldo electoral son, para la alcaldía de Lima, Lourdes Flores y Alex Kouri, y para la Presidencia de la República, Luis Castañeda y Keiko Fujimori.
Esto ha llevado a Alejandro Toledo, Ollanta Humala y Lourdes Flores a proponer la conformación de algún tipo de frente o alianza que permita construir una candidatura “demócrata” que enfrente las candidaturas éticamente cuestionables de Kouri y K. Fujimori.
Mientras que parece claro que finalmente Flores asumirá el reto de la candidatura en Lima en nombre de este frente, la cosa aparece muy confusa para la elección presidencial.
Después de la renuncia de Salvador Heresi y de otros personajes a sus partidos para poder ser candidatos de otros percibidos con mayor opción de triunfo, esta discusión es refrescante.
Si bien Kouri tiene derecho a continuar en la arena política a pesar de sus “errores”, de asumir los costos de estos y seguir adelante, y si bien Keiko Fujimori puede decir que ella no es responsable por las decisiones que tomó su padre siendo presidente, también los ciudadanos tenemos derecho a desconfiar de personajes que no han hecho deslindes claros con prácticas corruptas como la segunda y que encarnan maneras de hacer política en las que la celada y la mentira resultan centrales, como el primero.
Recordar si no la propuesta de Kouri a Montesinos (enero de 1998) de aprobar en el Congreso una ley en contra del Callao, para que él encabece una protesta, que luego permita a Fujimori quedar bien derogando la ley, y a él presentarse como opositor.
Esta retorcida manera de hacer política debió ser excesiva incluso para Montesinos. Habría que añadir que Luis Castañeda no es precisamente un emblema de la transparencia, la rendición de cuentas y el compromiso contra la corrupción.
Otro ángulo del asunto nos remite a las percepciones de la población. ¿Cómo se entiende que las personas supuestamente odien la corrupción y la suciedad de la política, pero apoyen a candidatos asociados con esta? Me parece que hay un problema básico de información y evaluación: una autoridad que tiene un presupuesto de 100, roba 0 e invierte 100, es peor evaluado que otro cuyo presupuesto es 500, roba 300 e invierte 200. El segundo hizo más obra, y eso parece ser lo que cuenta.
La ciudadanía también parece valorar positivamente la “viveza”, el no ser un “caído del palto” como reivindicó para sí en alguna ocasión Alberto Fujimori, dada la percepción de que el político es un mundo excesivamente tramposo.
Por ello, si bien no sabemos si estas propuestas de frente serán viables electoralmente, al menos tienen el mérito de recordarnos que nos hemos habituado demasiado a que la política se reduzca a una competencia pragmática por llegar al poder, olvidando que de lo que se trata es de defender algunos principios y propuestas.