LA IZQUIERDA EN SU LABERINTO
Una reciente encuesta del Instituto de Opinión Pública de la PUCP, para sorpresa de muchos, muestra que una mayoría de limeños se ubica ideológicamente en la centro-izquierda y en la izquierda. El porcentaje es de un 52%, cifra alta si se toma en cuenta que la capital, desde hace algunos años, vota mayoritariamente por la derecha. Incluso, se puede afirmar que Lima es el bastión del antinacionalismo. Tan cierto es esto último, que si se sustrae la votación de la provincia de Lima del cómputo final en la segunda vuelta del 2006, Ollanta Humala hubiese ganado a Alan García por una diferencia de 600 mil votos. Sin embargo, el tema del presente artículo no es discutir el real o supuesto giro de los limeños hacia la izquierda, sino más bien, como otras veces, el tema de la izquierda.
Si se analiza el pasado de la izquierda, existían cuatro temas que eran motivo de polémica y división:
a) el carácter de la sociedad peruana;
b) la cuestión internacional;
c) la estrategia; y
d) el programa.
b) la cuestión internacional;
c) la estrategia; y
d) el programa.
Definir la sociedad peruana como capitalista a secas, o capitalista con rezagos semifeudales, o feudal, fue motivo de división. Lo mismo sucedía con relación a si se seguía a la Unión Soviética o a la China o si se mantenía una posición distante de ambas corrientes. También la estrategia fue un poderoso factor de división y de conflicto. Proponer o no la lucha armada, como se dice, dividía campos. Unos eran reformistas y otros revolucionarios. Finalmente, el programa fue igualmente motivo de encarnizadas discusiones y excomuniones.
Es cierto que este debate se dio con mucha fuerza en los años 70 y parte de los 80, y que en la actualidad no existe.. Nadie discute sobre el carácter de la sociedad. Lo que podemos llamar hoy la izquierda, no tiene un relato ni una imagen compartida de lo que es el país. Menos sobre la llamada cuestión internacional. La lucha armada tiene el rostro totalitario y el recuerdo criminal de lo que fue y es Sendero Luminoso. En cuanto al programa para transformar este país, permanece en ese espacio que, según el Vaticano, no existe: el limbo. Y aunque no se trata de volver al pasado, menos a las eternas e ideologizadas discusiones de esos años, recordarlo es de mucha utilidad si queremos construir otra izquierda moderna y radical.
Si se acepta que estos cuatro puntos o temas ya no son un problema real ni provocan la división de la izquierda realmente existente, la pregunta es por qué ésta no pudo superar su crisis y unirse. Los catastróficos resultados electorales del 2006 (la suma de votos de todos los grupos de izquierda no llegó al 1,5%) es la mejor demostración de esta derrota política.
Ahora bien si se acepta que no existen fundamentos ideológicos que expliquen su marginalidad, división y derrota, salvo la persistencia en algunos grupos de arcaísmos como son el marxismo-leninismo y una visión romántica de la revolución, la pregunta obvia es por qué la izquierda no logró superar su crisis y más bien la prolongó y la profundizó, como es públicamente notorio.
Sospecho que hay cinco razones, además del fin de los socialismos reales y el triunfo del neoliberalismo, que explican esta situación:
Es cierto que este debate se dio con mucha fuerza en los años 70 y parte de los 80, y que en la actualidad no existe.. Nadie discute sobre el carácter de la sociedad. Lo que podemos llamar hoy la izquierda, no tiene un relato ni una imagen compartida de lo que es el país. Menos sobre la llamada cuestión internacional. La lucha armada tiene el rostro totalitario y el recuerdo criminal de lo que fue y es Sendero Luminoso. En cuanto al programa para transformar este país, permanece en ese espacio que, según el Vaticano, no existe: el limbo. Y aunque no se trata de volver al pasado, menos a las eternas e ideologizadas discusiones de esos años, recordarlo es de mucha utilidad si queremos construir otra izquierda moderna y radical.
Si se acepta que estos cuatro puntos o temas ya no son un problema real ni provocan la división de la izquierda realmente existente, la pregunta es por qué ésta no pudo superar su crisis y unirse. Los catastróficos resultados electorales del 2006 (la suma de votos de todos los grupos de izquierda no llegó al 1,5%) es la mejor demostración de esta derrota política.
Ahora bien si se acepta que no existen fundamentos ideológicos que expliquen su marginalidad, división y derrota, salvo la persistencia en algunos grupos de arcaísmos como son el marxismo-leninismo y una visión romántica de la revolución, la pregunta obvia es por qué la izquierda no logró superar su crisis y más bien la prolongó y la profundizó, como es públicamente notorio.
Sospecho que hay cinco razones, además del fin de los socialismos reales y el triunfo del neoliberalismo, que explican esta situación:
a) la falta de espacios de debate;
b) la falta de un recambio generacional de sus direcciones;
c) los escasos vínculos con los movimientos sociales;
d) la persistencia de los intereses corporativos de cada uno de estos grupos; y
e) el nacimiento de un nacionalismo de izquierda con base popular.
Por otro lado, creo que estas razones están encadenadas unas con otras, es decir, son causa y efecto al mismo tiempo y explican el porqué de su estancamiento. Por eso la crisis de la vieja izquierda que la ha llevado a la marginalidad –y al desencanto a su militancia– tiene que ser discutida intensamente como una condición necesaria para pensar en la posibilidad de su refundación.
Lo urgente de ello radica en que mientras la izquierda actual profundiza y prolonga su crisis, sectores importantes de la sociedad, según la encuesta de la UC, comienzan a mirar nuevamente hacia este espacio. Y si bien este dato merece confirmación, lo importante es que muestra la necesidad de una izquierda en el país. Sin embargo, el problema principal es saber qué tipo de izquierda demandan estos sectores que podemos calificar como de “izquierda social”.
Dicho en otros términos cuál debe ser la nueva identidad de esta izquierda. Sospecho que la respuesta no está en el pasado, tampoco en aceptar un liberalismo mal digerido, sino más bien en una propuesta que busque cambiar el país. Ello supone asumir y profundizar la democracia, redescubrir la importancia del nacionalismo en estos tiempos de globalización, y mirar a los sectores populares. Ese, acaso, sea el mejor camino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario