La democracia realmente existente Carlos Urrutia
Los peruanos queremos democracia, pero no creemos en ella, por eso hemos hecho poco por ella. Nuestra historia de autoritarismos victoriosos y democracias vencidas lo explica. Ser campeones mundiales en desigualdad social, no puede regalarnos una sociedad de demócratas
El domingo 20, El Comercio publicó una parte de la última encuesta de Latinobarómetro a la que titula “Sólo la mitad de los peruanos cree en la democracia”. Es muy interesante comparar al Perú con otros países latinoamericanos.
Por cierto, Costa Rica y Uruguay ganan por goleada con el 91% y 78% de rechazo a un gobierno militar, mientras que Perú se encuentra entre los tres más bajos con sólo 55%, Paraguay 45% y Guatemala 42%, como fruto de dictadores corruptos, Fujimori, y Stroessner y de 35 años de barbarie militar en Guatemala con fases de tierra arrasada.
La democracia realmente existente en el Perú es una sinfonía inconclusa, cumple con todas las formalidades pero con pocas razones de fondo: elige a legisladores hambrientos del pequeño poder que traicionan a sus partidos y a sus electores; juzga con frecuencia a delincuentes de poca monta, salvo en el caso de los fujimoristas en que se han lucido internacionalmente los magistrados peruanos.
En el Perú hay medios de comunicación que publican una diversidad de posiciones políticas, pero su sometimiento al mercado los vuelve un negocio poco confiable informativamente; también se respeta la propiedad privada y, por cierto, los poderosos son más respetados que los pobres por casi todas las instituciones democráticas.
Los peruanos queremos democracia, pero no creemos en ella, por eso hemos hecho poco por ella. Nuestra historia de autoritarismos victoriosos y democracias vencidas lo explica. Ser campeones mundiales en desigualdad social, no puede regalarnos una sociedad de demócratas
El domingo 20, El Comercio publicó una parte de la última encuesta de Latinobarómetro a la que titula “Sólo la mitad de los peruanos cree en la democracia”. Es muy interesante comparar al Perú con otros países latinoamericanos.
Por cierto, Costa Rica y Uruguay ganan por goleada con el 91% y 78% de rechazo a un gobierno militar, mientras que Perú se encuentra entre los tres más bajos con sólo 55%, Paraguay 45% y Guatemala 42%, como fruto de dictadores corruptos, Fujimori, y Stroessner y de 35 años de barbarie militar en Guatemala con fases de tierra arrasada.
La democracia realmente existente en el Perú es una sinfonía inconclusa, cumple con todas las formalidades pero con pocas razones de fondo: elige a legisladores hambrientos del pequeño poder que traicionan a sus partidos y a sus electores; juzga con frecuencia a delincuentes de poca monta, salvo en el caso de los fujimoristas en que se han lucido internacionalmente los magistrados peruanos.
En el Perú hay medios de comunicación que publican una diversidad de posiciones políticas, pero su sometimiento al mercado los vuelve un negocio poco confiable informativamente; también se respeta la propiedad privada y, por cierto, los poderosos son más respetados que los pobres por casi todas las instituciones democráticas.
No hay que olvidar que las instituciones tutelares de la democracia como las FFAA, han sido autores de muchos golpes militares contra la democracia y están comprometidos en incontables actos de corrupción, por lo que no han logrado ser los pilares de la democracia peruana, para lo que nacieron.
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Cuando el Latinobarómetro muestra que la mitad de los peruanos no confía en la democracia nos plantea el desafío de entender que una democracia seria sólo puede ser obra de demócratas y en esto, debemos reconocer que con menos del 4% del Presupuesto nacional invertido en educación nunca seremos una sociedad de demócratas sino un paraíso de tránsfugas y pistachos
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Cuando el Latinobarómetro muestra que la mitad de los peruanos no confía en la democracia nos plantea el desafío de entender que una democracia seria sólo puede ser obra de demócratas y en esto, debemos reconocer que con menos del 4% del Presupuesto nacional invertido en educación nunca seremos una sociedad de demócratas sino un paraíso de tránsfugas y pistachos
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