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Se dio la largada de la carrera electoral.
En la derecha hay cola, un partidor agolpado:
-Keiko, la hija del jefe de la banda preso que espera un
imposible indulto.
-Luis Castañeda, mudo pero amarrado con el manejo económico
vigente –crecimiento basado en exportación de materias
primas en manos extranjeras sin desarrollo social– y varias
“cositas” por aclarar.
-Lourdes Flores, tercamente insistente.
-El “cholo sano y sagrado” que jugará al “centro” pero
mantendrá –como ya vivimos– el andamiaje neoliberal
fujimorista.
Y, claro, la carta de primera vuelta de Alan García. Éste la tiene complicada: quiere ir a una reelección el 2016 y para ello no quiere sombras. Aliado a Fujimori, sabe que Keiko no la hace, lo que le enreda el tema y casi lo fuerza a un gesto tipo Crousillat para su amigo, el reo no indultable según los tratados internacionales.
Además, “su” partido le exige candidato (a) propio: ¿no es el sueño del “tío George” o del manager artístico que preside el Congreso?
Encima ilusiona a sus títeres con una candidatura “outsider” (¡ridículo que el dirigente del partido más antiguo –y hoy el más “faenero”– del país diga algo así!): vende ilusiones a Miss TLC-Bagua, mientras la liquida con el MEF, o sueños de opio a todo aquel que, como el servil Yehude, crea que su amigo Alan lo llevará a Palacio.
Todos tienen en común: garantizar la continuidad del modelo económico neoliberal, primario exportador y en manos de grandes transnacionales y grupos monopólicos que instaló Fujimori. Esa es la llave a la caja de la derecha y el seguro para contar con el apoyo de grandes medios de comunicación y la burocracia dorada de los dueños del Perú.
Pero millones de peruanos buscan un cambio. Quieren crecimiento con desarrollo, redistribución de la riqueza, justicia social, derechos sociales y laborales. Quieren frenar el abuso de las transnacionales en telefonía, electricidad, uso del agua, aviación. Quieren soberanía sobre el manejo de nuestros recursos naturales –como el gas de Camisea que quieren exportar sin atender al Perú– y participar de la enorme renta que generan, cuidando el medioambiente, para que se invierta en educación, salud, apoyo al agro y las comunidades, programas sociales. Una reforma tributaria en la que los que ganan más paguen más, acabando los privilegios a los mineros y extractores, mientras les cargan impuestos a los consumidores y transportistas (como el caso del ISC a los combustibles). Quieren que se respete a las comunidades, a los pequeños y medianos propietarios, y que la tierra no se concentre en enormes propietarios, como el escandaloso caso del Valle de Chicama, todo en manos del grupo Gloria (los Rodríguez Banda).
La gente quiere controlar a las autoridades elegidas, revocar el mandato a los mentirosos, abusivos y ladrones, incluyendo al Presidente de la República y a los congresistas. Una democracia representativa, con autoridades electas pero también revocables; que rindan cuentas obligatoriamente; que sea participativa y comunitaria para controlar gastos y “faenones” cotidianos. Quiere se reconozca un país multinacional y plural. Un cambio de fondo.
-Ello exige una gran unión por el cambio, a la que han llamado un puñado de respetables intelectuales ayer en un aviso, postulando propuestas y la candidatura de Ollanta Humala, el candidato por el cambio con mayor opción hoy.
-Como lo pretende hacer el movimiento amazónico con su lucha por una Asamblea Constituyente y nueva Constitución, con Pizango a la cabeza.
-O lo predica Marco Arana en su lucha ecologista y política. Millones, incluyendo a dirigentes regionales y sectoriales, lo anhelan.
Eso exige unidad por el cambio, no priorizar la camiseta propia, como lo plantea también un naciente reagrupamiento –renovador y autocrítico– de las izquierdas que está en marcha para ser parte de esta suma: una mayoría nacional, abierta, con un verdadero equipo de gobierno, que ponga la puntería en el cambio y contra el continuismo.