La ANR, con muy buen tino, acaba de crear una Comisión para conmemorar el Bicentenario de la Independencia, que se suma a la conformada en el Vicerrectorado de Investigación de San Marcos y otra que aún se encuentra en proceso en el INC. Aún estamos a 10 años del 2021, pero lo que se pretende justamente, como en otros países de AL, es rememorar y analizar los acontecimientos que condujeron a 1821.
En este período de transición, de la Colonia a la República, inestable, internacionalizado, muchos personajes e instituciones experimentan profundas metamorfosis. La casi totalidad, con la llegada de los ejércitos extranjeros, pasan de liberales doctrinarios monarquistas a liberales radicales independentistas. Esta mutación, repentina y forzada, parece advertirnos que no estuvimos muy preparados para la Independencia, menos para la República.
El gobierno de Leguía se apropió del primer Centenario, celebrado en 1921, se montó sobre él, lo aprovechó y hasta se declaró como el inicio de la “Patria Nueva”. Casi todos se contaminaron con ese discurso, Porras Barrenechea, Basadre, Jorge G. Leguía, Luis A. Sánchez, crearon el “Conversatorio Universitario”, organizaron una o dos conferencias para enjuiciar este aniversario, el proceso republicano. Se empeñaron en descubrir el aporte criollo a la Independencia, a la construcción de la nación moderna y así descubrieron a los ideólogos de la Independencia.
Paralelamente, entre 1919-1926, Pedro Dávalos y Lissón, ex soldado de San Juan y Miraflores, entonces empresario civilista, amateur de la historia, publicó La Primera Centuria. Causas geográficas, políticas y económicas que han detenido el progreso moral y material del Perú en el primer siglo de su vida independiente, en cuatro volúmenes, un libro que no dejaba ninguna duda de las intenciones del autor: fundamentar que no existían mayores razones para celebrar los primeros 100 años de vida independiente.
Esta conclusión no era nueva. Basta recordar el poco conocido libro de Pruvonena, seudónimo de José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, Memoria y documentos para la historia de la Independencia del Perú y causas del mal éxito que ha tenido ésta, publicado en 1858, en París, donde desde el inicio sentencia “La anarquía ha despedazado este hermoso y opulento país”. Este Riva Agüero es un personaje extraño, trashumante, rotundo, poco comprendido y menos estudiado. Fue el primer liberal independentista, terco en sus convicciones, antes aún de que llegaran San Martín y Bolívar. Primer presidente del Perú, luego perseguido, arrinconado, exiliado por los caudillos militares, a quienes no perdonó en este apabullante libro de 700 páginas. Este mismo discurso de desencanto, pesimismo y crítica, lo encontramos en Basadre, en la intemperancia de Macera, al igual que en la novela de MVLL, Conversación en La Catedral, en boca de Zavalita cuando angustiado se pregunta “¿En qué momento se jodió el Perú?”.
¿Cuánto hay de verdad en este discurso? Riva Agüero probablemente traducía su situación personal de ruina económica y marginalidad política, pero este no es el caso de los otros. Dávalos y Lissón no se cansaba de exhibir su hazaña empresarial. Además muchos peruanos del siglo XX, cada uno a su manera, han expresado esa misma sensación. ¿Realmente hemos venido de más a menos, de un conquistador Tahuantinsuyo a una República varias veces lesionada? Estas son algunas preguntas que nos interesaría responder, por ejemplo, en esta Comisión. Es muy bueno hacer una lectura crítica de los críticos de nuestra República.
El Perú, después de todo, y a pesar de lo que se diga y se ha dicho, tan amado y tan difícil, es un país real, no ideal, pero en lucha permanente por ser una morada mejor, una patria para todos los peruanos.
En este período de transición, de la Colonia a la República, inestable, internacionalizado, muchos personajes e instituciones experimentan profundas metamorfosis. La casi totalidad, con la llegada de los ejércitos extranjeros, pasan de liberales doctrinarios monarquistas a liberales radicales independentistas. Esta mutación, repentina y forzada, parece advertirnos que no estuvimos muy preparados para la Independencia, menos para la República.
El gobierno de Leguía se apropió del primer Centenario, celebrado en 1921, se montó sobre él, lo aprovechó y hasta se declaró como el inicio de la “Patria Nueva”. Casi todos se contaminaron con ese discurso, Porras Barrenechea, Basadre, Jorge G. Leguía, Luis A. Sánchez, crearon el “Conversatorio Universitario”, organizaron una o dos conferencias para enjuiciar este aniversario, el proceso republicano. Se empeñaron en descubrir el aporte criollo a la Independencia, a la construcción de la nación moderna y así descubrieron a los ideólogos de la Independencia.
Paralelamente, entre 1919-1926, Pedro Dávalos y Lissón, ex soldado de San Juan y Miraflores, entonces empresario civilista, amateur de la historia, publicó La Primera Centuria. Causas geográficas, políticas y económicas que han detenido el progreso moral y material del Perú en el primer siglo de su vida independiente, en cuatro volúmenes, un libro que no dejaba ninguna duda de las intenciones del autor: fundamentar que no existían mayores razones para celebrar los primeros 100 años de vida independiente.
Esta conclusión no era nueva. Basta recordar el poco conocido libro de Pruvonena, seudónimo de José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete, Memoria y documentos para la historia de la Independencia del Perú y causas del mal éxito que ha tenido ésta, publicado en 1858, en París, donde desde el inicio sentencia “La anarquía ha despedazado este hermoso y opulento país”. Este Riva Agüero es un personaje extraño, trashumante, rotundo, poco comprendido y menos estudiado. Fue el primer liberal independentista, terco en sus convicciones, antes aún de que llegaran San Martín y Bolívar. Primer presidente del Perú, luego perseguido, arrinconado, exiliado por los caudillos militares, a quienes no perdonó en este apabullante libro de 700 páginas. Este mismo discurso de desencanto, pesimismo y crítica, lo encontramos en Basadre, en la intemperancia de Macera, al igual que en la novela de MVLL, Conversación en La Catedral, en boca de Zavalita cuando angustiado se pregunta “¿En qué momento se jodió el Perú?”.
¿Cuánto hay de verdad en este discurso? Riva Agüero probablemente traducía su situación personal de ruina económica y marginalidad política, pero este no es el caso de los otros. Dávalos y Lissón no se cansaba de exhibir su hazaña empresarial. Además muchos peruanos del siglo XX, cada uno a su manera, han expresado esa misma sensación. ¿Realmente hemos venido de más a menos, de un conquistador Tahuantinsuyo a una República varias veces lesionada? Estas son algunas preguntas que nos interesaría responder, por ejemplo, en esta Comisión. Es muy bueno hacer una lectura crítica de los críticos de nuestra República.
El Perú, después de todo, y a pesar de lo que se diga y se ha dicho, tan amado y tan difícil, es un país real, no ideal, pero en lucha permanente por ser una morada mejor, una patria para todos los peruanos.