El 11 de marzo asumirá la presidencia de Chile Sebastián Piñera. Lo hará a pocos días de la tragedia del terremoto que dejó más de 800 personas muertas y, según se calcula, más de 15 mil millones de dólares en pérdidas económicas.
Hay quienes creen que el futuro presidente aplicará una política de libre mercado a favor de la competencia y la igualdad ante la ley. Mario Vargas Llosa, por ejemplo, le dio su respaldo en la campaña electoral y celebró su triunfo.
Mucha gente cree que Vargas Llosa adhiere al liberalismo. Yo pienso que él quisiera adherir a esa posición, pero creo que confunde la posición a favor del mercado con la posición a favor de la empresas privadas.
La confusión aumenta quizá porque se asocia a Sebastián Piñera con su hermano, José Piñera. Este último es quien creó el sistema de las Administradoras de Fondos de Pensiones, desarrollando una intuición de Milton Friedman, publicada en los años sesenta.
Sebastián Piñera es, ideológicamente hablando, lo contrario de su hermano, José Piñera. Es alguien que está a favor de las empresas privadas, pero no de la libre competencia.
Sebastián Piñera propone duplicar la subvención estatal a la educación entre 2010 y 2018. Su programa establece un subsidio a los hogares más vulnerables, estableciendo un ingreso mínimo anual de 570 dólares.
Sólo para el primer año de su gobierno contempla un subsidio al empleo de mujeres y otros “grupos vulnerables” de 175 millones de dólares. Su programa de gobierno habla de distribuir “notebooks” para los estudiantes de los colegios públicos menos favorecidos.
El presidente electo ha previsto, además, un “apoyo tributario” para las pequeñas y medianas empresas. La estrella de la propuesta electoral, sin embargo, es la oferta de un millón de empleos durante su mandato.
Nadie que crea en una política de libre mercado puede ofrecer empleos. Menos aún, una cantidad determinada de puestos de trabajo. Eso es populismo.
Favorecer a ciertas empresas con regímenes tributarios especiales es lo contrario a la libre competencia. Subsidiar a los “grupos vulnerables” es paternalismo, no liberalismo.
Regalar computadoras es demagógico porque la brecha educativa no está en las herramientas sino en el conocimiento y la economía que hacen posible su uso productivo.
Las promesas de Sebastián Piñera, sin embargo, no apuntan a un cambio esencial de libreto, sino sólo de la lista de beneficiarios del Estado.
Algún vendedor de lap tops va a estar mejor, pero la economía no va a mejorar a largo plazo.
Hay quienes creen que el futuro presidente aplicará una política de libre mercado a favor de la competencia y la igualdad ante la ley. Mario Vargas Llosa, por ejemplo, le dio su respaldo en la campaña electoral y celebró su triunfo.
Mucha gente cree que Vargas Llosa adhiere al liberalismo. Yo pienso que él quisiera adherir a esa posición, pero creo que confunde la posición a favor del mercado con la posición a favor de la empresas privadas.
La confusión aumenta quizá porque se asocia a Sebastián Piñera con su hermano, José Piñera. Este último es quien creó el sistema de las Administradoras de Fondos de Pensiones, desarrollando una intuición de Milton Friedman, publicada en los años sesenta.
Sebastián Piñera es, ideológicamente hablando, lo contrario de su hermano, José Piñera. Es alguien que está a favor de las empresas privadas, pero no de la libre competencia.
Sebastián Piñera propone duplicar la subvención estatal a la educación entre 2010 y 2018. Su programa establece un subsidio a los hogares más vulnerables, estableciendo un ingreso mínimo anual de 570 dólares.
Sólo para el primer año de su gobierno contempla un subsidio al empleo de mujeres y otros “grupos vulnerables” de 175 millones de dólares. Su programa de gobierno habla de distribuir “notebooks” para los estudiantes de los colegios públicos menos favorecidos.
El presidente electo ha previsto, además, un “apoyo tributario” para las pequeñas y medianas empresas. La estrella de la propuesta electoral, sin embargo, es la oferta de un millón de empleos durante su mandato.
Nadie que crea en una política de libre mercado puede ofrecer empleos. Menos aún, una cantidad determinada de puestos de trabajo. Eso es populismo.
Favorecer a ciertas empresas con regímenes tributarios especiales es lo contrario a la libre competencia. Subsidiar a los “grupos vulnerables” es paternalismo, no liberalismo.
Regalar computadoras es demagógico porque la brecha educativa no está en las herramientas sino en el conocimiento y la economía que hacen posible su uso productivo.
Las promesas de Sebastián Piñera, sin embargo, no apuntan a un cambio esencial de libreto, sino sólo de la lista de beneficiarios del Estado.
Algún vendedor de lap tops va a estar mejor, pero la economía no va a mejorar a largo plazo.