martes, 2 de marzo de 2010

LA DEMOCRACIA QUE MOLESTA: Por. Nicolas Lynch

Mar, 02/03/2010 -
Los debates pueden cumplir con informar al público de posiciones distintas y también comunicar a los adversarios para llegar a conclusiones.
Desafortunadamente en el intercambio sostenido con Martín Tanaka y ahora Dargent y Vergara, algo se ha avanzado en lo primero y muy poco en lo segundo.
La razón es que estos últimos, provistos de dudosa epistemología, han buscado descalificar a sus oponentes: “son humalistas, por lo tanto están bajo sospecha”.
Este dislate ha llevado a que se disparen a los pies.
Lo que antes no era claro para una audiencia mayor, hoy está sobre la mesa: no hay una concepción de democracia sino, por lo menos, dos en el debate contemporáneo.
Un par de libros que se publican a fines del año pasado, uno de Adrianzén y otro mío, sobre la democracia en el Perú y A. Latina, son los que vuelven a plantear esta tesis y desatan la discusión.
Tanaka queriendo ostentar la franquicia importadora señala que democracia es controlar la arbitrariedad en el ejercicio del poder. Pero se olvida del otro elemento: el poder democrático de la mayoría ciudadana expresado en las urnas.
La concepción de Tanaka, traída a nuestra región por la academia y la cooperación estadounidense, es la que fracasa, de la mano con los ajustes neoliberales que se dan entre 1980 y 2000 en distintos países de A. Latina.
Lo que hoy se produce en la región es el desarrollo de democracias mayoritarias, que buscan superar la traición cotidiana de que eran objeto los electores en diversos países.
Esa traición que ahora quieren ocultar en el Perú Tanaka y compañía, afirmando que Fujimori no era dictador, que Toledo hizo lo que prometió y que seguramente santificará a García al final de su mandato. Estas mayorías son las que en AL cambian el modelo neoliberal para que la democracia se coma y sea efectiva expresión ciudadana.
Que una mayoría puede llevar a la arbitrariedad del poder no me cabe la mayor duda y evitar que esto ocurra es quizás el mayor de los retos de estas democracias mayoritarias, pero ello no justifica poner la democracia de cabeza y decir que es un régimen de minorías que solo algunas elites pueden manejar.
El conflicto en A. Latina es por ello entre la democracia mayoritaria y el neoliberalismo, que es un modelo de y para minorías. Retomar la transición es por esto avanzar a una democracia mayoritaria, la que molesta precisamente a la derecha y sus escribas locales, como el único camino para superar la precariedad actual.