Con el APRA y el segundo alanismo en el poder hemos vuelto a los tiempos en que “El Comercio” ponía y sacaba presidentes, ministros, generales y hasta surtidos subalternos.Qué ironía.
El diario que escribía “APRA” con minúsculas y llamaba a Haya “el jefe de la secta” y recordaba cada aniversario del asalto al cuartel O’Donovan como si fuera fecha religiosa, desempolva hoy su guillotina y la reestrena con sangre nueva y más o menos joven.
“El Comercio” nunca había tenido tanto poder desde los tiempos en que conspiraba para echar a Billinghurst –ese “populista” indeseable que se atrevía a ganar elecciones con el auxilio de los obreros de Lima- y traerse abajo el primer proyecto moderno de inclusión social.Y lo logró. Como siempre. Porque para eso era “El Comercio”, el diario que un Chileno y un argentino crearon para darle a la plutocracia peruana un mensajero ilustre.Muchos años después, en la década del 50 del siglo pasado, sólo “La Prensa” de Pedro Beltrán se atrevería a amenazar esa hegemonía.Donde “El Comercio” ponía odio, “La Prensa” puso periodismo y donde “El Comercio” silenciaba “La Prensa” registraba. Parecía una batalla entre la obstinación y el progreso.Claro que “La Prensa” era casi, editorialmente hablando, un diario de Austin, Texas. No sólo porque Pedro Beltrán tenía una esposa gringa, pensaba como gringo y tenía editorialistas que Ted Roosevelt habría aplaudido, sino porque así se enfrentaba a la línea “antiyanqui” que “El Comercio” había impuesto.¿Línea antiyanqui? Sí, durante muchos años “El Comercio”, que en esa época creía en una burguesía nacional fuerte y auspiciada desde el gobierno, libró una excepcional batalla en contra de los espúreos intereses de la Standard Oil -de New Jersey- en Talara, intereses fundados en un laudo arbitral carente de toda validez.Por eso es que cuando Velasco tomó a patadas la refinería de la International Petroleum Company “El Comercio” aplaudió a rabiar. Como había aplaudido, con editorial y todo, el golpe de Estado en contra de Fernando Belaunde Terry, golpe producido alrededor de una denuncia de corrupción petrolera cuyo protagonista era –otra vez- la filial de la Standard Oil en el Perú.Pero hacía más de 40 años que “El Comercio” no demostraba la plenitud atlética y el punche mortífero con que ayer terminó noqueando al simbólicamente pesado Aurelio Pastor.
En los años 70 ese diario, aun antes de su expropiación, tenía un aspecto decrépito y una influencia menoscabada. La televisión de los 80 terminó de decretar su rol secundario. El poder y la influencia se habían trasladado a la pantalla.“El Comercio” nunca perdió de vista su deseo de vengarse de la tele. En los 2000 eso fue posible –o empezó a hacerse posible- con el control de un medio como América Televisión. Por decisión de “El Comercio” habría menos bríos en los estudios y más cancha libre en las rotativas. El cese de un Pastor en rebeldía, el silenciamiento de un ministro que ayer acusó directamente a “El Comercio” de pretender sacarlo, es el mayor éxito del diario de los Miró Quesada en varias décadas.Es la resurrección de “El Comercio” como fiel de la balanza y expresión del cuarto poder.Y lo irónico es que haya sido el partido de Haya de la Torre el que lograse que este amable Tutankamón, en alianza con nuestros vecinos de Chile, vuelva para mandar y ser temido.Quizá no sea tan irónico que García haya sido el autor de esta hazaña. Porque, al fin y al cabo, entre un partido que ha sido sombra obediente y cola inexorable y un periódico donde está de accionista Pepe Graña (el de Graña y Montero) García ha elegido con sentido ideológico y de clase.Total, el APRA y Pastor son temas menores frente al poder del dinero al que García decidió someterse desde el 2006. Pastor obedeció a García a la hora de firmar el indulto de marras. Ayer García lo echó como a un perro de chacra. No estaba en el libreto que este Pastor (por más alemán que se creyese) ladrase por la libre.Que los perros de chacra de todo el caserío entiendan el mensaje.