domingo, 4 de abril de 2010

Doctor Janampa: el médico al que temen todos los corruptos

Doctor Janampa (UNMSM-Prom. 70-A):
el médico al que temen todos los corruptos

Fue galeno del INPE y evaluó a Montesinos, Crousillat, Almeyda, Venero, Hermoza Ríos…
Domingo 4 de Abril del 2010

Una carta enviada a su domicilio le advirtió que no siguiera hablando. “Una más y pagas con tu vida y la de tu familia. Valientes como tú están bajo tierra. Estás avisado”, leía en la misiva. Ante la amenaza, el ex jefe médico del penal de San Jorge solicitó garantías personales a la Gobernación del Rímac. “¿De quién sospecha?”, le preguntó el oficial a cargo. “De José Enrique Crousillat y su abogado Jorge Castro”, respondió.
José Luis Janampa no escogió los nombres al azar, pero la lista de denunciados pudo ser mayor. Entre los sospechosos podrían estar asesinos, pandilleros y violadores, pero son los delincuentes de saco y corbata los únicos que le guardan rencor. “Dicen que he evaluado a los presos más importantes de este país, yo diría que atendí a los más sinvergüenzas”.
LA HORA DEL “DOC”
Todo empezó hace nueve años. Janampa se encontraba de turno en el penal Sarita Colonia del Callao cuando una llamada telefónica de medianoche quebró la rutina. “Prepara tu maletín que vas a hacer una evaluación a Lurigancho”, le anunció un directivo del INPE. Entre engaños lo subieron a un auto y sin darle explicaciones terminó en el sótano del Palacio de Justicia.
“Vas a evaluar a Vladimiro Montesinos”, le dijeron sus superiores, confiados en la experiencia de Janampa como docente en San Marcos y en su elevado nivel académico. Esa noche, el hallazgo de una cicatriz de 20 centímetros producto de una operación a la vesícula fue lo más saltante de la inspección médica. Montesinos fue trasladado a la Base Naval y Janampa lo volvió a encontrar al mes siguiente, cuando encabezó una junta médica interinstitucional integrada por siete profesionales.
El proceso se repitió mensualmente y el diagnóstico siempre fue el mismo: hipertensión arterial controlada y síndrome ansioso. Pero Montesinos tenía algo más entre manos.
“Quería ser evacuado a una clínica y buscaba ir a sus juicios solo de lunes a viernes. Para lograrlo se hizo amigo del representante del Instituto de Medicina Legal que integraba mi equipo y que era el único que con un diagnóstico opuesto recomendaba descansos médicos de quince días”, recuerda Janampa. El galeno fue separado del grupo y el “Doc” ideó una venganza.
“Un día llegamos media hora tarde y Montesinos no quiso pararse de su cama. “La hora es la hora”, repetía”.
El ex asesor estalló en furia y se enfrentó verbalmente a los médicos, quienes a pesar de los esfuerzos no lograron examinarlo.
Al poco tiempo, Janampa fue reemplazado y Montesinos consiguió asistir a sus juicios solo de lunes a viernes.
“Cuando vi que se desmayó en una de las audiencias me pareció una buena actuación”, confiesa.
LEVÁNTATE, ALMEYDA
Janampa recuerda con desagrado a otro asesor presidencial que a pesar de ser menos astuto resultó igual de resentido que Montesinos. “Un día se acercó un enfermero de San Jorge con 350 soles de parte de César Almeyda para que le haga el favor de evacuarlo a un hospital. Obviamente lo mandé al diablo”, señala.
Sin embargo, tras inusitados dolores lumbares, Almeyda logró su cometido.
Fue operado de una hernia en la columna en la clínica San Borja y trasladado a la clínica Santa Lucía para su rehabilitación. Ante la supuesta gravedad, Janampa fue enviado a hacer una visita inopinada, pero al llegar no lo encontró en su habitación.
“Había cinco policías custodiando su cuarto que me avisaron que estaba haciendo terapia física. Entramos en confianza y uno me dijo: “Dígame, doctor, ¿no puede hacer algo para devolverlo a la cárcel?”. “¿Por qué, si está enfermo?”, contesté. “Porque este desgraciado camina, ¡no tiene nada!”, me respondió “.
A los pocos minutos el chisme se confirmó. Una enfermera apareció empujando una silla de ruedas vacía y detrás de ella iba Almeyda caminando.
“Veo que está al 100%”, le dijo Janampa. “Al 70 nomás doctor”, respondió sorprendido el ex asesor que de inmediato empezó a cojear.
Lo que encontró en la habitación fue aún más indignante. Un escritorio, una laptop, un equipo de sonido, un televisor y hasta un teléfono fijo con el número 796-7556. El escándalo llegó a los medios, Almeyda regresó al penal y Janampa recibió una citación de la Dirincri.

