viernes, 16 de abril de 2010

Todos los hombres de García

El presidente Alan García, sin el menor respeto por su cargo, ha optado por una maniobra de escamoteo en el más reciente escándalo de corrupción que golpea a su régimen.
García repite lo que ha dicho Jorge del Castillo respecto al espionaje y la interceptación telefónica practicado por Business Track: lo importante es que se descubra quién pagó el chuponeo.
El jefe del Estado quiere echar así tierra sobre las revelaciones contenidas en el material que se incautó a Giselle Giannotti.
Parte de ese material fue robado, sustituido o desaparecido, probablemente en los tres días en que permaneció en la Dirección Antidrogas, desde el 8 hasta el 11 de enero de 2009.
Como expuso ayer nuestro diario, en ese lapso el material estuvo sin lacrar y a disposición de oficiales de la Policía antidrogas.
Dice la señora Giannotti que en el material que se le decomisó figuraban conversaciones en las que Rómulo León decía a Del Castillo que no se preocupara, puesto que el faenón, que incluía una concesión petrolera, iba a financiar la campaña electoral de 2011.
Era un típico tráfico de influencias, un juego turbio contrario a las normas legales y capaz de desalentar a inversionistas honestos.Nada de eso inquieta al doctor García.
Lo único que le preocupa –dice– es quién pagó la interceptación telefónica.
Eso puede y debe investigarse, pero, al margen de eso, es evidente que el material incautado a Giannotti tenía suma importancia respecto a la podredumbre moral de los hombres más cercanos a García.
Quizá sabe éste que el lodo puede salpicarle.
Es evidente, además, que los tratos subterráneos de Rómulo León con el entorno de García afectaban no sólo la moral pública, sino también los ingresos del fisco.
“Estamos en manos de distractivos que nos quieren alejar de un tema”, aseguró ayer García. “Primero, ¿Quién pagó? segundo, ¿hubo o no delito?”. Y formuló una pregunta de conmovedora ingenuidad: “¿hubo dinero o no en el caso Discover Petroleum?”.El cinismo y el encubrimiento son enfermedades profesionales de ciertos gobernantes.
La estratagema de García me recuerda una del presidente de Estados Unidos Richard Nixon.
Fue a raíz del espionaje a un congreso del Partido Demócrata, opositor de Nixon. Cuando las sospechas contra él como responsable de la operación empezaron a crecer, Nixon dijo en conferencia de prensa:“Puedo decir categóricamente que esa investigación indica que nadie del equipo de la Casa Blanca, nadie de la administración, actualmente empleado en ella, está mezclado en ese grotesco incidente”.
Grotesca frescura.
Los periodistas Bob Woodman y Carl Bernstein demostraron que Nixon había digitado el espionaje. Por eso tuvo que renunciar a la presidencia. En ese momento, la imagen de los presidentes se empañó en Estados Unidos.