Lima no es Canudos, pero en ella se está librando la guerra del fin del mundo si se miran las portadas de los diarios de ultraderecha.
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Todas las visiones apocalípticas tienen un parecido de familia.
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Un profeta respetado (aunque desgarbado) anuncia a los desheredados de esta tierra el fin del mundo y la llegada del juicio final y afirma que todos deben prepararse para gozar del cielo o para achicharrarse en el infierno.
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El fin del mundo llega generalmente con el fin del siglo en el que “se apagarían las luces y lloverían estrellas”, “los ríos se tornarían rojos y un planeta nuevo cruzaría el espacio”, como en la mejor novela (para mí) de Mario Vargas Llosa.
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La ultraderecha peruana ha inventado también su propia guerra del fin mundo, pero carece de la imaginación fecunda y del subyugante estilo literario del novelista.
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Su versión es, como la ultraderecha misma, vulgar y pedestre.
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El triunfo de Susana Villarán, dice el libreto, es el anuncio del fin del mundo.
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El paraíso limeño se esfumará y el infierno ocupará su lugar.
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La ciudad será un caos, el transporte se paralizará, los hospitales privados (de solidaridad) serán estatizados, el vaso de leche será suprimido, el Sutep manejará la educación, los terroristas gobernarán la ciudad, el riesgo país aumentará, las inversiones y los inversionistas huirán, los sacudones financieros perturbarán nuestra estabilidad, todas las plagas de Egipto, en fin, nos invadirán.
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La derecha se suma y le hace comparsa a la ultraderecha, pero trata de mantener las formas.
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El problema, dice, no es Susana sino las oscuras fuerzas que la acompañan: el MNI (Patria Roja). Los más desvergonzados añaden sin pestañear el terrorismo de SL y del MRTA. Patria Roja, el Sutep, el humalismo son presentados como encarnaciones del mal.
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Olvidan que éstos son partidos (o sindicatos) legalmente reconocidos y tienen (o tuvieron) una representación parlamentaria.
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Con el nacionalismo y con el Sutep, Fuerza Social no tiene, además, pacto político alguno.
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La centroizquierda es presentada con traje a rayas como si fuera una fuerza del terror.
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Para la extrema derecha, el Perú será un paraíso cuando no existan la izquierda ni la centroizquierda, cuando todos piensen y quieran lo mismo, cuando los sindicatos y las protestas sociales desaparezcan, cuando los cuestionamientos al orden establecido se evaporen, cuando todos acepten el sagrado orden neoliberal (extremo), cuando los colores y los matices se extingan.
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La ultraderecha quiere un país aburrido, monocromático, no de ciudadanos dignos, sino de borregos felices, de siervos voluntarios (Etienne de la Boétie dixit). Jodidos, pero contentos, podría ser su mejor lema.
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La derecha acepta la existencia de la izquierda a regañadientes, pero la quiere a su imagen y semejanza: sin voz, sin dientes, sin garras, sin puños, echada, meliflua y faldera.
La derecha acepta la existencia de la izquierda a regañadientes, pero la quiere a su imagen y semejanza: sin voz, sin dientes, sin garras, sin puños, echada, meliflua y faldera.
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Pero esa, como es obvio, no es la izquierda ni la centroizquerda.
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Todo esto es un síntoma de lo peor: el fascismo comienza cuando los partidos liberales se desdemocratizan (dejan de ser democráticos, pluralistas y liberales), como lo subrayó en su momento Hortheimer.
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¿Por qué la ultraderecha no tolera a la izquierda ni a la centroizquierda? ¿Por qué la derecha las acepta a regañadientes? ¿Por qué ambas fuerzas no aceptan a los sindicatos ni a los movimientos populares organizados? Además de intolerancia, sobre todo de la ultraderecha, hay muchos intereses que defender. La izquierda, la centroizquierda, los sindicatos y las organizaciones populares no sólo agreden sus buenas conciencias y perturban su siesta política sino que ponen en peligro sus bolsillos, especialmente los inmensos bolsones de un sector de sus representados.
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Volveré sobre este tema en mi próxima columna.
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Para terminar dos respetuosos saludos.
El primero, a Armando Villanueva y a Carlos Roca, dignos representantes del Apra, quienes, con otros, mantienen enhiestas sus banderas de izquierda.
El segundo, al brillante equipo tecnopolítico e intelectual que acompaña a Susana.