sábado, 12 de junio de 2010

Desafío político después de Bagua

Rodrigo Montoya Rojas
“Navegar Río Arriba”

Desafío político después de Bagua

Con la rebelión de Bagua y el liderazgo de Alberto Pizango aparece una segunda oportunidad para que los problemas peruanos sean vistos integralmente y para que surja un nuevo horizonte político. LA PRIMERA vino con las tomas de tierras (1957 Huadquiña, Cusco-1974, Andahuaylas) y la figura principal de Hugo Blanco. Sin esas tomas de tierras las reformas agrarias que siguieron no habrían sido posibles, tampoco la propuesta velasquista de querer cambiar el Perú desde arriba. Cuando las olas de tomas de tierras fueron conocidas en Lima, los terratenientes sintieron que un terremoto social en el país estaba ya próximo y las otras clases dominantes de Lima volvieron a sentir el mismo miedo de Francisco Pizarro. En la otra orilla, Héctor Béjar sintió que el momento había llegado para apoyar a los campesinos que emergían como un nuevo sujeto político, no previsto en la línea ortodoxa de la izquierda. Lo mismo ocurrió con Luis de La Puente Uceda. El Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) trataron de ser los puentes entre los rebeldes de la tierra y la izquierda limeña. Fracasaron en su intento. Luego, Hugo Blanco se convirtió en una figura política del país con LA PRIMERA votación de la izquierda en la Asamblea Constituyente de 1979. Los pro chinos de diversos matices y pro soviéticos no estaban dispuestos a apoyar a un trotskista. Los trotskistas del Partido Revolucionario de los Trabajadroes, PRT, no estaban dispuestos a compartir su supuesta victoria con ellos. Tampoco Alfonso Barrantes. De ese modo el sueño de una alianza Revolucionaria de Izquierda, ARI, estalló antes de nacer. La Victoria de Barrantes en la Alcaldía de Lima a la cabeza de Izquierda Unida expresaba el profundo deseo de unidad que anidaba en el espíritu de izquierda que brotó de las tomas de tierras, pero las cúpulas de los partidos pudieron más con sus sucesivas divisiones e irreconciliables posiciones. Hoy, después de la rebelión amazónica, aparece una nueva oportunidad gracias al movimiento político indígena, una sorpresa no prevista en las estrategias de las organizaciones que se reclaman de izquierda y de los caudillos que se creen escogidos por los dioses para salvar al Perú. La simpatía en las capas populares con los amazónicos, particularmente con Alberto Pizango, expresada en la consigna “Todos somos indígenas”, debiera ser suficiente para ver la política con otros ojos y dejar de lado el sectarismo y los apetitos de las cúpulas de tan triste historia en Perú. ¿Será posible tener una visión política que no se confunda exclusivamente con las elecciones próximas y que proponga construir una alternativa de mediano y largo plazo, desde abajo, paso a paso? ¿Será posible que los apetitos personales sigan siendo más fuertes que la voluntad sincera de servir? ¿Será posible renunciar a viejas formas de racismo para aceptar que los pueblos indígenas tienen algo muy importante para el país?