La ‘sutil’ diferencia entre Félix Jesús y José Enrique.
Tengo la impresión de que la corrupción crece mucho pero se nota poco porque el periodismo no está poniendo bien la puntería; no abundan gargantas profundas con el dato que impulsa la investigación; y porque corruptos y corruptores se han vuelto más profesionales.
Por ejemplo, la debilidad flagrante de los argumentos del Tribunal Constitucional para restituir el arancel de 12% a la importación de cemento sólido me dejó la sensación –solo eso, a falta de indicios sólidos– de que su motivación es muy oscura.
Por ejemplo, la debilidad flagrante de los argumentos del Tribunal Constitucional para restituir el arancel de 12% a la importación de cemento sólido me dejó la sensación –solo eso, a falta de indicios sólidos– de que su motivación es muy oscura.
Las justificadas críticas a esta decisión absurda del TC enfatizan la clamorosa ignorancia del nivel del arancel promedio efectivo –que ya era menor a 2%–, el ‘descuido’ del beneficio que implicaba para el consumidor, y la invasión de las funciones del MEF, entidad que hizo bien en advertir que este fallo traerá cola. De hecho, en lugar de defender principios económicos y éticos, algunos gremios empresariales ya le están sacando punta al lápiz para ver por dónde seguir atacando a la decencia.
Pero quizá fue la ministra Mercedes Aráoz quien dio en el clavo al decir que la posición del TC fue “sin sentido económico alguno” y “leguleya”. ‘Leguleya’, del latín legulēius, es, según la RAE, una persona “que aplica el derecho sin rigor y desenfadadamente” o que “hace gestiones ilícitas en los juzgados”. Coincido con la ministra, pues el fallo del TC también me produjo la sensación y asco de que por ahí va la explicación maloliente.
Esto ocurre en el contexto de un gobierno cuyo entusiasmo por los proyectos de inversión no es proporcional al interés por su transparencia; donde los ganadores son casi siempre los mismos y, si no lo son, pitean con el ‘derecho’ del que ya pagó la ‘coimisión’; donde el periodismo no pone mucha atención a la relación de negocios y corrupción –como me comentó Ricardo Uceda esta semana en Radio Capital–; y donde otros colegas ponen la cortina de humo; donde el nuevo ministro de Justicia, Víctor García Toma, dice que la cadena de corrupción la inician abogados distinguidos y sus clientes ídem; donde algunos distinguidos apristas y sus hijos ídem y sus cobradores ídem hacen lobby sin desparpajo; y donde los gremios empresariales se hacen de la vista gorda, como si hubieran vuelto los ‘buenos tiempos’ en que los negocios se hacían en el corredor del ministerio o en el pasillo judicial, previo pago a la distinguida autoridad.
Un expresión paradójica de esto: Félix Jesús Luciano Cuenca robó S/.2 millones del camión de Hermes, fue capturado al día siguiente por la policía y podría ir a la cárcel por 25 años. José Enrique Crousillat robó S/.80 millones, su condena era de 8 años, recibió un indulto, lo perdió por ‘rochoso’, le avisaron para que tuviera tiempo de escapar y, diez días después, nadie lo encuentra.