“Hay dependencia de economía mundial”.
Es difícil identificar algo bueno en la gestión económica de Alan García.
No es por mezquindad, sino por la magnitud de los problemas que sufre la población y por respeto a ella.
Prometió un programa distinto al que ahora aplica y que es contrario a los intereses del país.
Es un mal ejemplo de político. «La conducta y solo la conducta –decía J. Stuart Mill— da derecho al respeto; en lo que el hombre ejecuta, no en lo que es por nacimiento, se funda su derecho a la consideración pública.» Difícil que cambie en los próximos quince meses que le resta en el cargo.
Hay que destacar, sin embargo, que no se atrevió a modificar el esquema institucional de política macroeconómica que heredó de Alejandro Toledo. Finanzas públicas sanas y baja inflación son el resultado de este esquema; aunque hay un mal manejo del tipo de cambio que hoy, en plena crisis, sigue afectando a las exportaciones no tradicionales.
Su gobierno acentuó la dependencia de la economía peruana respecto de la economía mundial y la hizo más vulnerable a los shocks externos adversos –como la crisis actual.
Por eso, la tasa de crecimiento de más de 10% se redujo, por efectos de esta crisis, a 0%. Se descuidó el desarrollo de los mercados internos porque se prefirió al gran capital, financiero y minero.
Se optó por una economía de extracción de recursos primarios y terciarizada que opera exacerbando la desigualdad, con salarios estancados y, por lo tanto, con insuficiencia de demanda interna. El presidente neoliberal, el del «óbolo minero», no fue capaz de reponer los salarios reales aplastados en su primer gobierno. El salario real de 2008 equivale sólo al 52.8% del salario de 1987.
Además, olvidó que la justicia –como decía ese gran liberal J. Stuart Mill– es el verdadero fundamento de la vida moral en los tiempos modernos.
-(*) Ex director de Crédito Público del MEF, actual catedrático de Economía
de la PUCP.