“Criminalística me llamó para informarme que tenía una denuncia de Almeyda por intento de homicidio. Les dijo que cuando lo fui a visitar a la clínica coloqué vidrio molido en su comida para matarlo”. La acusación no prosperó, pero su solo recuerdo le arranca carcajadas al doctor.
EL VIGOROSO CROUSILLAT
En octubre del 2004, José Enrique y José Francisco Crousillat fueron detenidos en Argentina luego de protagonizar un intento de fuga digno de un “western”. Montados a caballo, intentaron llegar a la frontera con Chile cruzando un río en la zona de San Martín. “¿Alguien enfermo puede cruzar la Cordillera de los Andes galopando?”, se sigue preguntando el doctor Janampa.
Dos años después llegaron extraditados al Perú. El protagonista de esta historia los recibió en San Jorge, los examinó y al constatar que estaban sanos dispuso que vayan a su pabellón. El pulso de José Enrique era controlado a diario y, salvo un incidente en el que se cayó al suelo y se golpeó la cabeza, no registró problemas.
Pero poco antes de que la Segunda Sala Penal lo condenara a 8 años de prisión por recibir dinero de Montesinos, papá Crousillat sufrió un supuesto desmayo y fue trasladado a la clínica Angloamericana de San Isidro. “Yo nunca autoricé su salida. Era algo controlable, pero el director de la Región Lima del INPE, Kenneth Mora, decidió llevarlo”, afirma Janampa. La diligencia judicial se llevó a cabo y ante los rumores de peligro de fuga lo trasladaron de vuelta al penal.
“Me encargaron supervisar su regreso. Tenía como 40 mangueritas conectadas a los monitores, pero lo curioso era que los valores que aparecían en las pantallas indicaban que estaba en perfecto estado”. Extrañamente Janampa fue designado al penal de Lurigancho e ingresó en su reemplazo Carlos Otiniano, quien autorizó la salida de Crousillat a la clínica El Golf.
“Al ver que la cárcel se volvía una coladera, la directora regional, Bertha Chacaltana, me pidió regresar, aprovechando las vacaciones de Otiniano”.
El 5 de noviembre del 2008 se realizó la primera junta médica que recomendó el retorno de Crousillat a prisión. Cuando Otiniano regresó de sus vacaciones ordenó una nueva junta y contrariando el diagnóstico lo encontró grave. En enero las cosas se complicaron más para el productor de telenovelas, Chacaltana retira a Otiniano y nombra a Janampa como jefe médico y a César Orozco como nuevo director de San Jorge. Lo que pasó después es conocido.
Janampa participó en dos nuevas visitas médicas.
En la primera encontró ropa interior femenina en la habitación de Crousillat y en la última lo sorprendió levantando pesas y sudando copiosamente en el gimnasio de la clínica El Golf.
Ese día Janampa intercambió insultos con los abogados de Crousillat. Uno de ellos lo amenazó de muerte y Jorge Castro lo tildó como un “veterinario que había llegado a sacar a la fuerza” a su defendido. En medio de la trifulca, Chacaltana ordenó que se suspendiera el traslado. Eso ocurrió el 6 de marzo del 2009 y hasta hoy no se sabe por qué.
Mortificado por un traslado abusivo a otro penal de la capital, Janampa renunció al INPE el año pasado. Sin embargo, asegura que colaboró con la comisión de indultos en mayo del 2009 al brindarle la historia clínica de Crousillat, incluyendo los informes de sus tres visitas.
“Hay enfermos graves que no reciben indultos humanitarios —remata—, pero un sano con plata sí lo ha conseguido. Yo siempre he actuado basado en valores y principios y puedo decir que a pesar de las presiones y amenazas, nadie me podrá hacer cambiar”.
Entre testaferros, tránsfugas y narcotraficantes
La lista de pacientes controvertidos de Janampa es la envidia de cualquier médico del INPE. “Recuerdo a Alberto Venero, el “testaferro” de Montesinos, cuando llegó al tópico y me dijo que tenía que irse a Houston, a seguir un tratamiento”, comenta. Venero le explicó que habían pasado seis meses desde que su médico chileno lo había operado de un melanoma maligno en el margen anal y necesitaba un chequeo.
“Póngase en cuatro que acá ni hasta el más valiente se salva”, le contestó Janampa quien tras una minuciosa inspección no encontró huella alguna del cáncer. “Ese es un cáncer de piel muy agresivo, que si no se maneja a tiempo hace metástasis. No encontré ni un ganglio, ni un rasgo de la enfermedad y por lo tanto ordené que no saliera”.
Otro que pidió que lo trasladaran fue el ex jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas Nicolás Hermoza Ríos. “Se acercó sin saludar y me dijo: “Evacúeme al Hospital Militar porque soy general”. Le pregunté dónde estaba su uniforme o en todo caso su disfraz de payaso y se sorprendió”. Hermoza le explicó que tenía una obstrucción articular en el muslo derecho que hacía necesario su traslado de inmediato. Luego de examinarlo, Janampa le recetó una pastilla y un gel y el otrora poderoso general abandonó furioso el consultorio. “Al día siguiente se aparecieron cinco médicos del Hospital Militar a pedido de la esposa de Hermoza, que me acusó de maltratarlo. Lo revisaron y tampoco encontraron nada”.

Pero quizás el paciente que recuerda con más simpatía sea Beto Kouri, no tanto por su amabilidad, sino por su torpeza. “Lo habían enviado al hospital Dos de Mayo por hipertensión arterial. Eso se controla en un día, pero él se quedó un año”. Janampa fue a visitarlo y lo encontró con una mujer en su habitación. Estaba sano y regresó al poco tiempo con una junta médica que concluyó lo mismo. Días después volvió acompañado por una doctora del INPE y esta vez Kouri no quiso ser examinado.

“Parecía que nos iba a pegar. No paraba de gritar y de decir lisuras. Estaba tan descontrolado que él mismo se delató. Un hombre enfermo no tiene tanta energía y ordenamos su regreso a prisión”.
Fernando Zevallos y Antauro Humala también pasaron por sus manos. El primero tenía sobrepeso y el segundo mal carácter. “A Fujimori no lo evalué, pero lo hubiera pedido a gritos”, confiesa.