La primera incertidumbre se refiere a la economía mundial.
La temida depresión pronosticada para 2009 finalmente no se materializó y la gran pregunta es si la recuperación que comenzó en la segunda mitad del año continuará en 2010 o se desinflará.
Los optimistas tienen ahora su buen momento porque estamos en medio de una recuperación.
Pero los pesimistas, entre ellos, pesos pesados como Joseph Stiglitz y George Soros, sostienen que la crisis de 2008-2009 fue provocada por fallas estructurales de las economías occidentales que no han sido corregidas.
La presente recuperación se debe simplemente a que se les insufló algo de vida artificial: rescates billonarios de bancos, enormes inyecciones de liquidez, tasas de interés muy bajas y masivos estímulos fiscales, o enorme aumento del gasto fiscal.
Y cuando resulte imposible mantener los sistemas que insuflan vida artificial es posible que el paciente recaiga con riesgo de muerte.
La actual etapa de recuperación debería utilizarse para fortalecer el sistema inmunológico y restaurar la salud, de manera que finalmente puedan retirarse sin riesgo los apoyos artificiales.
Pero las instituciones financieras están peleando con bastante éxito para continuar con sus antiguas prácticas, si bien aceptando una mayor regulación.
Un año atrás, cuando la economía mundial estaba al borde del precipicio, hubo gran interés en introducir reformas importantes en la arquitectura financiera internacional.
Hoy apenas persiste. Pero hay una certeza: los consumidores estadounidenses, a quienes se les dio amplio crédito para vivienda y artículos de consumo, ya no podrán impulsar la demanda como para que aumente el crecimiento económico mundial, ya que ahora se les pide que respondan por sus deudas.
Además, se espera que a cierta altura de este año las principales economías pongan en práctica su “estrategia de salida”, es decir, el retiro de los apoyos artificiales del gasto fiscal y una política monetaria laxa.
A medida que transcurra el año 2010, los efectos de esta nueva realidad se harán sentir en los países en desarrollo.
Sería conveniente que se plantearan nuevas estrategias de desarrollo que dependieran menos de las exportaciones a las economías mayores, anticipándose a una posible desaceleración de las mismas.