Mié, 17/02/2010 - 05:00
Luis Castañeda tiene que explicar sus chicharrones.
Aun año de la elección, Luis Castañeda sigue encabezando la competencia presidencial, según Ipsos-Apoyo (22% frente a 21% de Keiko Fujimori), lo cual constituye un liderazgo precario pero no por ello menos importante, que debiera obligarlo a dejar su ‘mudez’ estratégica y a someterse a entrevistas que realmente lo fuercen a dar explicaciones indispensables en una democracia.Por ejemplo, en dos aspectos que constituyen señales muy preocupantes por parte de alguien que aspira a ampliar su ámbito de influencia desde el municipio de Lima Metropolitana hasta toda la nación desde el Palacio de Gobierno.
Uno es el manejo muy poco transparente de alguien que, con el biombo del ‘mudito’, se ha establecido a sí mismo un barniz para, sencillamente, mirar al techo silbando con cara de ya saben qué, cada vez que se revela un nuevo escándalo.
Como, por ejemplo, el generado por el muy sospechoso pago de S/.36 millones que la municipalidad le adeudaba a Relima y que, gracias a un cambio de decisiones en la entidad que dirige Castañeda, permitió que la firma Comunicore se embolsicara S/.14.6 millones. La sospecha se acrecienta cuando se encuentra que esta compañía tiene todos los indicios de las empresas que se crean y liquidan sobre la marcha, usando testaferros, con el fin de cometer un tremendo chicharrón.
Las explicaciones ofrecidas por sus abogados resultan absolutamente insuficientes para lo que constituye una sospecha muy grande de enriquecimiento ilícito de alguien que, se podría suponer, es cercano a los que, en el municipio, tomaron las decisiones que lo beneficiaron.
El otro escándalo que el alcalde Castañeda no puede dejar de explicar es la arbitrariedad que viene sucediendo en Barranco, donde el paso del corredor segregado de alta capacidad (a) ‘el Metropolitano’ ha destrozado el distrito, malogrando la calidad de vida de sus ciudadanos y perjudicando el valor de sus propiedades por una obra que se inició sin cumplir los requisitos ambientales básicos nacionales ni del Banco Mundial.
Pero peor que eso ha sido la actitud déspota de Castañeda de no atender y ni siquiera oír a los ciudadanos de Barranco ni a su alcalde por un reclamo que es legítimo y que no puede tener a la indiferencia como respuesta.
Ahora que está de candidato, es indispensable poner a hablar un poquito al ‘mudito’ sobre la transparencia de sus cuentas o la arbitrariedad de sus decisiones, no vaya a ser que acabe instalado en Palacio creyendo que también puede manejara así el país, con actitudes sospechosas y poco democráticas.
Luis Castañeda tiene que explicar sus chicharrones.
Aun año de la elección, Luis Castañeda sigue encabezando la competencia presidencial, según Ipsos-Apoyo (22% frente a 21% de Keiko Fujimori), lo cual constituye un liderazgo precario pero no por ello menos importante, que debiera obligarlo a dejar su ‘mudez’ estratégica y a someterse a entrevistas que realmente lo fuercen a dar explicaciones indispensables en una democracia.Por ejemplo, en dos aspectos que constituyen señales muy preocupantes por parte de alguien que aspira a ampliar su ámbito de influencia desde el municipio de Lima Metropolitana hasta toda la nación desde el Palacio de Gobierno.
Uno es el manejo muy poco transparente de alguien que, con el biombo del ‘mudito’, se ha establecido a sí mismo un barniz para, sencillamente, mirar al techo silbando con cara de ya saben qué, cada vez que se revela un nuevo escándalo.
Como, por ejemplo, el generado por el muy sospechoso pago de S/.36 millones que la municipalidad le adeudaba a Relima y que, gracias a un cambio de decisiones en la entidad que dirige Castañeda, permitió que la firma Comunicore se embolsicara S/.14.6 millones. La sospecha se acrecienta cuando se encuentra que esta compañía tiene todos los indicios de las empresas que se crean y liquidan sobre la marcha, usando testaferros, con el fin de cometer un tremendo chicharrón.
Las explicaciones ofrecidas por sus abogados resultan absolutamente insuficientes para lo que constituye una sospecha muy grande de enriquecimiento ilícito de alguien que, se podría suponer, es cercano a los que, en el municipio, tomaron las decisiones que lo beneficiaron.
El otro escándalo que el alcalde Castañeda no puede dejar de explicar es la arbitrariedad que viene sucediendo en Barranco, donde el paso del corredor segregado de alta capacidad (a) ‘el Metropolitano’ ha destrozado el distrito, malogrando la calidad de vida de sus ciudadanos y perjudicando el valor de sus propiedades por una obra que se inició sin cumplir los requisitos ambientales básicos nacionales ni del Banco Mundial.
Pero peor que eso ha sido la actitud déspota de Castañeda de no atender y ni siquiera oír a los ciudadanos de Barranco ni a su alcalde por un reclamo que es legítimo y que no puede tener a la indiferencia como respuesta.
Ahora que está de candidato, es indispensable poner a hablar un poquito al ‘mudito’ sobre la transparencia de sus cuentas o la arbitrariedad de sus decisiones, no vaya a ser que acabe instalado en Palacio creyendo que también puede manejara así el país, con actitudes sospechosas y poco democráticas.